Un ejemplo de santidad que nos da San Expedito es en su
enfrentamiento y lucha contra el mal, mal que no es una entidad difusa y
abstracta, sino una persona angélica, que en cuanto persona tiene inteligencia
y voluntad, el Demonio, el Ángel caído. El
ejemplo de San Expedito consiste en lo siguiente: el momento de su vida en el
que recibe la gracia de la conversión, es el momento en el que también debe
enfrentarse al mal que, como decíamos, no es un concepto abstracto sino que,
según la fe católica, es una persona, un ser angélico, el Príncipe de las
tinieblas, Satanás. Es decir, es un ser real, un ángel de la oscuridad, que
habita en el Infierno y también en el corazón de los que obran el mal y se
consagran a él –así como hay cristianos que se consagran a los Sagrados
Corazones de Jesús y María, así hay blasfemos que se “consagran” al Demonio-. En
el caso de San Expedito, el Demonio se
le presenta como un cuervo negro y trata de tentarlo con un pecado opuesto a la
gracia que el santo había recibido: a la gracia de la conversión inmediata, el
Demonio lo tienta con el pecado de la pereza espiritual o acedia, por medio del
cual habría de posponer la conversión para otro día, para “mañana”. San Expedito enfrenta al mal y lo vence, pero
no con sus propias fuerzas, sino con la fuerza divina que emana de la Santa
Cruz de Jesús, a la cual el santo poseía entre sus manos: ante la tentación, el
santo eleva la Santa Cruz de Jesús y aceptando de corazón a Jesús como Rey,
proclama en voz alta que elige a Jesús y su gracia hoy y no “mañana”, como le
proponía el Demonio. Es este entonces el ejemplo de santidad que nos deja San
Expedito.
Hoy el mal –el mal personificado, el Demonio- nos acecha
bajo diversas formas: a través de ideologías anticristianas –como la ideología
de género o la ideología LGBT-; a través del materialismo y también a través de
religiones falsas y de sectas ocultistas y satanistas. Muchas veces el
cristiano se deja tentar por el Demonio y ante el surgimiento de una prueba o
de una tribulación, acude a pedir ayuda a quien no debe, a los servidores,
esclavos y adoradores de Satanás, esto es, los brujos, los curanderos, los
chamanes, con lo cual, además de ofender gravemente a Dios, agravan el problema
ya existente. Sigamos el ejemplo de santidad que nos brinda San Expedito y, con
la ayuda de la Virgen, alcemos en alto la Santa Cruz de Jesús y proclamemos a
Jesús como al Rey de nuestros corazones y así podremos estar en paz y superar,
con la gracia de Dios, cualquier prueba y tribulación.
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