Los
dolores de San José son una participación a los dolores de la Cruz de su Hijo
adoptivo Jesús; los gozos, son los gozos celestiales, y a todos los encontramos
en la Sagrada Escritura. En preparación a su fiesta, el 19 de marzo, ofrecemos
estas meditaciones, inspiradas en las ilustraciones del Santuario de
Torreciudad. San Josemaría de Escrivá de Balaguer, entre otros santos, tenía
gran devoción a San José.
Tercer
Dolor y Tercer Gozo de San José
El
Tercer Dolor de San José se produjo cuando, a pocos días de nacer,
circuncidaron a su Hijo Jesús: “Cuando se cumplieron los ocho días para
circuncidarle, le pusieron por nombre Jesús, como lo había llamado el ángel
antes de que fuera concebido en el seno materno” (Lc 2,21). Aunque los dolores de su Hijo –incalculables, como las
estrellas; inmensos, como el océano- comenzaron desde el momento mismo de la
Encarnación, con la circuncisión se produjo el primer derramamiento de su
Preciosísima Sangre, para proteger a los jóvenes contra el primer pecado mortal
y expiando de esa manera por los primeros pecados mortales, según Santa Brígida
de Suecia. San José sufre al ver derramar la Sangre de su Hijo en la
circuncisión, porque aunque todavía es pequeño, anticipa ya el derramamiento de
su Sangre que brotará no ya de una pequeña herida, sino de miles de ellas,
cuando siendo adulto, en la Pasión, su Cuerpo quede cubierto de golpes,
hematomas, heridas abiertas, producto de los bastonazos, trompadas, patadas,
flagelaciones, puntapiés, patadas, arañazos, bofetadas, e injurias de todo
tipo, que recibirá desde el momento en que sea apresado en el Huerto de los
Olivos, hasta ser crucificado en el Monte Calvario. San José sufre el Tercer
Dolor porque la circuncisión anticipa el diluvio de Sangre que caerá desde el
Cuerpo de Jesús, cuando no quede en Él ni una parte sana, desde la cabeza a los
pies, a causa de la flagelación, la
corona de espinas y, por último, la crucifixión, culminando este Sagrado
Diluvio de la Sangre del Cordero, con la lanzada del soldado romano, que
traspasará su Costado, dejando escapar el torrente inagotable de la
Misericordia Divina contenida en la Sangre y el Agua del Corazón de Jesús. Hoy el
mundo vive sumergido en una ola de impureza y de impudicia, que asombra incluso
al mismo infierno; hoy el mundo comete pecados que degradan a la naturaleza
humana, rebajándola más bajo que las bestias, porque las bestias están movidas
por su instinto y por lo tanto nada malo hacen, mientras que el hombre,
ofuscada su razón por el pecado e inficionado su corazón por el veneno de la
lujuria demoníaca, ha deformado tanto su naturaleza con estas aberraciones, que
la han dejado irreconocible; hoy el mundo acepta las perversidades más atroces,
como si se tratara de derechos humanos, sin tener en cuenta que así profana el
cuerpo, creado para ser templo del Espíritu Santo y morada de la Santísima
Trinidad, ofendiendo gravemente a Dios Trino, que lo ha creado para inhabitar
en él y no para ser usado como mercancía de placer. Que San José, entonces, nos
haga partícipes de su Tercer Dolor, para así participar también de la Redención
del Salvador.
Pero
el dolor que le provoca la circuncisión de su Hijo, se dulcifica y desaparece
cuando recuerda en su corazón el nombre que el ángel le había dicho que debía
ponerle a su Hijo, el Dulce Nombre de Jesús, el Único Nombre dado para la salvación
de la humanidad: “Dará a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús, porque él
salvará a su pueblo de sus pecados” (Mt
1, 21), y es así como al Tercer Dolor,le sucede el Tercer Gozo de San José. El Nombre
Santísimo de Jesús es el Nombre más dulce de la tierra, porque es el nombre del
Hombre-Dios; su sola pronunciación, evoca su Presencia, que es la Presencia de
Dios Hijo hecho hombre; pronunciar el nombre de Jesús no es pronunciar un
nombre vacío: es evocar la Presencia de la Persona de Jesús, y como Jesús es la
Persona Segunda de la Santísima Trinidad, se hace Presente, o más bien, se hace
más presente, porque en cuanto Dios es omnipresente, y su Presencia se hace
tanto más fuerte para el que lo invoca, cuanto más fuerte es el amor con el que
pronuncia su nombre, porque Jesús escucha su Nombre cuando es el Amor el mueve
al corazón el desear pronunciarlo. San José exulta de gozo, porque al ser su
Hijo adoptivo Jesús, el Salvador, puede nombrarlo tantas veces quiera, y como
su corazón de padre amoroso –y a la vez, de hijo de Dios piadoso, porque el
mismo es hijo de su Hijo Dios, que es su Creador, Redentor y Santificador- ama
con locura a su Hijo Dios, aunque no pronuncie su Nombre verbalmente, lo está
pronunciando interiormente, en su corazón, de modo que cada latido del corazón de
San José dice: “Jesús, Jesús”, y así su gozo sin límites se extiende hasta el
cielo y va más allá todavía, hasta el trono mismo de Dios, en donde reposa. Que
San José nos comunique de su amor por su Hijo Jesús, para que también nosotros
pronunciemos el Santo Nombre de Jesús, el Único Nombre dado para nuestra
salvación, con el mismo amor con el que lo pronunciaba San José.
Oración
para el Tercer Dolor y Tercer Gozo de San José
Amado
Padre adoptivo de Jesús, glorioso San José: por el dolor que te produjo en la
circuncisión ver derramar la primera sangre al Mesías, sangre con la que
expiaba los primeros pecados mortales y por el gozo que sentiste al oír su
nombre de Jesús, Salvador, y por la alegría y el amor que experimentabas en tu
corazón cada vez que lo pronunciabas; te suplico me alcances dolor de mis
vicios y sensualidades, y el gozo de purificar mi espíritu practicando la
mortificación y de nombrar con amor a Jesús, Presente en la Eucaristía, para mi
consuelo y salvación. Gloria al Padre, y al Hijo y al Espíritu Santo, como era
en el principio ahora y siempre por los siglos de los siglos. Amén.
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