Los
dolores de San José son una participación a los dolores de la Cruz de su Hijo
adoptivo Jesús; los gozos, son los gozos celestiales, y a todos los encontramos
en la Sagrada Escritura. En preparación a su fiesta, el 19 de marzo, ofrecemos
estas meditaciones, inspiradas en las ilustraciones del Santuario de
Torreciudad. San Josemaría de Escrivá de Balaguer, entre otros santos, tenía
gran devoción a San José.
Cuarto
Dolor y Cuarto Gozo de San José
El
Cuarto Dolor de San José se produce al ingresar al templo, junto con María,
para hacer la Presentación del Niño, según lo prescribía la Ley. Allí se
encuentran con el anciano Simeón, quien había sido llevado al templo por el
Espíritu Santo. Simeón era un hombre santo, estaba inhabitado por el Espíritu
de Dios, conocía profundamente las Escrituras y las profecías mesiánicas, y
anhelaba ardientemente la llegada del Mesías, y había pedido no morir sin antes
ver al Mesías en Persona, y ese día, Dios habría de cumplirle su deseo, como un
premio a su santidad de vida. Al ver llegar a San José y la Virgen con Jesús en
sus brazos, el Espíritu Santo iluminó el alma, la mente y el corazón de Simeón,
para que reconociera en el Niño de María al Mesías, el Redentor de la
humanidad. Simeón tomó al Niño entre sus brazos y lleno del Espíritu Santo, lo
bendijo y profetizó acerca de su futura misión mesiánica y acerca del inmenso e
inabarcable dolor que habrían de sufrir, tanto Él, como su misma Madre, al
anunciarle a la Virgen que, siendo su Hijo un signo de contradicción, una
espada de dolor le atravesaría el corazón: “Simeón los bendijo, y dijo a María,
su madre: Mira, éste ha sido puesto... como signo de contradicción... para que
se descubran los pensamientos de muchos corazones. Y a ti, una espada te
atravesará el corazón” (Lc 2, 34-35).
Simeón se refería al crudelísimo dolor que inundaría al Inmaculado Corazón de
María en la Pasión, al ver a su Hijo tan duramente golpeado, coronado de
espinas, azotado casi hasta la muerte, insultado, y finalmente crucificado. Sería
un dolor tan grande –en él estaría concentrado todo el dolor del mundo- que la
Virgen moriría de dolor, si Dios no la asistiera con su omnipotencia. La profecía
de Simeón provoca el Cuarto Dolor de San José, porque aunque la espada no va
dirigida a él, va dirigida a quienes más ama en la vida, su Esposa legal, María
Santísima, y su Hijo adoptivo, Jesús, el Verbo de Dios, y por eso es que es
como si también a él esa espada le traspasara su casto corazón, y lo traspasara
doblemente, como esposo y como padre. Al meditar en el Cuarto Dolor de San
José, que recibamos la gracia de comprender que son nuestros pecados personales
los que forman el frío y duro acero de la espada que atraviesa el Inmaculado
Corazón de María, y que son también nuestros pecados los que dirigen la
empuñadura y el golpe hacia el Corazón de la Madre, provocándole un dolor
mortal, compartido por San José. Que esta consideración, nos lleve a evitar el
pecado, para no herir más al Inmaculado Corazón de María y para aliviar a San
José en su Cuarto Dolor.
Al
Cuarto Dolor de San José, le sigue el Cuarto Gozo, que se produce cuando oye,
de labios de Simeón, la revelación de que su Hijo Jesús es el Salvador, la Luz
del mundo, que iluminará a las naciones, que viven “en tinieblas y en sombras
de muerte” (cfr. Mt 4, 16; Is 9, 2), para comunicarles de su vida
eterna: “Porque han visto mis ojos tu salvación, la que preparaste ante todos
los pueblos; luz para iluminar a las naciones” (Lc 2, 30-31). Jesús es luz, pero no una luz inerte, sin vida, como
la luz creada; Él es la Luz Increada, que proviene del Padre eternamente, y por
eso dice de sí mismo: “Yo Soy la luz del mundo, el que me sigue no andará en
tinieblas” (Jn 8, 12), porque la luz
que es Él, es Vida y Vida eterna, divina, que comunica de esa vida divina a
quien ilumina. Quien se deja iluminar por Jesús, que irradia su luz de modo
especial desde su sacrificio en cruz y que continúa irradiando su luz desde su
Presencia Eucarística, recibe de Él su Vida divina, como anticipo de la vida
eterna que recibirá en el Reino de los cielos. Que al igual que San José, que
se alegró al contemplar a Jesús, luz del mundo, también nosotros nos alegremos
al contemplar a Jesús Eucaristía, luz que desde el tabernáculo ilumina a
nuestro mundo, sumergido en “tinieblas y en sombras de muerte”.
Oración
para el Cuarto Dolor y Cuarto Gozo de San José
Amado
y fiel San José, elegido por Dios para ser Custodio del Verbo de Dios hecho
Niño: por el dolor que traspasó tu corazón al escuchar en la profecía de Simeón
lo que habían de sufrir Jesús y María en la Pasión, por nuestra salvación, y
por el gozo y alegría que experimentaste al saber que tu Hijo era la Luz del
mundo, que derrotaría para siempre a las tinieblas del error, del pecado y del
infierno y así salvaría a la humanidad desde la cruz; te suplico me alcances
dolor de haber crucificado a Cristo con mis culpas, y el gozo de llevarle los
hombres mediante mi ejemplo y mi palabra. Gloria al Padre, y al Hijo y al
Espíritu Santo, como era en el principio ahora y siempre por los siglos de los
siglos. Amén.
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