Con la devoción a los Ángeles Custodios se verifica, hoy en día, una
triste paradoja: mientras los hijos de Dios -es decir, aquellos que han sido
bautizados en la Iglesia Católica, a los que la Divina Providencia les ha
asignado un ángel custodio para que los acompañen desde el nacimiento hasta la
muerte, guiándolos en el camino que conduce a Cristo-, niegan su existencia, o
la ignoran, o son indiferentes a su existencia, o la consideran un cuento de
niños para Primera Comunión, los hijos de las tinieblas, por el contrario,
exaltan el culto y la devoción a los ángeles, aunque no se trata, en este caso,
de los ángeles de luz, sino de los ángeles de la oscuridad, los ángeles caídos,
los ángeles de la Nueva Era. En otras palabras, mientras los católicos,
poseedores de un ángel custodio, los relegan a la categoría de fábula, leyenda
o cuento para niños que estudian el Catecismo, olvidándolos de esta manera por
completo, los sectarios de la Nueva Era multiplican cada vez más el culto de los
ángeles caídos. Estos ángeles de la oscuridad, que se presentan disfrazados de luz, prometen bienes pasajeros y superficiales,
cuando no dañinos para la vida espiritual, como "buena suerte", "paz mundana", "sabiduría esotérica, gnóstica y ocultista", aumentando de esta manera, cada vez
más, la confusión, el error, la maldad, en el mundo y sobre todo en la Iglesia.
Nada tiene que ver esto con el verdadero culto a los ángeles custodios, los ángeles que se mantuvieron fieles
a Dios Uno y Trino, seres espirituales puros que están ante la Presencia de
Dios, y lo adoran continuamente. Estos seres celestiales tienen la misión de custodiar a
los hombres en su peregrinar por la tierra hacia la Jerusalén celestial, pero
no pueden ejercer de modo eficaz esta custodia, si los hombres no acuden a
ellos en la oración; por lo tanto, el descuido de su devoción no es mera falta de piedad, sino abandono en masa, por parte de los hombres, del camino de la salvación.
El abandono de estos ángeles se debe, en gran medida, a una mala interpretación de su misión: por lo general, en ambientes católicos, comenzando por el Catecismo de Primera Comunión, es el primer lugar en donde se rebaja su misión, la cual queda reducida a una especie de "guardaespaldas" cuya tarea es simplemente velar o proteger físicamente a los seres humanos, para que no sufran percances.
Esta noción simplista, agregado al hecho de que su creencia ha quedado relegada a la infancia, puesto que "el hombre adulto y racional del siglo XXI no puede creer en cosas de la Edad Media", ha contribuido, en gran manera, a desvirtuar su función principal, la de proteger de los males espirituales, el primero de todos, el olvido de Dios y el pecado, y la de proteger de los espíritus malignos, los ángeles de la oscuridad.
El abandono de estos ángeles se debe, en gran medida, a una mala interpretación de su misión: por lo general, en ambientes católicos, comenzando por el Catecismo de Primera Comunión, es el primer lugar en donde se rebaja su misión, la cual queda reducida a una especie de "guardaespaldas" cuya tarea es simplemente velar o proteger físicamente a los seres humanos, para que no sufran percances.
Esta noción simplista, agregado al hecho de que su creencia ha quedado relegada a la infancia, puesto que "el hombre adulto y racional del siglo XXI no puede creer en cosas de la Edad Media", ha contribuido, en gran manera, a desvirtuar su función principal, la de proteger de los males espirituales, el primero de todos, el olvido de Dios y el pecado, y la de proteger de los espíritus malignos, los ángeles de la oscuridad.
Pero
además de esta protección física y espiritual, los ángeles tienen otra misión, principalísima,
y es la de hacer conocer al Hombre-Dios Jesucristo, y a la Reina de los ángeles,
la Virgen María, y acompañar a los hombres a lo largo de esta vida terrena, en
el camino del Calvario, el camino que los conduce a la feliz eternidad. Y debido
a que en la Santa Misa se renueva sacramentalmente el Sacrificio del altar, que
es el mismo y único sacrificio del Calvario, la tarea de los ángeles custodios alcanza
su máxima eficacia cuando conduce al alma al Nuevo Calvario, el altar
eucarístico.
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