San Miguel Arcángel, Príncipe de la Milicia celestial

San Miguel Arcángel, Príncipe de la Milicia celestial
"San Miguel Arcángel, defiéndenos en la batalla, sé nuestro amparo contra la perversidad y acechanzas del demonio; reprímale, Dios, pedimos suplicantes, y tú, Príncipe de la Milicia celestial, arroja al infierno, con el divino poder, a Satanás y a los demás espíritus malignos, que andan dispersos por el mundo para la perdición de las almas. Amén".

domingo, 27 de septiembre de 2020

Santos Ángeles Custodios

 


          Los Ángeles, seres espirituales puros, fueron creados por Dios con el fin de conocerlo, amarlo y servirlo, que es el mismo fin para el cual fue creado el hombre. Lo que sucedió fue que, después de su creación y antes de que pudieran contemplar por sí mismos la Divina Esencia, los Ángeles fueron puestos a prueba, es decir, debían elegir, al ser seres libres, entre amar y servir a Dios, o no, es decir, debían elegir entre cumplir el fin para el cual fueron creados, o no. Muchos ángeles se decidieron por Dios y por eso pasaron la prueba y ahora están, por la eternidad, contemplando su gloria, amándolo y adorándolo; pero muchos otros ángeles, con Satanás a la cabeza, se rebelaron contra Dios y decidieron no cumplir el fin para el cual fueron creados, con lo que fueron expulsados del Cielo para siempre, siendo condenados al Infierno, lugar creado especialmente para ellos.

          Nuestra vida terrena es lo que para los ángeles fue la prueba, es decir, nuestra vida terrena es también una prueba, para que nos decidamos por Dios o contra Dios; para eso es que vivimos, unos más y otros menos, en esta tierra. A diferencia de los ángeles, nosotros estamos sometidos al paso del tiempo, a un antes y un después, y en el tiempo sobrevienen las tentaciones, pruebas y tribulaciones, que pueden alejarnos o acercarnos a Dios, según cómo las vivamos. Para que esta vida terrena, que es una prueba para el Cielo, pueda ser superada por nosotros, Dios dispuso, en su Divina Providencia, que desde que somos concebidos en el seno materno, dispongamos de un Ángel de la Guarda, el cual no sólo nos ayudará a evitar toda clase de peligros y no sólo nos ayudará incluso en nuestras tareas domésticas, sino que, lo más importante de todo, nos enseñará y ayudará a que siempre elijamos a Dios Trino en nuestras acciones, de manera que vivamos en gracia y así, al final de la vida terrena, seamos conducidos al Reino de los cielos, para contemplar a la Trinidad y al Cordero por los siglos sin fin. Acudamos siempre a nuestros Santos Ángeles Custodios, para que no solo tengamos en nuestra mente y corazón a Dios Trino, sino también en las obras libres que hagamos, de modo que merezcamos vivir la vida eterna en compañía de la Virgen, de los Ángeles y de los Santos en el Cielo.


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