San Miguel Arcángel, Príncipe de la Milicia celestial

San Miguel Arcángel, Príncipe de la Milicia celestial
"San Miguel Arcángel, defiéndenos en la batalla, sé nuestro amparo contra la perversidad y acechanzas del demonio; reprímale, Dios, pedimos suplicantes, y tú, Príncipe de la Milicia celestial, arroja al infierno, con el divino poder, a Satanás y a los demás espíritus malignos, que andan dispersos por el mundo para la perdición de las almas. Amén".

jueves, 24 de mayo de 2018

San Pascual Bailón y su amor sobrenatural por la Eucaristía



         Vida de santidad[1].

         Nació en Torre Hermosa, Aragón, España, en la Pascua de Pentecostés de 1540 y murió en la fiesta de Pentecostés de 1592, el 17 de mayo (la Iglesia celebra tres pascuas: Pascua de Navidad, Pascua de Resurrección y Pascua de Pentecostés. Por el hecho de nacer en Pascua –que significa: paso de la esclavitud a la libertad- recibió el nombre “Pascual”. Siendo niño, desde los campos donde cuidaba las ovejas de su amo, alcanzaba a ver la torre del pueblo y de vez en cuando se arrodillaba a adorar el Santísimo Sacramento. Cuando se elevaba la Hostia consagrada en la Misa, luego de que el sacerdote pronunciara las palabras que producen el milagro de la Transubstanciación, se tocaban las campanas del campanario para avisar a todos acerca de aquel sublime momento. Cuando el joven Pascual oía la campana, estando él en el campo cuidando las ovejas, se arrodillaba en dirección a la Iglesia, mirando hacia el templo, se imaginaba el momento de la conversión de las substancias del pan y del vino en el Cuerpo y la Sangre del Señor, y se inclinaba profundamente con la frente en tierra, para adorar a Jesús Sacramentado.
         Una vez que alcanzó la edad necesaria, ingresó como religioso en la Orden Franciscana, ocupando siempre los oficios más humildes: portero, cocinero, mandadero, barrendero.
         Ya como religioso, empleaba su tiempo libre para acudir a la capilla para rezar delante de Jesús Sacramentado en el sagrario, de rodillas y con los brazos en cruz, recordando la Pasión del Señor. Pasaba noches enteras rezando del Santísimo Sacramento. Llevado por su amor a la Eucaristía, compuso oraciones de profunda piedad al Santísimo Sacramento. Sucedió una vez que sus superiores lo enviaron a Francia para que llevara un mensaje. Una vez que llegó allí, lo rodeó un grupo de protestantes quienes, desafiantes, lo retaron a que probara que Jesús sí está en la Eucaristía.
         Inspirado por el Espíritu Santo, San Pascual habló con tanta elocuencia y sabiduría celestial, que sus adversarios nada pudieron contestarle, limitándose entonces al único recurso que les quedaba para hacerlo callar: lo comenzaron a apedrear.
         Su carácter era siempre afable y alegre, pero nunca lo estaba más que cuando ayudaba en Misa o cuando tenía tiempo para pasar horas rezando delante del Sagrario.
         Luego de su muerte, Pascual realizó tantos milagros que el Santo Padre lo declaró santo en 1690, nombrándolo además el Sumo Pontífice a San Pascual Bailón Patrono de los Congresos Eucarísticos y de la Adoración Nocturna.

         Mensaje de santidad.

         Literalmente, toda la vida de San Pascual Bailón gira en torno a la Eucaristía: tanto en su vida laical, como en su vida religiosa, la Eucaristía fue el centro de su vida y lo demostró con sus largas horas de oración ante el Santísimo Sacramento del altar, como así también con su adoración, arrodillado y con la frente en el suelo, ante la Eucaristía. San Pascual Bailón tenía una vivísima conciencia de lo que es la Eucaristía: no es lo que parece, un poco de pan, sino lo que no aparece a los sentidos corporales: es la Presencia viva, gloriosa y resucitado del Señor Jesús, el Hijo de Dios encarnado. Ahora bien, tanto el conocimiento como el amor a la Eucaristía son dones sobrenaturales, porque no dependen de nuestros razonamientos, ni el conocer que Jesús, el Logos del Padre, está en Persona en la Eucaristía, ni mucho menos el amarlo y adorarlo, como lo hizo San Pascual Bailón. Conocer y amar a Jesús en la Eucaristía, el poder “verlo” con los ojos de la fe y el amarlo con el amor de Dios, el Espíritu Santo, es un don de Dios y una gracia que hay que pedir continuamente, para no caer en el error protestante de considerar a la Eucaristía como una presencia meramente simbólica del Hijo de Dios. Es por esto que, al recordarlo en su día, le rogamos a San Pascual Bailón que interceda por nosotros para que obtengamos de Jesús, por manos de María, Medianera de todas las gracias, un conocimiento y un amor sobrenaturales a Jesús Eucaristía, al menos una pequeña parte del conocimiento y amor que él tenía hacia Jesús Sacramentado.

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