Dentro de
la inmensidad de dones, virtudes y prodigios que caracterizan la vida del Padre
Pío, hay algo que sobresale a primera vista y es la presencia de las Llagas o
estigmas, es decir, las heridas en sus manos, en sus pies y en su costado. Podemos
preguntarnos qué significado tienen y cuál es la relación de esas llagas con
cada uno de nosotros.
Con relación
a su significado, las Llagas del Padre Pío, si bien las llevaba él en su
cuerpo, hay que decir que son las mismas Llagas de Cristo. Es decir, esas
heridas abiertas y sangrantes que sufrió Nuestro Señor Jesucristo en la cruz,
en el Monte Calvario, son las mismas Llagas que llevó el Padre Pío en su vida
terrena y aunque él las cubría con un mitón o paño de lana, las heridas, cuando
aparecían y por el tiempo que aparecían, ya que había momentos en que desaparecían,
no dejaban de sangrar. Algo que hay que tener en cuenta es lo siguiente: si
bien nosotros vemos fotos e incluso algunas filmaciones del Padre Pío en donde
se lo ve sonriente con sus mitones en las manos, no es que las heridas no le
doliesen: le dolían tal y como le dolían a Nuestro Señor Jesucristo en la cruz,
pero el Padre Pío, sobreponiéndose al dolor, no dejaba de tener una sonrisa
paternal y afectuosa en su rostro, para todo aquel que se le acercaba y de tal
manera era así, que podemos decir que la inmensa mayoría no se daba cuenta del
dolor que sufría el Padre Pío por llevar consigo las Llagas de Cristo. Otro detalle
a tener en cuenta es que las Llagas nunca se infectaban, siempre permanecían
abiertas y sangrantes, con sangre fresca y con los bordes de las heridas
frescos y abiertos, lo cual indica dos cosas: una, que la ausencia de infección
es signo de la pureza, no solo del Padre Pío, sino ante todo de Nuestro Señor
Jesucristo, que en cuanto Dios, es la Pureza Increada, es el Cordero
Inmaculado, sin mancha alguna de pecado y la Santidad Increada en Sí misma. El hecho
de que siempre estuvieran sangrantes, es señal de que Cristo derramó, literalmente,
hasta la última gota de su Sangre Preciosísima, para salvarnos de la eterna
condenación, para perdonarnos nuestros pecados, para convertirnos en hijos
adoptivos de Dios y para sí llevarnos al Cielo, al final de nuestra vida terrena.
En cuanto
a la relación que tienen las Llagas de Cristo, portadas por el Padre Pío en su
vida terrena, son una señal visible, tangible, perceptible, del Amor de Dios
por todos y cada uno de nosotros. Es decir, si alguno se pusiera a pensar y
dijera: “¿Es verdad que me ama Dios, como si yo fuera el único ser humano en la
tierra? Y si me ama, ¿cuál es la medida de su Amor por mí?”. Si alguien se
hiciera esas preguntas, solo con contemplar las Llagas del Padre Pío, tendría
de inmediato las respuestas: Dios nos ama a cada uno de nosotros como si cada
uno de nosotros fuera el único habitante de la tierra, de manera que el Amor de
Dios por nosotros no tiene límite ni medida, es infinito y eterno, así como es
Dios, infinito y eterno; además, la medida del Amor de Dios por cada uno de nosotros,
se puede comprobar también en las Llagas del Padre Pío, las Llagas de Cristo,
porque lo que lo hace sufrir a Cristo su Calvario y su Pasión, como dice la
Sierva de Dios Luisa Piccarretta, es el Amor, su Amor infinito y eterno por
nosotros. Uno podría pensar que los flagelos, las trompadas, los golpes de todo
tipo son los que hacen sufrir al Señor Jesús y no es así: el verdadero verdugo
de Nuestro Señor Jesús es el Amor, porque es el Amor el que lo lleva a sufrir
todo tipo de dolores y de amarguras, de penas y de tristezas, con el solo fin
de salvarnos.
Al recordar
al Padre Pío en su día, le pidamos que interceda por nosotros, para que no solo
nunca nos quejemos de la Cruz, sino que seamos capaces de llevarla con amor, caminando
detrás de Jesús por el Camino Real de la Cruz, el Via Crucis, el Único Camino
que conduce al Cielo.
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