Entre otras cosas, se pueden destacar dos hechos de la vida
de San Antonio abad: la primera, que a los dieciocho años, en plena juventud,
decide iniciar una vida de eremita en el desierto; la segunda, que ya como
sacerdote, combatió a la herejía arriana. Ambos hechos constituyen un ejemplo y
un modelo de vida para todo cristiano, independientemente de su estado –secular
o consagrado- y veremos la razón.
Como dijimos, San Antonio decidió, a los dieciocho años,
abandonar el mundo, por amor a Cristo, e internarse en el desierto y lo hace en
plena juventud, por lo cual es un modelo especialmente para los jóvenes. En nuestros
tiempos, inicios del siglo XXI, la juventud es incitada continuamente, por los
medios de comunicación, a vivir en el mundo, en el sentido de “mundanidad”, es
decir, en el sentido espiritual negativo, en cuanto por “mundo” se entiende
todo aquello que se opone a Dios, a sus Mandamientos y a su Iglesia. En este
sentido, el desierto representa el alejamiento voluntario de todo lo que no
pertenece a Dios, además de la práctica de lo que acerca a Él, como la oración,
el ayuno, la penitencia.
El otro hecho destacable en San Antonio fue la lucha contra
la herejía del arrianismo, que negaba la divinidad de Nuestro Señor Jesucristo,
afirmando que no era Dios Hijo, es decir, la Segunda Persona de la Trinidad,
como lo afirma la Iglesia Católica, sino una creatura: "sublime", pero creatura y no Dios Hijo. En nuestros días, el
gnosticismo arriano es continuado por la Nueva Era, la secta global que no
solo niega a Jesucristo, sino que además pretende consagrar la humanidad a
Lucifer.
Por estos motivos, la vida de San Antonio abad es un ejemplo
a seguir, para combatir los dos grandes males de nuestro tiempo: el
materialismo anticristiano y el gnosticismo.
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