San Miguel Arcángel, Príncipe de la Milicia celestial

San Miguel Arcángel, Príncipe de la Milicia celestial
"San Miguel Arcángel, defiéndenos en la batalla, sé nuestro amparo contra la perversidad y acechanzas del demonio; reprímale, Dios, pedimos suplicantes, y tú, Príncipe de la Milicia celestial, arroja al infierno, con el divino poder, a Satanás y a los demás espíritus malignos, que andan dispersos por el mundo para la perdición de las almas. Amén".

viernes, 17 de septiembre de 2021

San Padre Pío de Pietralcina

 



         El Padre Pío fue y es uno de los más grandes santos y místicos de la Iglesia Católica. Desde muy pequeño, mostró signos de ser un elegido de Dios para difundir el Evangelio de Jesucristo entre los hombres, dentro de lo cual está la lucha espiritual contra el Demonio.

         De toda su vida de santidad, hay algo que se destaca entre muchos santos y son los estigmas de Cristo, que el Padre Pío llevó durante muchos años, hasta su muerte. ¿Qué significan estos estigmas? Ante todo, no son estigmas del Padre Pío, sino los de Cristo, es decir, son las mismas heridas de Cristo sufridas en la Pasión. Por lo tanto, son un recordatorio permanente de cuánto le costó a Jesucristo nuestra salvación. Pero no solo un recordatorio: son además una participación a la Pasión misma del Salvador; en otras palabras, Cristo asocia tan íntimamente al Padre Pío a su Pasión salvadora, que lo hace participar, visible y sensiblemente, de sus mismas heridas, las heridas de la Cruz. Esto nos conduce a reflexionar acerca del sentido de la Pasión de Cristo y de sus heridas, llevadas por el Padre Pío: Cristo sufrió la Pasión y la muerte en Cruz por todos y cada uno de nosotros, por nuestra salvación, para que fuéramos capaces de ganar el Cielo y de evitar la eterna condenación en el Infierno. Además, son un recordatorio de cómo el dolor humano e incluso la muerte, han sido asumidas y santificadas por el Hombre-Dios Jesucristo, de manera tal que el dolor y la muerte humanos, que antes eran castigo por el pecado de Adán y Eva, a partir de Cristo son camino de santificación personal y puertas abiertas al Reino de los cielos. Es por esto que, así como el Padre Pío llevó las llagas de Cristo no sólo sin quejarse nunca, sino con todo el amor del que era posible, así también nosotros, imitando a Cristo y al Padre Pío, debemos llevar nuestra cruz de cada día, no solo sin quejarnos, sino abrazando la cruz con todo el amor del que seamos capaces, porque es nuestra Puerta que nos conduce al Reino de los cielos.

         Al recordar al Padre Pío en su día, le pidamos que interceda para que nunca reneguemos de la cruz, sino que seamos capaces de abrazarla y de llevarla todos los días de nuestra vida terrena, en pos de Cristo, hasta alcanzar la Vida eterna.

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