Felipe nació en Betsaida; fue primero discípulo del Bautista
y más tarde siguió a Cristo. Santiago, primo hermano del Señor, hijo de Alfeo,
fue obispo de Jerusalén, escribió una carta canónica. Llevó una vida de gran
mortificación y convirtió a muchos judíos. Recibió la corona del martirio el
año 62.
Mensaje de santidad.
Además de sus vidas personales, el mensaje de santidad que
nos dejan los Apóstoles es el legado de la verdadera Fe católica, lo cual nos
previene de caer en errores, cismas, herejías.
Precisamente, uno de los Padres de la Iglesia hace el
siguiente comentario acerca de este legado apostólico. Dice así Tertuliano[2]: “Cristo
Jesús, nuestro Señor, durante su vida terrena, iba enseñando por sí mismo quién
era él, qué había sido desde siempre, cuál era el designio del Padre que él
realizaba en el mundo, cuál ha de ser la conducta del hombre para que sea
conforme a este mismo designio; y lo enseñaba unas veces abiertamente ante el
pueblo, otras aparte a sus discípulos, principalmente a los doce que había
elegido para que estuvieran junto a él, y a los que había destinado como
maestros de las naciones”. Si bien Cristo
Jesús predicó “abiertamente a todo el pueblo”, en otras ocasiones predicó a los
Apóstoles, puesto que ellos habían sido elegidos para continuar su prédica “a
todas las naciones”, al haber sido elegidos para ese fin específico. Es de esta
prédica de donde deriva nuestra fe.
Y
así, después de la defección de uno de ellos, cuando estaba para volver al
Padre, después de su resurrección, mandó a los otros once que fueran por el
mundo a adoctrinar a los hombres y bautizarlos en el nombre del Padre, del Hijo
y del Espíritu Santo. Aunque uno de ellos
defeccionó –Judas Iscariote, el traidor- los demás se mantuvieron firmes en la
fe y fueron enviados por todo el mundo para “adoctrinar a los hombres” y
bautizarlos en nombre de la Santísima Trinidad.
Los
apóstoles -palabra que significa “enviados”-, después de haber elegido a
Matías, echándolo a suertes, para sustituir a Judas y completar así el número
de doce (apoyados para esto en la autoridad de una profecía contenida en un
salmo de David), y después de haber obtenido la fuerza del Espíritu Santo para
hablar y realizar milagros, como lo había prometido el Señor, dieron primero en
Judea testimonio de la fe en Jesucristo e instituyeron allí Iglesias, después
fueron por el mundo para proclamar a las naciones la misma doctrina y la misma
fe. Los Apóstoles “obtuvieron la fuerza del
mismo Espíritu Santo” y con esta fuerza y sabiduría es que fueron a todo el
mundo a predicar la Buena Noticia de Jesucristo Salvador.
“De
modo semejante, continuaron fundando Iglesias en cada población, de manera que
las demás Iglesias fundadas posteriormente, para ser verdaderas Iglesias,
tomaron y siguen tomando de aquellas primeras Iglesias el retoño de su fe y la
semilla de su doctrina. Por esto también aquellas Iglesias son consideradas
apostólicas, en cuanto que son descendientes de las Iglesias apostólicas”. Las Iglesias que los Apóstoles fundaron se
llaman “apostólicas” lo cual significa que la fe que profesan es la fe de los
Apóstoles, de aquellos que fueron adoctrinados personalmente por el Logos de
Dios encarnado y por el Espíritu Santo. La Iglesia en su conjunto recibe el
nombre de “Apostólica” porque su fe fundante no es doctrina de hombres, sino
derivada de los Apóstoles, fe la cual, como hemos visto, proviene del mismo
Jesucristo y del Santo Espíritu de Dios.
Es
norma general que toda cosa debe ser referida a su origen. Y, por esto, toda la
multitud de Iglesias son una con aquella primera Iglesia fundada por los
apóstoles, de la que proceden todas las otras. En este sentido son todas
primeras y todas apostólicas, en cuanto que todas juntas forman una sola. De
esta unidad son prueba la comunión y la paz que reinan entre ellas, así como su
mutua fraternidad y hospitalidad. Todo lo cual no tiene otra razón de ser que
su unidad en una misma tradición apostólica. Todas las iglesias apostólicas forman una misma unidad de fe porque
todas han sido fundadas en la tradición apostólica. La unidad en la fe es signo
de la Presencia del Espíritu Santo en la Iglesia universal y en las iglesias
locales –apostólicas- derivadas de la universal. Quien se aparta de esta fe, se
aparta de la verdadera y única Iglesia de Dios.
El
único medio seguro de saber qué es lo que predicaron los apóstoles, es decir,
qué es lo que Cristo les reveló, es el recurso a las Iglesias fundadas por los
mismos apóstoles, las que ellos adoctrinaron de viva voz y, más tarde, por
carta. Si alguien quiere permanecer
siempre en la Verdad de Jesucristo y no caer nunca en el error del cisma y la
herejía, lo que debe hacer es mantenerse siempre firme y fiel a la fe de los
Apóstoles, contenida en el Credo.
El
Señor había dicho en cierta ocasión: Tendría aún muchas cosas que deciros, pero
no estáis ahora en disposición de entenderlas; pero añadió a continuación:
Cuando venga el Espíritu de verdad, os conducirá a la verdad completa; con
estas palabras demostraba que nada habían de ignorar, ya que les prometía que
el Espíritu de verdad les daría el conocimiento de la verdad completa. Y esta
promesa la cumplió, ya que sabemos por los Hechos de los apóstoles que el
Espíritu Santo bajó efectivamente sobre ellos. La fe que nos transmitieron los Apóstoles es la única fe que proviene
de Dios, pues el Espíritu Santo en Persona “bajó sobre ellos” y los adoctrinó
con la Sabiduría de Dios. No hay otra fe posible que la Santa Fe Católica,
fundada sobre los Apóstoles.
[2]
Cfr. del
Tratado de Tertuliano, Sobre la
prescripción de los herejes; Cap. 20, 1-9; 21, 3; 22, 8-10: CCL 1, 201-204.
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