San Miguel Arcángel, Príncipe de la Milicia celestial

San Miguel Arcángel, Príncipe de la Milicia celestial
"San Miguel Arcángel, defiéndenos en la batalla, sé nuestro amparo contra la perversidad y acechanzas del demonio; reprímale, Dios, pedimos suplicantes, y tú, Príncipe de la Milicia celestial, arroja al infierno, con el divino poder, a Satanás y a los demás espíritus malignos, que andan dispersos por el mundo para la perdición de las almas. Amén".

lunes, 18 de febrero de 2013

El Beato Álvaro de Córdoba y el Via Crucis, el Camino Real de la Cruz



         El mensaje de santidad que nos deja el Beato Álvaro de Córdoba es el mostrarnos el camino a la felicidad, el camino al cielo. Si el mundo nos dice que la felicidad está en la satisfacción del “yo” egoísta, en la búsqueda de placer, en la sensualidad, en el erotismo, en la obtención de bienes materiales, en el desenfreno de las pasiones, el Beato Álvaro de Córdoba, por el contrario, nos enseña que el camino a la felicidad, que es el camino al cielo, está en Cristo, y en Cristo que lleva la Cruz a cuestas, subiendo la cuesta del Monte Calvario. Por este motivo, una de las obras apostólicas de Álvaro de Córdoba fue introducir en Occidente la devoción al Via Crucis, para que aprendiéramos de Jesús cómo llegar al cielo.
El Beato Álvaro de Córdoba nos enseña –porque él lo aprendió a su vez de Jesús- que si queremos alcanzar la felicidad, el único camino posible es el Camino Real de la Cruz, el Via Crucis; veamos por lo tanto en qué consiste el Via Crucis que nos legó el Beato Álvaro. Ante todo, el Via Crucis no es un mero ejercicio de piedad; se trata de la contemplación de la culminación del misterio de la Pasión de Jesús, contemplación por la cual se alcanza, a través de la fe, la participación en ese mismo misterio de salvación. El Via Crucis es contemplación y participación en el misterio pascual redentor, porque en él se cumple a la perfección el consejo de Jesús: “Si alguien quiere venir en pos de Mí, tome su Cruz de cada día, niéguese a sí mismo, y me siga”. Para seguir a Jesús en el Via Crucis, en el Camino de la Cruz, es necesario querer seguir a Jesús, porque no se lo puede seguir camino del Calvario de modo obligado, a la fuerza, y esto Jesús mismo nos lo dice: “Si alguno quiere seguirme”; para seguir a Jesús en el Via Crucis, hay que tomar la Cruz de cada día, es decir, la tribulación, la enfermedad, las situaciones de angustia, que la Divina Providencia ha elegido como medio para acercarnos, subirnos y hacernos partícipes de la Cruz de Jesús, y esto es lo que Jesús quiere decir cuando dice: “que tome su cruz de cada día”; para seguir a Jesús en el Via Crucis, hay que negarse a uno mismo: “niéguese a sí mismo”, y “negarse a sí mismo” significa luchar contra uno mismo, contra nuestras pasiones desordenadas, contra nuestra tendencia a no obrar “el bien que queremos y obrar el mal que no queremos”; “negarse a sí mismos” es mortificarse uno mismo, rechazando la impaciencia, el trato hosco, áspero, el enojo, la pereza, etc.
Al introducir en Occidente el Via Crucis, el Beato Álvaro de Córdoba nos deja entonces su legado más preciado: el único camino para llegar al cielo, a la felicidad de la bienaventuranza, es el Camino Real de la Cruz, el Via Crucis.

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