Junto a San
Gabriel y San Rafael, San Miguel Arcángel es uno de los tres grandes Arcángeles
nombrados explícitamente en las Sagradas Escrituras. Lo que se debe tener en
cuenta, cuando se reflexiona sobre los ángeles, es que estos son personas,
personas angélicas, pues están dotadas de inteligencia y voluntad, que es lo
que define a una persona. En cuanto a los tipos de personas que hay, debemos
decir que hay tres personas: las personas humanas, compuestas de cuerpo material
y espíritu inmaterial; los ángeles, como San Miguel Arcángel, quienes son puro
espíritu, sin materia y finalmente, las Tres Divinas Personas, el Padre, el
Hijo y el Espíritu Santo, Dios Uno y Trino, Creador de las personas angélicas y
humanas. En un mundo como el nuestro, volcado hacia el materialismo, que ha
quitado del horizonte de su existencia la vida eterna y solo desea gozar y
disfrutar sensiblemente del momento presente, los ángeles quedan relegados a
una parte de la historia y de la cultura humana, en la que la fantasía de los
hombres los retrataba en el arte, pero que en realidad no tienen existencia. Y sin
embargo, los ángeles, como San Miguel Arcángel, son seres reales, son personas
angélicas, puros espíritus, dotados de inteligencia y voluntad y de ninguna
manera son una simple expresión artística surgida de la imaginación humana.
Los ángeles,
creados por Dios, tuvieron un instante, medido en el tiempo angélico, para que
con su libertad, que es el otro atributo esencial que caracteriza a la persona,
sea humana, angélica o divina, eligiesen amar, adorar y servir a Dios Trinidad,
para lo cual habían sido creados, o bien rechazarlo, puesto que Dios los creó
con libertad, por amor, para recibir de ellos el amor angélico, pero Dios no
fuerza a nadie en su libertad y es así como los ángeles que se eligieron a sí
mismos en vez de Dios Trino, fueron expulsados para siempre del Cielo y de la
visión beatífica de las Tres Divinas Personas. Los demás ángeles, que eligieron
amar, adorar y servir a Dios Trino, bajo las órdenes de San Miguel Arcángel,
entablaron una lucha en el Cielo, tal como lo describe la Escritura y luego de
esa lucha ya no hubo lugar en el Cielo para ellos, siendo precipitados a la
tierra para luego ser sepultados para siempre en el Infierno. El Libro del
Apocalipsis[1]
dice así: “Hubo un gran combate en
los cielos. Miguel y sus ángeles lucharon contra el Dragón. También el Dragón y
sus ángeles combatieron, pero no prevalecieron y no hubo ya lugar en el Cielo
para ellos. Y fue arrojado el Dragón, la Serpiente antigua, el llamado Diablo y
Satanás, el seductor del mundo entero; fue arrojado a la tierra y sus ángeles
con él”.
San Miguel Arcángel es quien, ante la Primera Mentira
proclamada en el Cielo por parte del Ángel blasfemo Satanás, quien dijo de sí
mismo: “¡Yo soy como dios!”, dijo, con voz fuerte y potente: “¿Quién como Dios?
¡Nadie como Dios!” y luego de dicho esto, se dispuso a la batalla en la cual
los ángeles rebeldes, con Satanás a la cabeza, fueron expulsados del Cielo para
caer en la tierra precipitados como un rayo, tal como lo dice Jesús: “Vi a
Satanás caer como un rayo del cielo”. Por esta razón, San Miguel Arcángel es el
encargado de frustrar los planes de Satanás o Lucifer, siempre bajo el mando y
las órdenes de la Santísima Trinidad. Es también por esta razón que en el arte se
lo representa como un ángel con armadura de general romano, amenazando con una
lanza o espada a Satanás, quien yace vencido a sus pies. También suele ser
representado pesando las almas en la balanza puesto que, según la Tradición,
será San Miguel Arcángel quien, bajo las órdenes de Nuestro Señor Jesucristo,
pesará las almas en el Día del Juicio Final, para dar a cada una lo que cada
una se mereció libremente por sus obras libremente realizadas, o el Cielo o el
Infierno.
En nuestros
días sucede un fenómeno nunca antes visto en la historia de la humanidad: si
hasta hace poco la jugada maestra del Demonio para con los hombres era convencerlos
de que no existía, ahora, en cambio, se muestra abiertamente a través de las
numerosas sectas, iglesias y templos satánicos que han surgido a lo largo y
ancho de todo el mundo y ha convencido, a los hombres sin Dios, que él es su
dios y que él les puede conceder lo que le pidan, a cambio de que los hombres
les entreguen sus almas.
Los cristianos
no podemos, de ninguna manera, dejarnos engañar por la Serpiente Antigua y no
seremos engañados si permanecemos arrodillados frente a la Santa Cruz de Jesús,
cubiertos con el Manto celeste y blanco de la Inmaculada Concepción y
protegidos por la espada de doble filo de San Miguel Arcángel, a quien debemos
pedir que, en nombre de la Trinidad Santísima, nos proteja en todo momento de
las acechanzas y perversidades del Demonio.
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