Vida
de santidad[1].
San Gregorio I Magno, papa y doctor de la Iglesia, siendo
monje ejerció de legado pontificio en Constantinopla y tiempo después fue
elegido Romano Pontífice. Arregló problemas temporales y además atendió a los
cuidados espirituales, mostrándose como verdadero pastor en el gobierno de la
Iglesia, fomentando la vida monástica y propagando y reafirmando la fe en todas
partes, para lo cual escribió muchas y célebres obras sobre temas morales y
pastorales. En su papado se convirtió Inglaterra. Murió el doce de marzo del
año 604.
Mensaje de santidad.
Dentro de su vasto legado de santidad, se encuentra un
valioso aporte suyo a la doctrina católica del Purgatorio y de tal manera, que
los protestantes suelen afirmar -sin el menor rigor histórico- que es un
invento de San Gregorio Magno en la Edad Media[2].
Entre algunos ejemplos se encuentra el del conocido protestante anticatólico
Dave Hunt, quien afirma lo siguiente: “En el Catolicismo, el “purgar” ocurre en
un lugar llamado “purgatorio”, inventado por el Papa Gregorio el Grande en el
año 593 DC”. Esta afirmación es falsa, puesto que la doctrina del Purgatorio se
encuentra ya en las enseñanzas de Nuestro Señor Jesucristo, doctrina que luego
es expuesta en el Catecismo de la Iglesia y también en los Concilios Ecuménicos.
Entonces, la Iglesia, basada en las palabras de Nuestro Señor Jesucristo,
define en el Catecismo la doctrina acerca del Purgatorio. Podemos preguntarnos
cuál es el aporte del Papa Gregorio I Magno a esta doctrina y es una
interpretación suya de Mateo 12, 32, en el que según el santo, hay una
referencia implícita al purgatorio. Dice así el Papa San Gregorio Magno: “Tal
como uno sale de este mundo, así se presenta al juicio. Pero se ha de creer que
hay un fuego purificador para expiar las culpas leves antes del juicio. La
razón para ello es que la Verdad afirma que si uno dice una blasfemia contra el
Espíritu Santo, no se le perdonará ni en este siglo ni en el venidero. Con esta
sentencia se da a entender que algunas culpas pueden perdonarse en este mundo y
algunas en el otro, pues, lo que se niega respecto a unos, hay que comprender
que se afirma en relación a otros. Sin embargo, tal como ya he dicho, se ha de
creer que esto se refiere a pecados leves y de menor importancia”.
Por
último, en el Catecismo se explica así, en su numeral 1030, la doctrina sobre
el Purgatorio: “Los que mueren en la gracia y en la amistad de Dios, pero
imperfectamente purificados, aunque están seguros de su eterna salvación,
sufren después de su muerte una purificación, a fin de obtener la santidad
necesaria para entrar en la alegría del cielo”. Y en el 1031 dice: “La Iglesia
llama Purgatorio a esta purificación final de los elegidos que es completamente
distinta del castigo de los condenados. La Iglesia ha formulado la doctrina de
la fe relativa al Purgatorio sobre todo en los Concilios de Florencia (cfr. DS
1304) y de Trento (cfr. DS 1820: 1580). La tradición de la Iglesia, haciendo
referencia a ciertos textos de la Escritura (por ejemplo 1 Co 3, 15; 1 P 1, 7)
habla de un fuego purificador: Respecto a ciertas faltas ligeras, es necesario
creer que, antes del juicio, existe un fuego purificador, según lo que afirma
Aquél que es la Verdad, al decir que si alguno ha pronunciado una blasfemia
contra el Espíritu Santo, esto no le será perdonado ni en este siglo, ni en el
futuro (Mt 12, 31). En esta frase
podemos entender que algunas faltas pueden ser perdonadas en este siglo, pero
otras en el siglo futuro (San Gregorio Magno, dial. 4, 39)”. Esto último es el
aporte del Papa San Gregorio Magno a la doctrina católica sobre el Purgatorio,
pero de ninguna manera es un invento de este santo, sino que es una realidad de
la otra vida, revelada por el Hombre-Dios Jesucristo.
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