Una de las características más notorias del Padre Pío, además de su extraordinaria vida de santidad, son los estigmas visibles de Cristo, que llevó durante casi toda su vida en sus manos, sus pies y su costado. Debemos preguntarnos qué es lo que significan estos estigmas y porqué los llevó el Padre Pío, para que no queden estos en una mera curiosidad.
Ante todo, hay que decir que los estigmas no son un
producto de la mente o el espíritu del Padre Pío, ya que es imposible que el
ser humano se los provoque a sí mismo, a voluntad: como tales, son un don de
Dios, por medio de los cuales quiso hacer partícipe, al Padre Pío, de modo
extraordinario, del misterio de su Pasión redentora. Es decir, los estigmas son
un don divino, por medio de los cuales Dios hizo que el Padre Pío participara,
lo más cerca que una creatura humana puede hacerlo, de su Pasión con la cual
salvó a la humanidad. Por otra parte, hay que decir que los estigmas, siendo
verdaderos, eran también dolorosos, lo cual significa que cuando le aparecían,
el Padre Pío sufría intensamente los mismos dolores de Jesucristo en la Cruz y,
al igual que Cristo, ofrecía estos dolores, movido por el Amor de Dios, para la
conversión de los pecadores y la salvación de las almas.
De modo particular, el Padre Pío sufría con mayor
intensidad el dolor de los estigmas durante la celebración de la Santa Misa, porque
la Santa Misa es la renovación incruenta del Santo Sacrificio del Calvario, que
es el lugar en donde el dolor de Jesús en sus heridas alcanzó su máxima intensidad.
Pero hay algo más que debemos tener en cuenta con relación a
los estigmas y es que, al igual que Cristo, el Padre Pío no sólo experimentaba
el dolor de la transfixión y del lanzazo en el costado, sino que también
experimentaba el Amor de Dios, Amor por el cual Cristo permitió ser herido y
sufrió los dolores de la crucifixión. Dolor, pero no solo dolor, sino Amor y
Amor Divino, es lo que experimentaba, con máxima intensidad, el Padre Pío, en
cada Santa Misa, al llevar en su cuerpo los estigmas de Cristo.
Nosotros no tenemos los estigmas de Cristo, pero al
participar de la Santa Misa, renovación incruenta y sacramental del Santo
Sacrificio de la Cruz, pidamos la gracia de vivir la Santa Misa con dolor
espiritual por nuestros pecados y los del mundo entero, y con amor de agradecimiento
al Cordero de Dios, que por nuestro amor y por nuestra salvación, se inmola de
forma incruenta cada vez, en el Santo Altar Eucarístico.
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