Los Ángeles son seres puramente espirituales, que carecen
de una corporeidad material, como la nuestra. Junto con nosotros, los seres
humanos, los Ángeles forman parte de la Creación de seres inteligentes creados
por Dios al inicio de los tiempos. A diferencia de nosotros, carecen de cuerpo,
pero a semejanza de nosotros, poseen inteligencia y voluntad y por eso son
llamados “personas”. La Iglesia celebra a tres Arcángeles en particular,
Miguel, Gabriel y Rafael, puesto que son los únicos nombrados en la Biblia
-aunque hay muchísimos más- y porque intervinieron, de una forma u otra, en la
historia de la salvación de Jesucristo. Es conveniente recordar que hay otros
ángeles, creados buenos por Dios, pero que se hicieron malos por propia
voluntad, al no querer cumplir el fin para el cual fueron creados, esto es,
amar y servir a Dios Uno y Trino y al Verbo Encarnado. Hay que recordar también
que estos ángeles caídos se disfrazan de ángeles de luz y es por eso que ahora
circulan oraciones a ángeles caídos, que son demonios, que se hacen llamar “Uriel”,
“Azrael”, etc. Hay que saber que a estos ángeles no hay que rezarles, porque si
uno lo hace, le está rezando a demonios.
Otro aspecto a tener en cuenta es que los Ángeles buenos
como Miguel, Gabriel y Rafael, tienen muchos buenos consejos para darnos: al haber
participado ellos en la batalla en los cielos, entre ángeles buenos y malos, los
Arcángeles Miguel, Gabriel y Rafael pueden, si nosotros se los pedimos en la
oración, hablarnos de cómo es Dios Trino, de su Belleza, de su Amor, de su
deseo de que todos habitemos algún día en el Cielo; también pueden compartirnos
de su experiencia de cómo es luchar contra los ángeles de las tinieblas, de
manera que nosotros tengamos conocimiento y la gracia suficiente para enfrentar
a estos ángeles oscuros y, con la ayuda de Dios, salir triunfantes en la lucha.
Porque toda esta vida se reduce a una cosa: a una batalla, que no se libra en
los cielos, sino en nuestros corazones, por la conquista de nuestros corazones,
sea por Dios Trino y sus ángeles y santos, sea por el Demonio y los ángeles
caídos que lo siguieron. Si queremos, al final de la vida terrena, ser llevados
al Reino de los cielos, para servir, amar y adorar a Dios Uno y Trino y al
Cordero por la eternidad, entonces invoquemos con frecuencia a los santos Arcángeles
Miguel, Gabriel y Rafael; así, acompañados por ellos en la tierra, adoraremos
al Cordero por la eternidad en los cielos.
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