El Evangelio que narra el martirio de San Esteban revela el asombroso
evento sobrenatural que implica la muerte de un mártir (cfr. Hech 6, 8ss). Por un lado, se describe el estado espiritual de San Esteban,
inmediatamente antes del martirio: “Esteban, lleno de gracia”, expresión que
hace recordar al saludo del Ángel a la Santísima Virgen María: “Salve, Llena de
gracia” (cfr. Lc 1, 28); en el caso de
María, significa la inhabitación del Espíritu Santo desde su Inmaculada
Concepción; en el caso de San Esteban, significa también la inhabitación del
Espíritu Santo en su alma aunque, obviamente, en este momento de su martirio. Esta
inhabitación o presencia del Espíritu Santo en el alma de San Esteban, explica
su condición de “lleno de gracia” y también la posesión de “fortaleza”, una
fortaleza más que sobrehumana, sobrenatural, porque es la fortaleza misma de
Dios Trino, la que le es comunicada al mártir, y es la que explica no solo ausencia
de desesperación y de rencor o enojo hacia sus verdugos, sino la absoluta calma
y el amor de caridad hacia quienes le quitan la vida. En efecto, antes de
morir, San Esteban, lleno de la paz de Dios, suplica por aquellos que lo están
lapidando: “No les tengas en cuenta este pecado”, lo cual es un acto de amor
sobrenatural, imposible de realizar con las solas fuerzas de la naturaleza
humana y que es una participación al amor de caridad manifestado por Jesucristo
en la Cruz cuando, con similares palabras, imploró al Padre la misericordia
para nosotros, pecadores, sus verdugos: “Perdónalos, Padre, porque no saben lo
que hacen” (Lc 23, 34).
Es
también la presencia del Espíritu Santo en el alma de Esteban, lo que explica
la visión sobrenatural que experimenta, instantes previos a su muerte:
contempla, extasiado, a Cristo Jesús, a la derecha de Dios Padre, en el Cielo,
allí adonde irá inmediatamente después de su muerte. En tiempos en los que los
católicos, vergonzosamente, callan el nombre de Jesús -de manera concreta, en
esta Navidad de 2017, dos noticias que reflejan un panorama generalizado: un colegio
vasco reemplazó “Jesús” por “Perú” en los villancicos, para no ofender a los
musulmanes[1], mientras que otro colegio
católico alemán directamente suprimió el festejo de Navidad, también para no “ofender”
a los musulmanes[2]-,
la muerte martirial de San Esteban es un ejemplo de amor al Santísimo Nombre de
Jesús, el Único Nombre dado a los hombres para su salvación. ¿Dónde obtendremos
la fuerza sobrenatural necesaria para no sucumbir, también nosotros, al “buenismo”
entreguista y traidor que corre como un viento helado entre las filas de los católicos?
De la adoración eucarística: así como San Esteban contempló a Jesús en el Cielo,
a la derecha del Padre, recibiendo de Él la fuerza del Espíritu Santo, así
nosotros contemplamos a Jesús Eucaristía, en esa parte del Cielo que es el
Altar Eucarístico, y recibimos de Él la fuerza del Espíritu Santo, para que seamos
capaces de elegir la muerte, antes que renegar del Santísimo Nombre de Jesús. De
Jesús Eucaristía recibimos el Espíritu Santo que nos graba a fuego, en la mente
y en el corazón, las palabras de Jesús: “Al que me confiese delante de los hombres,
Yo lo confesaré delante de mi Padre (…) al que me niegue delante de los
hombres, Yo lo negaré delante de mi Padre” (cfr. Mt 10, 32-33).
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