Al observar la imagen de San Expedito, notamos que en su
mano derecha sostiene, en alto, la Cruz de Cristo, mientras que con su pie
derecho, al mismo tiempo, aplasta a un cuervo negro, el Demonio.
Esto nos indica, visiblemente, cuál fue la elección
interior, invisible, de San Expedito: entre la Cruz de Cristo, que significa la
negación de sí mismo para imitar a Cristo que lleva la Cruz camino del
Calvario, y la tentación ofrecida por el Demonio, representado en el cuervo
negro, San Expedito elige la Cruz. A su vez, el santo elige la Cruz porque es
fiel a la gracia de la conversión, que le pide el adherirse a Cristo sin
demoras, de modo urgente.
El ejemplo de San Expedito nos ayuda entonces a vivir la
Cuaresma con espíritu de penitencia, porque nos enseña a elegir bien: entre la
tentación, ofrecida por el Demonio, y la Cruz del Hijo de Dios, ofrecida por
Dios Padre, debemos elegir la Cruz de Cristo.
El mundo de hoy, sometido a las obras del Príncipe de las
tinieblas, ofrece múltiples ocasiones de tentaciones, de todo tipo, adaptadas
para cada temperamento, para cada carácter, para cada personalidad. El mundo de
hoy ofrece las tentaciones bajo un aspecto agradable, multicolor, pleno de
sabores, de sensaciones, de licencias de todo tipo, pero que esconden el
aguijón venenoso del pecado. Así, el mundo tienta al hombre con asistir al
estadio de fútbol el domingo, pero el cristiano debe responder con la Cruz de
Cristo, que consiste en asistir a la Iglesia para recibir el Cuerpo de Cristo
en la Eucaristía; el mundo de hoy tienta al hombre con el alcohol, las drogas,
la música ensordecedora, los bailes sensuales y lascivos, el erotismo y la
pornografía, como medios de corromper al “templo de Dios”, pero el cristiano
debe elegir la Cruz de Cristo, que significa vestir con modestia, evitar el
alcohol y todo tipo de substancias tóxicas, escuchar música decente, evitar los
bailes desenfrenados, para así conservar la pureza del cuerpo, “templo del
Espíritu”; el mundo de hoy tienta con el poder, con el dinero, con el placer, y
así lleva a hacer “lo que uno quiera”, pero el cristiano debe elegir la Cruz de
Cristo, que es obedecer los mandamientos de Dios y no los de Satanás, para así
cumplir la Voluntad divina en cada momento de la vida.
Cruz o tentación. La Cruz
de Cristo o la tentación de la concupiscencia, que nace del corazón herido por
el pecado original, y la tentación del demonio, que las pone a cada paso como
trampas mortales para alejarnos para siempre de la vida eterna: lo que cada uno
elija, eso le será dado. San Expedito eligió la Cruz de Cristo, y le fue dado participar
de la fuerza de la Cruz para vencer a la tentación y al demonio, y luego el
cielo en recompensa. Como devotos de San Expedito, pidámosle entonces que interceda
para que obtengamos la gracia de elegir siempre la Cruz de Cristo.
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