De
su vida de santidad, destacaremos el celo y el amor de San Basilio por la
Verdad acerca del Único Dios verdadero, revelado por Nuestro Señor Jesucristo,
es decir, Dios Uno y Trino.
Basilio
se opuso firmemente a los herejes que difundían toda clase de errores con
respecto a Dios: escribió contra quienes negaban que Jesucristo fuera Dios como
el Padre[1], y
también contra quienes no aceptaban la divinidad del Espíritu Santo, afirmando
que también el Espíritu Santo es Dios y “tiene que ser colocado y glorificado
junto al Padre y el Hijo”[2].
Por este motivo, Basilio es uno de los grandes padres que formularon la
doctrina sobre la Trinidad: el único Dios, dado que es el Acto de Ser
Subsistente en sí mismo –el Ipsum Esse
Subsistens-, es por esto mismo, un Ser Purísimo, Perfectísimo, y esto
implica que sea un solo Dios en Tres Divinas Personas, las cuales forman la
unidad más perfecta que existe, la unidad divina[3].
Dios
Uno y Trino es nuestro Creador, Redentor y Santificador; de Él dependen
nuestras vidas, nuestro ser y nuestra existencia, y sin Él no tendría nuestra
vida razón de ser. De Dios Uno y Trino dependen nuestra vida, tanto la temporal,
como la vida eterna; Él nos creó con su omnipotencia –Dios Padre-, nos redimió
con la Sabiduría divina, la Sabiduría de la Cruz –Dios Hijo-, y nos santificó
con el Espíritu Santo –Dios Espíritu Santo-. Vivir y morir por la Verdad de
Dios Uno y Trino, y defender su Santísimo Nombre, como lo hizo San Basilio
Magno, es un inmerecido honor; es una gracia inmerecida, pero la pedimos de
igual manera, por intercesión de San Basilio.
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