San Miguel Arcángel, Príncipe de la Milicia celestial

San Miguel Arcángel, Príncipe de la Milicia celestial
"San Miguel Arcángel, defiéndenos en la batalla, sé nuestro amparo contra la perversidad y acechanzas del demonio; reprímale, Dios, pedimos suplicantes, y tú, Príncipe de la Milicia celestial, arroja al infierno, con el divino poder, a Satanás y a los demás espíritus malignos, que andan dispersos por el mundo para la perdición de las almas. Amén".

miércoles, 20 de septiembre de 2023

Las llagas del Padre Pío y el Amor de Dios

 



         Dentro de la inmensidad de dones, virtudes y prodigios que caracterizan la vida del Padre Pío, hay algo que sobresale a primera vista y es la presencia de las Llagas o estigmas, es decir, las heridas en sus manos, en sus pies y en su costado. Podemos preguntarnos qué significado tienen y cuál es la relación de esas llagas con cada uno de nosotros.

         Con relación a su significado, las Llagas del Padre Pío, si bien las llevaba él en su cuerpo, hay que decir que son las mismas Llagas de Cristo. Es decir, esas heridas abiertas y sangrantes que sufrió Nuestro Señor Jesucristo en la cruz, en el Monte Calvario, son las mismas Llagas que llevó el Padre Pío en su vida terrena y aunque él las cubría con un mitón o paño de lana, las heridas, cuando aparecían y por el tiempo que aparecían, ya que había momentos en que desaparecían, no dejaban de sangrar. Algo que hay que tener en cuenta es lo siguiente: si bien nosotros vemos fotos e incluso algunas filmaciones del Padre Pío en donde se lo ve sonriente con sus mitones en las manos, no es que las heridas no le doliesen: le dolían tal y como le dolían a Nuestro Señor Jesucristo en la cruz, pero el Padre Pío, sobreponiéndose al dolor, no dejaba de tener una sonrisa paternal y afectuosa en su rostro, para todo aquel que se le acercaba y de tal manera era así, que podemos decir que la inmensa mayoría no se daba cuenta del dolor que sufría el Padre Pío por llevar consigo las Llagas de Cristo. Otro detalle a tener en cuenta es que las Llagas nunca se infectaban, siempre permanecían abiertas y sangrantes, con sangre fresca y con los bordes de las heridas frescos y abiertos, lo cual indica dos cosas: una, que la ausencia de infección es signo de la pureza, no solo del Padre Pío, sino ante todo de Nuestro Señor Jesucristo, que en cuanto Dios, es la Pureza Increada, es el Cordero Inmaculado, sin mancha alguna de pecado y la Santidad Increada en Sí misma. El hecho de que siempre estuvieran sangrantes, es señal de que Cristo derramó, literalmente, hasta la última gota de su Sangre Preciosísima, para salvarnos de la eterna condenación, para perdonarnos nuestros pecados, para convertirnos en hijos adoptivos de Dios y para sí llevarnos al Cielo, al final de nuestra vida terrena.

         En cuanto a la relación que tienen las Llagas de Cristo, portadas por el Padre Pío en su vida terrena, son una señal visible, tangible, perceptible, del Amor de Dios por todos y cada uno de nosotros. Es decir, si alguno se pusiera a pensar y dijera: “¿Es verdad que me ama Dios, como si yo fuera el único ser humano en la tierra? Y si me ama, ¿cuál es la medida de su Amor por mí?”. Si alguien se hiciera esas preguntas, solo con contemplar las Llagas del Padre Pío, tendría de inmediato las respuestas: Dios nos ama a cada uno de nosotros como si cada uno de nosotros fuera el único habitante de la tierra, de manera que el Amor de Dios por nosotros no tiene límite ni medida, es infinito y eterno, así como es Dios, infinito y eterno; además, la medida del Amor de Dios por cada uno de nosotros, se puede comprobar también en las Llagas del Padre Pío, las Llagas de Cristo, porque lo que lo hace sufrir a Cristo su Calvario y su Pasión, como dice la Sierva de Dios Luisa Piccarretta, es el Amor, su Amor infinito y eterno por nosotros. Uno podría pensar que los flagelos, las trompadas, los golpes de todo tipo son los que hacen sufrir al Señor Jesús y no es así: el verdadero verdugo de Nuestro Señor Jesús es el Amor, porque es el Amor el que lo lleva a sufrir todo tipo de dolores y de amarguras, de penas y de tristezas, con el solo fin de salvarnos.

         Al recordar al Padre Pío en su día, le pidamos que interceda por nosotros, para que no solo nunca nos quejemos de la Cruz, sino que seamos capaces de llevarla con amor, caminando detrás de Jesús por el Camino Real de la Cruz, el Via Crucis, el Único Camino que conduce al Cielo.

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