22 de octubre
Vida y milagros de Juan Pablo II[1]
Nació en Wadowice, a 50 kms. de Cracovia, Polonia,
el 18 de mayo de 1920 y fue bautizado con el nombre de Karol Józef Wojtyła. Era
el más pequeño de los hijos de Karol Wojtyła y Emilia Kaczorowska. Su madre
murió cuando tenía 9 años y su padre cuando tenía 21; antes había perdido
a sus hermanos.
En la
Segunda Guerra Mundial, luego de la invasión alemana de
Polonia, Karol tuvo que trabajar en una cantera, evitando así la deportación a
Alemania, pues ya había sido fichado por la Gestapo al haber ayudado a salvar familias
judías.
Estudió en el seminario clandestino de Cracovia en 1942 y
al finalizar la Segunda
Guerra Mundial, continuó sus estudios y fue ordenado
sacerdote el 1 de noviembre de 1946. En 1958 fue nombrado obispo auxiliar de
Cracovia por Pío XII, en 1964 fue nombrado Arzobispo de Cracovia por Pablo VI y
Cardenal en 1967, participando del Concilio Vaticano II (1962-1965) con una
contribución importante en la elaboración de la constitución Gaudium et spes.
Fue elegido Papa el 16 de octubre de 1978 -sucediendo de esta manera al Papa Juan Pablo
I, fallecido tras solo treinta y cuatro días de pontificado-, siendo el 263 sucesor del Apóstol San Pedro e
iniciando uno de los más largos pontificados de la historia de la Iglesia (27 años) después
de San Pedro (34 años) y el de Pío IX (39 años).
Mientras saludaba a los fieles en la Plaza de San Pedro, sufrió
un atentado el 13 de mayo de 1981, aniversario de las apariciones de Fátima,
por el sicario y terrorista turco Alí Agca. Meses después, Juan Pablo II le
perdonó públicamente. Desde un primer momento, el Santo Padre atribuyó a una
intervención milagrosa de la
Virgen de Fátima el haber salido incólume, pues la distancia
desde que el turco disparó fue de menos de dos metros. Alí Agca era uno de los
tiradores más expertos conocidos. En acción de gracias a su intervención
maternal, Juan Pablo II colocó la bala del atentado en la corona de la imagen
de la Virgen
de Fátima.
Juan Pablo II es el Papa de los récords: desde el comienzo de su pontificado, el 16 de
octubre de 1978, el Papa Juan Pablo II realizó 104 viajes pastorales fuera de
Italia, y 146 por el interior de este país. Además, como Obispo de Roma ha
visitado 317 de las 333 parroquias romanas.
Con
su elección, se convirtió en el primer Papa no italiano desde 1523 y en el
primero procedente de un país del bloque comunista.
Entre
sus documentos principales se incluyen: 14 Encíclicas, 15
Exhortaciones apostólicas, 11 Constituciones apostólicas y 45
Cartas apostólicas. El Papa también publicó cinco libros: “Cruzando el
umbral de la esperanza” (octubre de 1994); “Don y misterio: en el quincuagésimo
aniversario de mi ordenación sacerdotal” (noviembre de 1996); “Tríptico romano
– Meditaciones”, libro de poesías (Marzo de 2003); “¡Levantaos! ¡Vamos!” (mayo
de 2004) y “Memoria e identidad” (2005).
Juan
Pablo II presidió 147 ceremonias de beatificación -en las que
proclamó 1338 beatos- y 51 canonizaciones, con un total de 482
santos. Celebró 9 consistorios, durante los cuales creó 231 (+ 1 in pectore) Cardenales.
También presidió 6 asambleas plenarias del Colegio Cardenalicio.
Desde
1978 el Santo Padre presidió 15 Asambleas del Sínodo de los Obispos: 6
ordinarias (1980, 1983, 1987, 1990, 1994, 2001), 1 general extraordinaria
(1985), y 8 especiales (1980, 1991, 1994, 1995, 1997, 1998 [2] y 1999).
Ningún
otro Papa se ha encontrado con tantas personas como Juan Pablo II: en cifras,
más de 17.600.100 peregrinos han participado en las más de
1160 Audiencias Generales que se celebran los miércoles. Ese número no
incluye las otras audiencias especiales y las ceremonias religiosas (más de 8
millones de peregrinos durante el Gran Jubileo del año 2000) y los millones de
fieles que el Papa ha encontrado durante las visitas pastorales efectuadas en
Italia y en el resto del mundo. Hay que recordar también las numerosas
personalidades de gobierno con las que se ha entrevistado durante las 38
visitas oficiales y las 738 audiencias o encuentros con jefes de
Estado y 246 audiencias y encuentros con Primeros Ministros.
Tras
un paulatino deterioro físico, producto del desgaste natural del cuerpo a causa
de la vejez –a pesar de lo cual, hasta el último momento cumplió con sus
apariciones públicas y todo tipo de compromisos-, Juan Pablo II falleció el 2
de abril de 2005. Su sucesor, el actual Papa Benedicto XVI, anunció ese mismo
año el inicio del proceso de beatificación, que tuvo lugar el 1 de mayo de
2011.
Mensaje de santidad de Juan Pablo II
Desde sus primeras encíclicas, “Redemptoris hominis” (1979), y “Dives in misericordia” (1980),
Juan Pablo II exaltó el papel de la
Iglesia como maestra de los hombres y destacó la necesidad de
una fe robusta, arraigada en el patrimonio teológico tradicional, y de una
sólida moral, sin mengua de una apertura cristiana al mundo del siglo XX. Denunció
la Teología
de la Liberación ,
criticó la relajación moral y proclamó la unidad espiritual de Europa. Denunció
valientemente lo que él calificó como “cultura de la muerte”, promotora del
aborto, de la anticoncepción, de la eutanasia, entre otras cosas. Condenó
fuertemente el divorcio y reiteró la negativa rotunda de la Santa Sede a la
posibilidad de la ordenación sacerdotal de mujeres. Sin embargo, también se
mostró, al mismo tiempo, como un gran defensor de la justicia social y
económica, abogando en todo momento por la mejora de las condiciones de vida en
los países más pobres del mundo.
Sin embargo, tal vez el más valioso mensaje de santidad, dentro de los miles de mensajes
que nos deja este Papa santo, sea su gran amor a la Eucaristía. Por
ello, meditamos en un breve pasaje de su Encíclica “Ecclesia de Eucharistia”, del 17 de abril de 2003. El Santo Padre hace un análisis del misterio de la Iglesia a partir de una
simple expresión, pronunciada por el sacerdote ministerial luego de la
consagración: “Misterio de la fe”: “Mysterium
fidei! – ¡Misterio de la fe!”. Cuando el sacerdote pronuncia o canta
estas palabras, los presentes aclaman: “Anunciamos tu muerte, proclamamos tu
resurrección, ¡ven Señor Jesús!”. Con éstas o parecidas palabras, la Iglesia , a la vez que se
refiere a Cristo en el misterio de su Pasión, revela también su propio misterio: Ecclesia de Eucharistia. Si
con el don del Espíritu Santo en Pentecostés la Iglesia nace y se encamina
por las vías del mundo, un momento decisivo de su formación es ciertamente la
institución de la
Eucaristía en el Cenáculo. Su fundamento y su hontanar es
todo el Triduum paschale, pero
éste está como incluido, anticipado, y « concentrado » para siempre en el don
eucarístico. En este don, Jesucristo entregaba a la Iglesia la actualización
perenne del misterio pascual. Con él instituyó una misteriosa «
contemporaneidad » entre aquel Triduum
y el transcurrir de todos los siglos”[2].
Luego
de la consagración, el sacerdote dice: “Éste es el misterio de la fe”, y los
presentes responden: “Anunciamos tu muerte, proclamamos tu resurrección, ¡ven
Señor Jesús!”. Al analizar estas frases, el santo Padre Juan Pablo II sostiene
que en estas frases, la
Iglesia , por un lado, se refiere a Cristo en el misterio de
su Pasión, porque reconoce en la
Eucaristía el misterio de la Muerte en cruz y de la Resurrección del
Calvario: “Anunciamos tu muerte, proclamamos tu resurrección”, mientras que,
por otro lado, “revela su propio misterio”, que es el de provenir de la Eucaristía : “Ecclesia
de Eucharistia: la
Eucaristía es el misterio pascual de Cristo, la Iglesia procede del
misterio pascual de Cristo, la
Iglesia procede de la Eucaristía , misterio pascual de Cristo, como de
su fuente.
El
fundamento de la Iglesia
es la Eucaristía ,
y en la Eucaristía
está contenido todo el Triduo Pascual de Jesús, y por eso en la Eucaristía está
contenida la Iglesia.
¿De qué manera está contenida en la Eucaristía el Triduo Pascual de Jesús?
Cuando
Jesús instituye la
Eucaristía , en la Última Cena, es decir, cuando entrega su
Cuerpo en la Hostia
y su Sangre en el Cáliz, lo que hace es anticipar, de modo sacramental, su
misterio pascual. En la Última Cena, que es a su vez la Primera Misa de la historia,
hace lo mismo que hace luego en la cruz: entrega su Cuerpo y su Sangre, en la
Última Cena, en la Hostia
y en el Cáliz; en el Calvario, entrega su Cuerpo y derrama su Sangre en la
cruz, de modo cruento. Pero al mismo tiempo, la Última Cena y el Calvario están
contenidos en la Santa Misa ,
porque la Santa Misa
es la renovación sacramental del sacrificio de la cruz, sacrificio que fue
anticipado a su vez en la Última Cena.
De
esta manera, en la Última Cena están comprendidas la
Santa Misa –es la Primera Misa- y el sacrificio
de la cruz en el Calvario –anticipa en el tiempo el don del Cuerpo y de la Sangre de Cristo en la
cruz-, y a su vez, en la Santa Misa ,
están contenidas la Última Cena –que es la Primera Misa- y el sacrificio
cruento del Calvario, porque la
Misa no es otra cosa que la renovación sacramental,
incruenta, del sacrificio en cruz de Jesús, y por eso se le llama también a la
Santa Misa : “Sacrificio del altar”.
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