San Miguel Arcángel, Príncipe de la Milicia celestial

San Miguel Arcángel, Príncipe de la Milicia celestial
"San Miguel Arcángel, defiéndenos en la batalla, sé nuestro amparo contra la perversidad y acechanzas del demonio; reprímale, Dios, pedimos suplicantes, y tú, Príncipe de la Milicia celestial, arroja al infierno, con el divino poder, a Satanás y a los demás espíritus malignos, que andan dispersos por el mundo para la perdición de las almas. Amén".

viernes, 24 de septiembre de 2021

San Jerónimo, presbítero y doctor de la Iglesia

 



         Vida de santidad[1].

         San Jerónimo fue presbítero y asistente del Papa y por sus estudios sobre la Sagrada Escritura, fue declarado doctor de la Iglesia. Nació en Dalmacia y estudió en Roma, cultivando con esmero todos los saberes, y allí recibió el bautismo cristiano. Después, atraído por el valor de la vida contemplativa, se entregó a la existencia ascética yendo a Oriente, donde se ordenó de presbítero. Ya de regreso en Roma, fue secretario del Papa Dámaso para luego trasladarse a Belén de Judea en donde vivió una vida monástica, dedicándose a traducir y explicar las Sagradas Escrituras, tarea en la cual se reveló como un erudito insigne, por lo cual fue proclamado tiempo después como “Doctor” de la Iglesia. Ya anciano, murió en olor de santidad en el año 420.

         Mensaje de santidad[2].

Podemos reflexionar acerca del mensaje de santidad de San Jerónimo en algunas de sus sentencias acerca de las Sagradas Escrituras. Así, por ejemplo, San Jerónimo dice: “Ignorar la Escritura es ignorar a Cristo”, esto es verdaderamente así porque en las Escrituras, tanto el Antiguo como el Nuevo Testamento, hablan de Cristo, desde el Génesis, cuando se habla de la “descendencia de la Virgen que aplastará la cabeza de la Serpiente Antigua”, hasta el Apocalipsis, en donde se habla del Cordero de Dios, que es la “Lámpara de la Jerusalén celestial”, es por esto que, quien desconoce la Biblia, desconoce al Hijo de Dios, Jesús de Nazareth.

Otra frase de San Jerónimo dice así: “¿Cómo es posible vivir sin la ciencia de las Escrituras, a través de las cuales se aprende a conocer al mismo Cristo, que es la vida de los creyentes?”: esto significa que para tener Vida eterna, que no es esta vida humana que tenemos en la tierra, sino la vida misma del Ser divino trinitario, es necesario leer las Escrituras, porque la Palabra de Dios es una Palabra Viva, que da vida divina a quien la lee con fe y con amor.

Otra frase de San Jerónimo es: “Si rezas -escribe a una joven noble de Roma- hablas con el Esposo; si lees, es Él quien te habla”: entonces, leer la Escritura es conversar con Dios, como en un diálogo, porque se debe rezar –hablarle a Dios- según lo que nos dice la Biblia y se debe leer la Biblia, como si estuviéramos rezando, con la misma fe, devoción y amor con los que debemos rezar.

Acerca de cómo interpretar la Biblia, dice San Jerónimo: “Un criterio metodológico fundamental en la interpretación de las Escrituras era la sintonía con el magisterio de la Iglesia”: esto quiere decir que si una interpretación es contraria al Magisterio, entonces esa interpretación es errónea. Un ejemplo de esto lo tenemos en el error de los protestantes con relación a la Eucaristía: para ellos, es sólo un poco de pan bendecido y no lo que dice el Magisterio, que es Dios Hijo encarnado, que prolonga su Encarnación en la Eucaristía.

Otra frase muy importante de San Jerónimo acerca de la Biblia es la siguiente: “Por nosotros mismos nunca podemos leer la Escritura. Encontramos demasiadas puertas cerradas y caemos en errores. La Biblia fue escrita por el Pueblo de Dios y para el Pueblo de Dios, bajo la inspiración del Espíritu Santo”: quiere decir que, para leer e interpretar la Biblia, debemos antes pedir en la oración la iluminación del Espíritu Santo, de lo contrario, caeremos indefectiblemente en el racionalismo, que niega los milagros y los misterios sobrenaturales contenidos en las Sagradas Escrituras.

Para San Jerónimo, la lectura de la Escritura lleva al alma a entregarse a los demás por medio de las obras de misericordia y es así que dice que es necesario “vestir a Cristo en los pobres, visitarle en los que sufren, darle de comer en los hambrientos, cobijarle en los que no tienen un techo” y estas obras de misericordia están explícitamente reveladas por Jesucristo como obras que nos abren las puertas del Cielo, ya que si no tenemos obras de misericordia, corporales y espirituales, no podremos ingresar en el Reino celestial.

San Jerónimo dice también que la Palabra de Dios “indica al hombre las sendas de la vida, y le revela los secretos de la santidad” y esto se a lo largo de todos los libros sagrados que contiene la Biblia, porque en todos se indica qué es lo que conduce al Cielo y qué es lo que conduce al Infierno eterno.

         Por último, a esto tenemos que agregar que, así como San Jerónimo descubrió al Amor de Dios contenido en la Palabra de Dios escrita, la Sagrada Escritura, así nosotros debemos descubrir al Amor de Dios, contenido en la Palabra de Dios sacramentada, el Sagrado Corazón Eucarístico de Jesús, la Sagrada Eucaristía. Por esto mismo, debemos tener siempre presente que para nosotros, los católicos, la Palabra de Dios se nos dona escrita, en las Sagradas Escrituras y se nos dona como Pan de Vida eterna y como Carne del Cordero de Dios, en la Sagrada Eucaristía.

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