San Miguel Arcángel, Príncipe de la Milicia celestial

San Miguel Arcángel, Príncipe de la Milicia celestial
"San Miguel Arcángel, defiéndenos en la batalla, sé nuestro amparo contra la perversidad y acechanzas del demonio; reprímale, Dios, pedimos suplicantes, y tú, Príncipe de la Milicia celestial, arroja al infierno, con el divino poder, a Satanás y a los demás espíritus malignos, que andan dispersos por el mundo para la perdición de las almas. Amén".

jueves, 7 de febrero de 2013

Santa Josefina Bakhita y el amor a la Voluntad de Dios



Vista su vida con los ojos del mundo, Josefina Bakhita tenía todo para odiar: secuestrada a los nueve años de edad por negreros esclavistas; vendida como un animal de feria; privada no sólo de su infancia, sino de su adolescencia y de su juventud; humillada; torturada con extrema crueldad –le hicieron 114 incisiones a los trece años para tatuarla y para evitar infecciones le colocaron sal durante un mes, lo cual le provocaba grandes dolores.; privada de su identidad; alejada de su familia y de su patria; tratada como un objeto gran parte de su vida.
         Vista su vida con los ojos del mundo, Josefina Bakhita tenía todo para odiar a muchas personas, comenzando por los negreros que la secuestraron, siguiendo por todos los que la humillaron, y finalizando con sus “amos” que la maltrataron, menos el último, y sin embargo, sus palabras para con esclavistas que arruinaron su vida son: “Si volviese a encontrar a aquellos negreros que me raptaron y torturaron, me arrodillaría para besar sus manos porque, si no hubiese sucedido esto, ahora no sería cristiana y religiosa”.
         Es decir, lejos de odiar, no solo ni siquiera hay el más mínimo rencor hacia sus captores, sino que hay palabras de perdón implícito y, lo más sorprendente, de agradecimiento. Santa Josefina Bakhita contradice al mundo.
¿Cuál es el motivo de este sentir de Bakhita, tan contrapuesto con el mundo? 
         La razón está en sus propias palabras: “Si volviese a encontrar a aquellos negreros que me raptaron y torturaron, me arrodillaría para besar sus manos porque, si no hubiese sucedido esto, ahora no sería cristiana y religiosa”.
         Santa Josefina Bakhita ve, en toda su vida, la Voluntad de Dios, Voluntad que la lleva a la máxima felicidad, que es ser hija de Dios y consagrada: “si no hubiese sucedido esto, ahora no sería cristiana y religiosa”. Para Bakhita, los negreros han sido instrumentos de la Voluntad amorosísima y providente de Dios, que la han llevado a un lugar extraño, sacándola de su ambiente familiar y natural, para que pudiera recibir el don de los dones, el don más grande que un ser humano pueda recibir, y es el ser convertido en hijo adoptivo de Dios; todavía más, para Bakhita había un don del Amor de Dios, destinado para ella, el ser religiosa consagrada, signo de predilección del Amor divino. Si los negreros no la hubieran secuestrado, no habría recibido jamás el bautismo, y no podría haberse ni siquiera enterado que Dios la había amado con amor de predilección desde la eternidad, eligiéndola para ser religiosa. Los caminos de Dios son inescrutables, y para nuestra limitada mente, pueden parecer extraños, como también le parecían a Bakhita, según ella misma lo expresa, cuando dice que “cada día que pasa ama más a Dios”, que “la traído hasta aquí (el Instituto donde fue bautizada y se hizo religiosa) de un modo extraño”. “Extraño”, sí, pero lleno de amor, y de un amor que continúa por la eternidad, tal como lo experimenta ahora Bakhita en los cielos, para siempre.
         Contrariando al mundo, Bakhita muestra amor y agradecimiento a sus captores y a todos los que la humillaron, pero esto no se debe a que Bakhita era “naturalmente buena”. Hay una razón mucho más profunda que explica el amor de Bakhita, y es el participar del Amor de Cristo, derramado con su Sangre en la Cruz. Un amor tan grande como el de Bakhita no tiene explicaciones humanas: se origina en el seno de Dios Trinidad, en el Ser trinitario, en la espiración de Amor mutuo entre el Padre y el Hijo en la Trinidad.
         Este es el motivo por el cual sus palabras: “Si volviese a encontrar a aquellos negreros que me raptaron y torturaron, me arrodillaría para besar sus manos porque, si no hubiese sucedido esto, ahora no sería cristiana y religiosa”, no solo contradicen al mundo, cuyo mandato es la venganza y el rencor, sino que manifiestan el perdón y el Amor de Cristo Dios, perdón y Amor donados sin límites desde la Cruz a toda la humanidad.
         El mensaje de santidad de Santa Josefina Bakhita es entonces, no solo el ver la Voluntad amorosísima de Dios en todos los acontecimientos de la vida, aún y sobre todo aquellos que más dolorosos y extraños puedan ser, sino también la participación en el Amor de Cristo como único medio para amar al prójimo, principalmente si este es enemigo, para así alcanzar el Reino de los cielos. 

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