San Miguel Arcángel, Príncipe de la Milicia celestial

San Miguel Arcángel, Príncipe de la Milicia celestial
"San Miguel Arcángel, defiéndenos en la batalla, sé nuestro amparo contra la perversidad y acechanzas del demonio; reprímale, Dios, pedimos suplicantes, y tú, Príncipe de la Milicia celestial, arroja al infierno, con el divino poder, a Satanás y a los demás espíritus malignos, que andan dispersos por el mundo para la perdición de las almas. Amén".

jueves, 28 de septiembre de 2023

San Miguel Arcángel

 



         Junto a San Gabriel y San Rafael, San Miguel Arcángel es uno de los tres grandes Arcángeles nombrados explícitamente en las Sagradas Escrituras. Lo que se debe tener en cuenta, cuando se reflexiona sobre los ángeles, es que estos son personas, personas angélicas, pues están dotadas de inteligencia y voluntad, que es lo que define a una persona. En cuanto a los tipos de personas que hay, debemos decir que hay tres personas: las personas humanas, compuestas de cuerpo material y espíritu inmaterial; los ángeles, como San Miguel Arcángel, quienes son puro espíritu, sin materia y finalmente, las Tres Divinas Personas, el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, Dios Uno y Trino, Creador de las personas angélicas y humanas. En un mundo como el nuestro, volcado hacia el materialismo, que ha quitado del horizonte de su existencia la vida eterna y solo desea gozar y disfrutar sensiblemente del momento presente, los ángeles quedan relegados a una parte de la historia y de la cultura humana, en la que la fantasía de los hombres los retrataba en el arte, pero que en realidad no tienen existencia. Y sin embargo, los ángeles, como San Miguel Arcángel, son seres reales, son personas angélicas, puros espíritus, dotados de inteligencia y voluntad y de ninguna manera son una simple expresión artística surgida de la imaginación humana.

         Los ángeles, creados por Dios, tuvieron un instante, medido en el tiempo angélico, para que con su libertad, que es el otro atributo esencial que caracteriza a la persona, sea humana, angélica o divina, eligiesen amar, adorar y servir a Dios Trinidad, para lo cual habían sido creados, o bien rechazarlo, puesto que Dios los creó con libertad, por amor, para recibir de ellos el amor angélico, pero Dios no fuerza a nadie en su libertad y es así como los ángeles que se eligieron a sí mismos en vez de Dios Trino, fueron expulsados para siempre del Cielo y de la visión beatífica de las Tres Divinas Personas. Los demás ángeles, que eligieron amar, adorar y servir a Dios Trino, bajo las órdenes de San Miguel Arcángel, entablaron una lucha en el Cielo, tal como lo describe la Escritura y luego de esa lucha ya no hubo lugar en el Cielo para ellos, siendo precipitados a la tierra para luego ser sepultados para siempre en el Infierno. El Libro del Apocalipsis[1] dice así: “Hubo un gran combate en los cielos. Miguel y sus ángeles lucharon contra el Dragón. También el Dragón y sus ángeles combatieron, pero no prevalecieron y no hubo ya lugar en el Cielo para ellos. Y fue arrojado el Dragón, la Serpiente antigua, el llamado Diablo y Satanás, el seductor del mundo entero; fue arrojado a la tierra y sus ángeles con él”.

         San Miguel Arcángel es quien, ante la Primera Mentira proclamada en el Cielo por parte del Ángel blasfemo Satanás, quien dijo de sí mismo: “¡Yo soy como dios!”, dijo, con voz fuerte y potente: “¿Quién como Dios? ¡Nadie como Dios!” y luego de dicho esto, se dispuso a la batalla en la cual los ángeles rebeldes, con Satanás a la cabeza, fueron expulsados del Cielo para caer en la tierra precipitados como un rayo, tal como lo dice Jesús: “Vi a Satanás caer como un rayo del cielo”. Por esta razón, San Miguel Arcángel es el encargado de frustrar los planes de Satanás o Lucifer, siempre bajo el mando y las órdenes de la Santísima Trinidad. Es también por esta razón que en el arte se lo representa como un ángel con armadura de general romano, amenazando con una lanza o espada a Satanás, quien yace vencido a sus pies. También suele ser representado pesando las almas en la balanza puesto que, según la Tradición, será San Miguel Arcángel quien, bajo las órdenes de Nuestro Señor Jesucristo, pesará las almas en el Día del Juicio Final, para dar a cada una lo que cada una se mereció libremente por sus obras libremente realizadas, o el Cielo o el Infierno.

         En nuestros días sucede un fenómeno nunca antes visto en la historia de la humanidad: si hasta hace poco la jugada maestra del Demonio para con los hombres era convencerlos de que no existía, ahora, en cambio, se muestra abiertamente a través de las numerosas sectas, iglesias y templos satánicos que han surgido a lo largo y ancho de todo el mundo y ha convencido, a los hombres sin Dios, que él es su dios y que él les puede conceder lo que le pidan, a cambio de que los hombres les entreguen sus almas.

         Los cristianos no podemos, de ninguna manera, dejarnos engañar por la Serpiente Antigua y no seremos engañados si permanecemos arrodillados frente a la Santa Cruz de Jesús, cubiertos con el Manto celeste y blanco de la Inmaculada Concepción y protegidos por la espada de doble filo de San Miguel Arcángel, a quien debemos pedir que, en nombre de la Trinidad Santísima, nos proteja en todo momento de las acechanzas y perversidades del Demonio.



[1] 12, 7-9.

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