Los
dolores de San José son una participación a los dolores de la Cruz de su Hijo
adoptivo Jesús; los gozos, son los gozos celestiales, y a todos los encontramos
en la Sagrada Escritura. En preparación a su fiesta, el 19 de marzo, ofrecemos
estas meditaciones, inspiradas en las ilustraciones del Santuario de
Torreciudad. San Josemaría de Escrivá de Balaguer, entre otros santos, tenía
gran devoción a San José.
Quinto
Dolor y Quinto Gozo de San José
El
Quinto Dolor de San José se origina a causa de un doble misterio de iniquidad:
la malicia del corazón del hombre, azuzada y atizada por el demonio, puesto que
Herodes quiere matar al Niño, tal como se lo advierte el ángel, apareciéndosele
en sueños a San José: “El ángel del Señor se apareció en sueños a José y le
dijo: Levántate, toma al niño y a su madre, y huye a Egipto, y estate allí
hasta que yo te avise, porque Herodes va a buscar al niño para matarlo” (Mt 2,13). Herodes quiere matar al Niño,
porque se ha enterado de que ha nacido, y teme por su sucesión real, teme que
el Niño sea nombrado rey en su lugar. Esto, que podría parecer un caso de
intriga política y de palacios reales, es en realidad una continuación de la
lucha entablada en el cielo entre el Demonio y Dios Trino, cuando el Demonio,
en la ceguera que le provocaba su soberbia, dijo de sí mismo: “¡Yo soy como
Dios!”, recibiendo al instante la respuesta de San Miguel Arcángel, quien con
grito poderoso lo hizo callar diciendo. “¿Quién como Dios? ¡Nadie como Dios!”. Y
fue en ese momento que “se entabló una lucha en los cielos”, peleando el
Demonio y sus ángeles, contra San Miguel Arcángel y los ángeles de luz, y como
dice el Apocalipsis, Satanás y los suyos “no prevalecieron” y ya “no hubo lugar
para ellos” (cfr. Ap 7, 9), por lo
que fueron expulsados del cielo para siempre, cayendo Satanás “como un rayo”,
como lo vio Nuestro Señor Jesucristo (cfr. Lc
10, 18). Herodes quiere matar al Niño porque el Demonio se vale de su negro
corazón y de sus mezquinas ambiciones políticas –por un poco de poder y de
dinero, que no habrán de durarle más que unos pocos años, antes de tener que rendir
cuentas a Dios en su Juicio particular-, no duda en intentar asesinar a un
pobre niño recién nacido. La locura de Herodes y su desmedida sed de poder, lo
lleva a cometer unos de los más atroces y brutales asesinatos en masa: la
matanza de los Inocentes, porque da la orden de asesinar a todo niño menor de
dos años, con la siniestra esperanza de que, entre todos esos niños muertos, se
encuentre el Niño Dios, el Niño que, en su paranoia criminal, creía que habría
de arrebatarle su trono. Es así entonces como este anuncio del ángel provoca a
San José su Quinto Dolor, un dolor que le estruja el corazón y que lo lleva a
tomar inmediatamente al Niño y a la Virgen para huir en dirección a Egipto,
cumpliendo las disposiciones divinas. Al decidir huir a Egipto, con la Virgen
que lleva al Niño en sus brazos, San José da cumplimiento a la escena descripta
por el Apocalipsis: “La Mujer tomó en brazos a su hijo recién nacido y lo llevó
al desierto, para que el Dragón no lo devorara apenas naciera” (cfr. Ap 12, 4-5). Hoy ya no está Herodes,
pero sí existen los modernos Herodes, sus sucesores, quienes asesinan a los
niños, inexplicablemente, a los niños en el vientre materno, pero también en
las guerras, por la droga, por el crimen, por la pornografía. La locura asesina
y el delirio paranoico de Herodes se continúa en sus modernos herederos,
quienes asesinan a los niños por nacer, aunque estos no representen, en
absoluto, ninguna amenaza de ningún tipo para sus vidas. Para estos modernos
Herodes también hay un juicio particular esperándolos, un juicio que será
inflexible y sin misericordia, si no cambian a tiempo. Pero en el Apocalipsis relata
cómo el Dragón intenta matar a la Mujer y a su Hijo, vomitando un río de su
boca, con el objetivo de ahogarlos, aunque no lo consigue, porque la tierra se
abre y absorbe el agua del Dragón y porque a la Mujer se le dan “dos alas de
águila” con las que “huye al desierto” para poner a salvo a su Hijo: “Y la
serpiente arrojó de su boca, tras la mujer, agua como un río, para que fuese
arrastrada por el río. Pero la tierra ayudó a la mujer, pues la tierra abrió su
boca y tragó el río que el dragón había echado de su boca” (Ap 12, 16-17) (…) “Y se le dieron a la
mujer dos alas de águila, para que volase de delante de la serpiente al
desierto” (Ap 12, 14). Hoy el Dragón ahoga
y mata la inocencia de los niños con un río de impureza, que no afecta solo al
cuerpo, porque no se trata solo de la impureza de la pornografía, sino que el
Dragón intenta ahogar la pureza de los niños, con el agua infecta del culto
dedicado a él, y es así como promociona el satanismo, la brujería, las
supersticiones de todo tipo y las sectas ocultistas, por medio de programas televisivos,
espectáculos teatrales y películas de difusión masiva, en las que se enseña la
magia y se presenta a la brujería, el acto de malicia más grande que una
persona pueda realizar, como una cosa buena. Sin embargo, asi como al Niño
Jesús San José lo puso a salvo, conduciéndolo con la Virgen, que lo llevaba en
sus brazos, a Egipto, hoy también San José vela por los hijos de Dios,
conduciéndolos a la Virgen, quien refugia a sus hijos en su Corazón Inmaculado,
para preservarlos del vómito de impureza corporal y espiritual en el que el
Dragón del infierno quiere hundirlos.
Luego
del Quinto Dolor, sucede el Quinto Gozo: “Y estuvo allí hasta la muerte de
Herodes, para que se cumpliera lo que dice el Señor por el profeta: ‘De Egipto
llamé a mi hijo’” (Mt 2,15). No significa
que San José se alegrara por la muerte de un ser humano, como Herodes; se
alegra porque, con su muerte –la muerte, en este caso, es un hecho secundario-,
finaliza la injusta persecución que Herodes había desencadenado contra su Hijo.
Al alegrarse, no por la muerte de Herodes, sino porque con la muerte del tirano
cesaba la injusta persecución contra su Hijo Dios, que merecía ser amado,
adorado, bendecido y glorificado y no perseguido para ser asesinado, San José,
hombre justo, se hace merecedor de una de las Bienaventuranzas: “Bienaventurados
los que tienen hambre y sed de justicia” (Mt
5, 6). El Quinto Gozo de San José se produce entonces, con la muerte de Herodes,
con lo cual el Rey de toda justicia, Jesucristo, puede regresar en paz a su
tierra natal, para continuar con su misterio pascual de muerte y resurrección,
misterio por el cual salvará a la humanidad cuando suba a la cruz y derrame su
Sangre y entregue su Cuerpo como Víctima santa y pura. Con su Quinto Gozo, San
José nos enseña a desear la justicia del Reino de Dios, que triunfa sobre toda
injusticia humana, y a amar al Rey de justicia, Jesucristo, antes que a los (injustos)
reyes de la tierra.
Oración
para el Cuarto Dolor y Cuarto Gozo de San José
Oh
Amado San José, vigilante y santo custodio del Hijo de Dios hecho hombre: por
el dolor que sufriste al saber que Herodes quería matar al Niño, y por el gozo
que te confortó al huir con Jesús y María a Egipto; te suplico me alcances
dolor de mis pecados de escándalo, y el gozo de apartarme de las ocasiones de
ofender a Dios para agradar a los hombres por respetos humanos. Gloria al
Padre, y al Hijo y al Espíritu Santo, como era en el principio ahora y siempre
por los siglos de los siglos. Amén.
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