San Miguel Arcángel, Príncipe de la Milicia celestial

San Miguel Arcángel, Príncipe de la Milicia celestial
"San Miguel Arcángel, defiéndenos en la batalla, sé nuestro amparo contra la perversidad y acechanzas del demonio; reprímale, Dios, pedimos suplicantes, y tú, Príncipe de la Milicia celestial, arroja al infierno, con el divino poder, a Satanás y a los demás espíritus malignos, que andan dispersos por el mundo para la perdición de las almas. Amén".

viernes, 17 de septiembre de 2021

San Mateo, Apóstol y Evangelista

 



Era hebreo de raza y fue por profesión un publicano, o recolector de impuestos para los romanos[1]. Entre los judíos, estos publicanos eran considerados infames y odiosos porque los miraban como enemigos de la libertad natural que Dios les había dado y como personas manchadas espiritualmente por su asociación con los paganos, además de hacerlos corresponsables de la esclavización de sus compatriotas. Los judíos los aborrecían y de tal manera que consideraban sus propiedades o dinero como fortunas de ladrones y en consecuencia les prohibieron la participación en actividades religiosas, cívicas y comerciales. Su oficio consistía en cobrar un peaje a los pasajeros que venían por el lago de Tiberíades y es allí en donde recibe el llamado de Jesús.

Matero era rico, tenía un buen sueldo y además era un hombre sabio y prudente, y por lo tanto entendía perfectamente lo que le costaría seguir a Jesús: dejarlo todo. Sin embargo, ante el llamado de Jesús, dejó todo -riquezas, familia, ocupaciones mundanas, placeres, su profesión-inmediatamente para seguir a Jesús. Esto nos lleva a considerar qué es lo que Mateo vio en Jesús para tomar una decisión tan radical y para ello nos servimos de la reflexión de San Jerónimo, quien dice que en Nuestro Divino Redentor brilló un aire de majestad divina y que fue eso lo que traspasó el alma de Mateo y lo atrajo tan fuertemente a Jesús, que no pudo decir que no a su llamado. La mirada del Hombre-Dios y el Amor de su Sagrado Corazón sobre Mateo provocaron en él una conversión perfecta, puesto que se desapegó al instante de todo lo que lo mantenía aferrado a esta tierra, todas las seguridades humanas de las que nos rodeamos los seres humanos, para seguir a Jesús.

Según la Tradición, después de la Ascensión de Nuestro Señor, San Mateo predicó por varios años en Judea y en los países cercanos hasta la dispersión de los apóstoles. Un poco antes de la dispersión escribió su Evangelio, destinado ante todo a los conversos de Palestina. El Evangelio de San Mateo desciende a un detalle más particular y completo en las acciones de Cristo que los otros tres, enfocando sobre todo las lecciones de misericordia de Nuestro Salvador. San Mateo, después de predicar en Judea, fue a predicar la fe a las naciones bárbaras e incivilizadas del Este: así, San Ambrosio dice que Dios le abrió el País de los Persas, mientras que Rufinus y Sócrates nos dicen que llevó el evangelio Etiopía. Por último, el historiador Venantus Fortunatus relata que el sufrió el martirio en Nudubaz, una ciudad de Etiopía y Dorotheus dice que fue sepultado en una ciudad llamada Hierápolis. Sus reliquias fueron traídas al Oeste, Papa Gregorio VII, en una carta al Obispo de Salerno en 1080 y todavía están en este lugar.

         El mensaje de santidad que nos deja es el desapego inmediato a las cosas de la tierra, para adherirse, con todo su ser, con toda su alma, con todo su corazón y con todas sus fuerzas, al Hombre-Dios Jesucristo, para seguirlo por el Camino Real de la Cruz, que fue el que lo condujo al Reino de los cielos. Al recordarlo en su día, le pidamos al santo que interceda por nosotros para que seamos capaces de vivir en el mundo pero sin ser del mundo, con la vista del corazón fija en la Vida eterna, en Jesús Eucaristía, para que llegado el momento de nuestro paso de esta vida a la otra, seamos conducidos al Reino de los cielos, en donde adoraremos, por la eternidad, al Cordero de Dios, Cristo Jesús.



[1] Vidas de los Santos de Butler, Vol. III; cfr. https://www.corazones.org/santos/mateo.htm

No hay comentarios.:

Publicar un comentario