Vida de santidad[1].
San Jerónimo fue presbítero y asistente del Papa y por sus
estudios sobre la Sagrada Escritura, fue declarado doctor de la Iglesia. Nació
en Dalmacia y estudió en Roma, cultivando con esmero todos los saberes, y allí
recibió el bautismo cristiano. Después, atraído por el valor de la vida
contemplativa, se entregó a la existencia ascética yendo a Oriente, donde se
ordenó de presbítero. Ya de regreso en Roma, fue secretario del Papa Dámaso
para luego trasladarse a Belén de Judea en donde vivió una vida monástica,
dedicándose a traducir y explicar las Sagradas Escrituras, tarea en la cual se
reveló como un erudito insigne, por lo cual fue proclamado tiempo después como “Doctor”
de la Iglesia. Ya anciano, murió en olor de santidad en el año 420.
Mensaje de santidad[2].
Podemos
reflexionar acerca del mensaje de santidad de San Jerónimo en algunas de sus
sentencias acerca de las Sagradas Escrituras. Así, por ejemplo, San Jerónimo
dice: “Ignorar la Escritura es ignorar a Cristo”, esto es verdaderamente así
porque en las Escrituras, tanto el Antiguo como el Nuevo Testamento, hablan de
Cristo, desde el Génesis, cuando se habla de la “descendencia de la Virgen que
aplastará la cabeza de la Serpiente Antigua”, hasta el Apocalipsis, en donde se
habla del Cordero de Dios, que es la “Lámpara de la Jerusalén celestial”, es por
esto que, quien desconoce la Biblia, desconoce al Hijo de Dios, Jesús de
Nazareth.
Otra
frase de San Jerónimo dice así: “¿Cómo es posible vivir sin la ciencia de las
Escrituras, a través de las cuales se aprende a conocer al mismo Cristo, que es
la vida de los creyentes?”: esto significa que para tener Vida eterna, que no
es esta vida humana que tenemos en la tierra, sino la vida misma del Ser divino
trinitario, es necesario leer las Escrituras, porque la Palabra de Dios es una
Palabra Viva, que da vida divina a quien la lee con fe y con amor.
Otra
frase de San Jerónimo es: “Si rezas -escribe a una joven noble de Roma- hablas
con el Esposo; si lees, es Él quien te habla”: entonces, leer la Escritura es
conversar con Dios, como en un diálogo, porque se debe rezar –hablarle a Dios-
según lo que nos dice la Biblia y se debe leer la Biblia, como si estuviéramos
rezando, con la misma fe, devoción y amor con los que debemos rezar.
Acerca
de cómo interpretar la Biblia, dice San Jerónimo: “Un criterio metodológico
fundamental en la interpretación de las Escrituras era la sintonía con el
magisterio de la Iglesia”: esto quiere decir que si una interpretación es
contraria al Magisterio, entonces esa interpretación es errónea. Un ejemplo de
esto lo tenemos en el error de los protestantes con relación a la Eucaristía:
para ellos, es sólo un poco de pan bendecido y no lo que dice el Magisterio,
que es Dios Hijo encarnado, que prolonga su Encarnación en la Eucaristía.
Otra
frase muy importante de San Jerónimo acerca de la Biblia es la siguiente: “Por
nosotros mismos nunca podemos leer la Escritura. Encontramos demasiadas puertas
cerradas y caemos en errores. La Biblia fue escrita por el Pueblo de Dios y
para el Pueblo de Dios, bajo la inspiración del Espíritu Santo”: quiere decir
que, para leer e interpretar la Biblia, debemos antes pedir en la oración la
iluminación del Espíritu Santo, de lo contrario, caeremos indefectiblemente en
el racionalismo, que niega los milagros y los misterios sobrenaturales
contenidos en las Sagradas Escrituras.
Para
San Jerónimo, la lectura de la Escritura lleva al alma a entregarse a los demás
por medio de las obras de misericordia y es así que dice que es necesario “vestir
a Cristo en los pobres, visitarle en los que sufren, darle de comer en los
hambrientos, cobijarle en los que no tienen un techo” y estas obras de
misericordia están explícitamente reveladas por Jesucristo como obras que nos
abren las puertas del Cielo, ya que si no tenemos obras de misericordia,
corporales y espirituales, no podremos ingresar en el Reino celestial.
San
Jerónimo dice también que la Palabra de Dios “indica al hombre las sendas de la
vida, y le revela los secretos de la santidad” y esto se a lo largo de todos
los libros sagrados que contiene la Biblia, porque en todos se indica qué es lo
que conduce al Cielo y qué es lo que conduce al Infierno eterno.
Por último, a esto tenemos que agregar que, así como San
Jerónimo descubrió al Amor de Dios contenido en la Palabra de Dios escrita, la
Sagrada Escritura, así nosotros debemos descubrir al Amor de Dios, contenido en
la Palabra de Dios sacramentada, el Sagrado Corazón Eucarístico de Jesús, la
Sagrada Eucaristía. Por esto mismo, debemos tener siempre presente que para
nosotros, los católicos, la Palabra de Dios se nos dona escrita, en las
Sagradas Escrituras y se nos dona como Pan de Vida eterna y como Carne del
Cordero de Dios, en la Sagrada Eucaristía.
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