San Expedito era un soldado romano que vivía en el
paganismo, es decir, no conocía ni a Dios Trinidad ni a su Mesías, Cristo
Jesús. No conocía el Credo, no conocía los Diez Mandamientos, no estaba
bautizado. Además de eso, era pagano, es decir, tenía a ídolos por dioses y es
así que ante los problemas, en vez de rezarle a Jesús, o a la Virgen, o a los
santos, o a los ángeles, como hacen los cristianos, acudía a los brujos y le
rezaba a los ídolos. Como si alguien, en nuestros días, frente a un problema,
en vez de acudir a la Iglesia a rezar, fuera a un brujo para que le haga magia
y le solucione sus problemas por intermedio de San La Muerte, el Gauchito Gil,
la Difunta Correa.
Pero sucedió que un día Dios Trino se apiadó de él y le
envió la gracia de conocer a Jesucristo: San Expedito entonces tuvo, ante sí,
el conocimiento de quién era Jesús, sabía que Jesús era Dios y Hombre; sabía
que Jesús se había encarnado para subir a la Cruz y morir para salvarlo del
pecado, del Demonio y de la muerte; sabía que prolongaba su Encarnación en la
Eucaristía y que por eso estaba vivo y glorioso en la Eucaristía; sabía que
Jesús había dejado los Mandamientos de Dios; sabía que Jesús había vencido para
siempre a los ídolos paganos a los cuales él le rezaba; sabía que los brujos no
tenían ningún poder sobre la cruz y que la cruz vencía a todos los brujos y a
todos los demonios del infierno juntos; sabía que Jesús habría de venir un día
a juzgar a vivos y muertos y que iba a dar el cielo a los que vivieran en gracia
y el infierno a los que vivieran en estado de pecado mortal. En un momento
dado, San Expedito sabía todo esto, pero debía elegir, porque cuando Dios da la
gracia, debemos aceptar la gracia, ya que para eso nos hizo libres. Entonces,
San Expedito debía elegir: o aceptaba a Cristo y su Cruz y comenzaba a vivir
como cristiano, sirviendo a Cristo como a su Señor, o rechazaba a Jesús y su
Cruz y continuaba viviendo como pagano, adorando a los ídolos y siendo esclavo
de ellos.
El Demonio, que se había acercado bajo la figura de un
cuervo, lo tentaba diciéndole: “Cras, cras”, que significa “mañana, mañana”, es
decir, lo tentaba para que dejara su conversión para mañana, que ya habría
tiempo para ser cristiano, que él continuara siendo pagano. Pero eso es un
error, porque no sabemos si hemos de amanecer vivos el día de mañana. Entonces San
Expedito, alzando en alto la Cruz y recibiendo de la Cruz la gracia y la fuerza
para elegir al Hombre-Dios Jesucristo, dijo: “Hodie!”, que quiere decir, “¡Hoy!”,
es decir, “Hoy elijo a Cristo como a mi Dios y Señor; hoy comienzo a ser
cristiano; hoy abrazo la Cruz; hoy comienzo a recibir a Jesús en la Eucaristía;
hoy elijo a la Virgen como mi Madre; hoy dejo de lado la vida de pagano y mis
antiguas creencias supersticiosas; hoy comienzo mi preparación para ir al
Cielo!”. Y al mismo tiempo, con la fuerza que le daba la Cruz, aplastó la
cabeza del Demonio, que se le había acercado bajo la forma de cuervo.
Porque San Expedito no dudó ni un instante en elegir a
Cristo, es que es el Santo de las causas urgentes y la primera causa urgente,
para nosotros y para nuestros seres queridos, es la conversión eucarística del
alma, es decir, la conversión a Cristo Eucaristía.
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