En una
de sus apariciones, Jesús le muestra su Sagrado Corazón a Santa Margarita y le
dice: “Este es el Corazón que tanto ha amado a los hombres (…) Pero de los
hombres recibo a cambio solo desprecio, ingratitud, indiferencias, ultrajes”.
¿Cómo es
el Corazón que Jesús le muestra a Santa Margarita? Según las declaraciones de
la santa relativas a las apariciones, hay tres elementos dominantes: llamas de
fuego que lo envuelven y que representan al Espíritu Santo, Fuego de Amor
divino; espinas que lo rodean y lo punzan en cada latido, representando a los
cristianos ingratos; y finalmente en su base, una cruz, que significa el camino
que el alma debe recorrer para llegar a Él.
Con
respecto al Amor del Sagrado Corazón -representado en las llamas que lo
envuelven-, no es un amor meramente declarativo, que se queda solo en la
expresión verbal del amor: es un Amor que lleva a Cristo al extremo de morir en
la Cruz por
aquellos a quienes ama; es un Amor que no vacila en exprimir hasta la última
gota de sangre del Corazón del Salvador, al punto de poder decir Dios que Él,
como Dios, ya no tiene más para dar a los hombres, porque les ha dado
literalmente no solo todo lo que Él tiene sino también todo lo que Él es, porque
hasta en las últimas gotas de sangre de su Corazón traspasado se dona todo
entero el Ser trinitario, que se derrama incontenible sobre la Humanidad.
Pero el
Corazón de Jesús, además de estar envuelto en las llamas del Amor divino, está
rodeado también de espinas, de modo que a cada latido suyo de Amor, le
corresponde un agudo dolor causado por las espinas que lo punzan. Y como el
Corazón es uno de los órganos más sensibles al dolor, a un estado continuo de
pulsaciones de amor, le corresponde un igual estado continuo de dolor. Las
espinas representan a los hombres “ingratos”, “indiferentes”, que “desprecian”
y “ultrajan” al Sagrado Corazón, y son la causa de las amargas quejas de Jesús.
Esto es así porque desde
niños, hasta ancianos, pasando por la edad juvenil y la edad madura, los
hombres –la gran mayoría- prefieren ensimismarse en la nada insignificante de
sus entretenimientos y ocupaciones pasajeras, o en la náusea del pecado, en vez
de postrarse, de rodillas, ante el Sagrado Corazón, que late de Amor en la Eucaristía, solo y
abandonado por los cristianos, aquellos por quienes, en el extremo de su locura
de amor, decidió dar su vida en la
Cruz.
La Cruz, el tercer elemento de las apariciones a Santa
Margarita, significa que el Sagrado Corazón, amoroso y doliente, está
crucificado, agonizando de amor en el patíbulo de la Cruz; esto quiere decir que
para acercarse al Sagrado Corazón, hay que subir a la Cruz, para escuchar sus
latidos de Amor y de dolor; hay que subirse a la Cruz para beber de la fuente
inagotable del Amor divino, abierta por la lanza.
Quien quiera amar al Sagrado
Corazón debe subir a la Cruz,
para ser crucificado con Él.
¿Qué más puede hacer Dios
por nosotros? Viene a este mundo como un hombre fracasado, abandonado por todos
excepto su Madre, permitiendo que traspasen su Corazón para que se derrame
hasta la última gota de su Sangre, para salvarnos del demonio y para donarnos
la filiación divina…
“De los hombres sólo recibo
desprecios, ingratitudes, indiferencias…”. Que no tenga Jesús que lamentarse
amargamente por nosotros, y que sepamos corresponder y reparar, con amor y
adoración, como lo hizo la
Virgen al pie de la
Cruz, a tantos ultrajes y sacrilegios recibidos por el
Sagrado Corazón en la
Eucaristía.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario