Fueron
colaboradores y discípulos de predilección de Pablo. De Timoteo se cree que su
madre Eunice, su abuela Lois y él mismo abrazaron el cristianismo y se hicieron
bautizar durante la primera visita de San Pablo a Listra[1]. Fue
su familia quien lo había introducido en la lectura de las Sagradas Escrituras,
desde muy pequeño, como lo recuerda Pablo: “...Que esa fe se conserve en ti, ya
que desde tu más tierna edad te hicieron leer y meditar las Sagradas Escrituras”
(1Tim 1, 5; 4, 14). Cuando Pablo
regresó donde vivían Timoteo y su familia, en su segundo viaje misionero, los
cristianos de allí le dieron maravillosas recomendaciones acerca de Timoteo;
esto llevó a Pablo a confiarle la misión de predicar. Desde ese momento, y debido
a la fidelidad y amistad de Timoteo, Pablo lo eligió como colaborador, gran
amigo y compañero de misiones, además de considerarlo siempre como un “hijo
suyo”, tal como lo llama en la primera Carta a los Corintios: “Timoteo, mi hijo
amado” (1 Corintios); y lo llama de la misma manera en las dos cartas que le
escribió a él.
Es
en el lugar donde vivían Timoteo y su familia, en donde ocurre uno de los
milagros más portentosos de Pablo, relatados en la Escritura, la curación del
hombre paralítico. También relata la Escritura que, tras dicha curación, la
gente del lugar los confundió con dioses disfrazados de hombres, pretendiendo adorarlos
y ofrecerles sacrificios. Sin embargo Pablo no se los permitió de ninguna
manera, aclarándoles que eran tan sólo criaturas igual que ellos. Pasado este
episodio, los judíos incitan al pueblo contra Pablo y Bernabé: los apedrean y
los abandonan casi muertos, pero los cristianos los conducen a la casa de
Timoteo, en donde son atendidos.
Hacia
el año 53, Pablo envía a Timoteo a las Iglesias de Macedonia y de Corinto.
Trabajaron juntos nuevamente los años siguientes en Macedonia, en el Peloponeso
y en la Tróada. Y cuando Pablo les escribe a los romanos, desde su prisión, les
menciona que lo acompaña Timoteo, su fiel discípulo[2].
La
primera carta que le escribió San Pablo a Timoteo fue en el año 65, desde
Macedonia; y la segunda, desde Roma, mientras se encontraba preso, aguardando
su ejecución. En una de las cartas del apóstol a Timoteo, le dice: “Que nadie
te desprecie por tu juventud. Muéstrate en todo como un modelo para los
creyentes, por la palabra, la conducta, la caridad, la pureza y la fe” (2 Tim 2). En otro pasaje, Pablo le
recomienda que no tome sólo agua sino también un poco de vino, debido a los
continuos malestares estomacales de Timoteo (cfr. 1Tim 5, 23); ésta es la razón por la cual Timoteo es patrono de los
afectados por malestares estomacales.
El
historiador Eusebio cuenta que S. Pablo nombró a Timoteo primer obispo de la
Iglesia de Éfeso, en donde sufrió el martirio en el año 97 –fue apaleado y
apedreado- por orden del emperador Diocleciano, al oponerse a un festival
pagano en honor de Diana.
¿Cuál es el mensaje de santidad de Timoteo? Su mensaje de
santidad es que Timoteo da su vida no solo por oponerse al culto idolátrico y
pagano de la diosa Diana, sino ante todo por defender la Verdad de la divinidad
del Cordero de Dios, Jesucristo: con su sacrificio martirial, Timoteo nos está
diciendo que no solo el culto pagano a la diosa es radicalmente falso, sino que
el Único Dios Verdadero, al cual se debe adorar y al cual se le debe rendir
culto, es Jesucristo. Por este hecho, su ejemplo es muy valedero para nuestros
días, en el que miles de católicos abandonan la Iglesia, apostatando de la
verdadera fe, para seguir y postrarse ante los ídolos neo-paganos del mundo de
hoy, tanto los que ofrece la secta luciferina de la Nueva Era -la wicca, la brujería, el ocultismo, el
tarot, el gnosticismo, etc.-, como los ídolos neo-paganos del mundo moderno –el
hedonismo, el materialismo, el relativismo, el ateísmo teórico y práctico,
etc.-; unos y otros ídolos serán, para los católicos apóstatas de hoy, siempre más
atractivos que Jesús resucitado, vivo y glorioso en la Eucaristía.
En nuestros días, asistimos a un fenómeno inverso al del
martirio, el anti-martirio, si podemos decirlo así: mientras que Timoteo dio la
vida por Jesucristo, oponiéndose al falso culto de una deidad pagana, hoy, por
el contrario, millones de católicos no solo niegan a Jesucristo en la
Eucaristía, sino que entregan literalmente sus vidas –toda su existencia- a los
ídolos neo-paganos: las estrellas del rock, del cine, de la música, de la
política, del fútbol, del deporte en general, porque mientras el Día del Señor,
el Domingo, dejan vacías las Iglesias, acuden en cambio en masa a cuanta
actividad propongan estos verdaderos ídolos con pies de barro. Así, rinden
culto y pleitesía a hombres, que nada hicieron y nada harán por su salvación,
mientras dejan solo y abandonado a Jesús, que en cada Santa Misa desciende del
cielo sobre el altar eucarístico, para renovar sacramental e incruentamente su
sacrificio en cruz, obrando en el altar la misma obra del Calvario: así como
entregó su Cuerpo y derramó su Sangre en la cruz, así en la Santa Misa entrega
su Cuerpo en la Eucaristía y derrama su Sangre en el cáliz del altar.
Según las actas del martirio, Timoteo recibió golpes
mortales dados con palos y piedras, para dar testimonio de Jesucristo; hoy, son
una multitud de cristianos quienes propinan golpes mucho más violentos a Jesús,
con sus ultrajes, sacrilegios e indiferencias hacia la Santa Misa y hacia su
Presencia Real Eucarística.
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