Vista su vida con los
ojos del mundo, Josefina Bakhita tenía todo para odiar: secuestrada a los nueve
años de edad por negreros esclavistas; vendida como un animal de feria; privada
no sólo de su infancia, sino de su adolescencia y de su juventud; humillada;
torturada con extrema crueldad –le hicieron 114 incisiones a los trece años
para tatuarla y para evitar infecciones le colocaron sal durante un mes, lo
cual le provocaba grandes dolores.; privada de su identidad; alejada de su
familia y de su patria; tratada como un objeto gran parte de su vida.
Vista su vida con los ojos del mundo, Josefina Bakhita tenía
todo para odiar a muchas personas, comenzando por los negreros que la
secuestraron, siguiendo por todos los que la humillaron, y finalizando con sus “amos”
que la maltrataron, menos el último, y sin embargo, sus palabras para con
esclavistas que arruinaron su vida son: “Si volviese a encontrar a aquellos
negreros que me raptaron y torturaron, me arrodillaría para besar sus manos
porque, si no hubiese sucedido esto, ahora no sería cristiana y religiosa”.
Es decir, lejos de odiar, no solo ni siquiera hay el más
mínimo rencor hacia sus captores, sino que hay palabras de perdón implícito y,
lo más sorprendente, de agradecimiento. Santa Josefina Bakhita contradice al mundo.
¿Cuál
es el motivo de este sentir de Bakhita, tan contrapuesto con el mundo?
La razón está en sus propias palabras: “Si volviese a
encontrar a aquellos negreros que me raptaron y torturaron, me arrodillaría
para besar sus manos porque, si no hubiese sucedido esto, ahora no sería
cristiana y religiosa”.
Santa Josefina Bakhita ve, en toda su vida, la Voluntad de
Dios, Voluntad que la lleva a la máxima felicidad, que es ser hija de Dios y
consagrada: “si no hubiese sucedido esto, ahora no sería cristiana y religiosa”.
Para Bakhita, los negreros han sido instrumentos de la Voluntad amorosísima y
providente de Dios, que la han llevado a un lugar extraño, sacándola de su
ambiente familiar y natural, para que pudiera recibir el don de los dones, el
don más grande que un ser humano pueda recibir, y es el ser convertido en hijo
adoptivo de Dios; todavía más, para Bakhita había un don del Amor de Dios,
destinado para ella, el ser religiosa consagrada, signo de predilección del
Amor divino. Si los negreros no la hubieran secuestrado, no habría recibido
jamás el bautismo, y no podría haberse ni siquiera enterado que Dios la había
amado con amor de predilección desde la eternidad, eligiéndola para ser
religiosa. Los caminos de Dios son inescrutables, y para nuestra limitada mente,
pueden parecer extraños, como también le parecían a Bakhita, según ella misma
lo expresa, cuando dice que “cada día que pasa ama más a Dios”, que “la traído
hasta aquí (el Instituto donde fue bautizada y se hizo religiosa) de un modo
extraño”. “Extraño”, sí, pero lleno de amor, y de un amor que continúa por la
eternidad, tal como lo experimenta ahora Bakhita en los cielos, para siempre.
Contrariando al mundo, Bakhita muestra amor y agradecimiento
a sus captores y a todos los que la humillaron, pero esto no se debe a que
Bakhita era “naturalmente buena”. Hay una razón mucho más profunda que explica
el amor de Bakhita, y es el participar del Amor de Cristo, derramado con su
Sangre en la Cruz. Un amor tan grande como el de Bakhita no tiene explicaciones
humanas: se origina en el seno de Dios Trinidad, en el Ser trinitario, en la
espiración de Amor mutuo entre el Padre y el Hijo en la Trinidad.
Este es el motivo por el cual sus palabras: “Si volviese a
encontrar a aquellos negreros que me raptaron y torturaron, me arrodillaría
para besar sus manos porque, si no hubiese sucedido esto, ahora no sería
cristiana y religiosa”, no solo contradicen al mundo, cuyo mandato es la
venganza y el rencor, sino que manifiestan el perdón y el Amor de Cristo Dios,
perdón y Amor donados sin límites desde la Cruz a toda la humanidad.
El mensaje de santidad de Santa Josefina Bakhita es
entonces, no solo el ver la Voluntad amorosísima de Dios en todos los
acontecimientos de la vida, aún y sobre todo aquellos que más dolorosos y
extraños puedan ser, sino también la participación en el Amor de Cristo como
único medio para amar al prójimo, principalmente si este es enemigo, para así
alcanzar el Reino de los cielos.
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