Como todos sabemos, Santa
Lucía murió mártir por causa de su fe en Jesucristo. Precisamente, lo que la
define como “mártir”, es el hecho de dar su vida en testimonio de Jesucristo. Ahora
bien, esto nos lleva a considerar dos cosas: por un lado, qué es lo que
entendemos por “fe” y qué es lo que entendemos por “Jesucristo”. Porque un
evangelista, o un miembro de una secta, también pueden tener “fe en Jesucristo”
y eso no los convierte en mártires ni en santos como Santa Lucía. ¿Por qué?
Porque la fe y el Jesucristo de Santa Lucía son la fe y el Jesucristo de la
Iglesia Católica, los cuales son muy distintos a los de los protestantes y a
los de cualquier secta. “Fe”, dice la Escritura, es “creer en lo que no se ve”.
Es decir, es algo invisible a los ojos del cuerpo, es algo en lo que creemos,
pero que no lo vemos con los ojos del cuerpo, pero sí lo vemos con los ojos del
alma, iluminados por la luz de la gracia. ¿Y qué es eso en lo que “creemos sin
ver”? Es Jesucristo, pero no el Jesucristo de los evangelistas; no el
Jesucristo de los integrantes de las sectas. Nosotros, los católicos –y por lo
tanto, Santa Lucía- creemos en un Jesucristo muy distinto al Jesucristo en el
que creen los evangelistas y los sectarios. Para nosotros, Jesucristo no es un
hombre común, no es un hombre santo, no es una persona humana: es el
Hombre-Dios, es la Segunda Persona de la Trinidad, es Dios hecho hombre sin
dejar de ser Dios y para nosotros, está en la Cruz, representado y está en
Persona en la Eucaristía. Ni los evangelistas, ni los sectarios, creen en estas
verdades, que son propiamente católicas. Los evangelistas no veneran la Cruz,
porque no veneran imágenes y no adoran la Eucaristía, porque no creen en la
Presencia real, verdadera y substancial de Jesucristo en la Eucaristía, como sí
lo creemos los católicos. Santa Lucía dio su vida por esta fe, la Santa Fe
Católica, la fe que se nos infundió en el Bautismo, que se nos fortaleció con
la Confirmación, que se nos infunde en cada Eucaristía, la fe católica en
Cristo, el Hombre-Dios, que está representado en la Cruz y está en Persona en
la Eucaristía. Hay un dicho que dice: “Católico ignorante, futuro protestante”.
Si nosotros ignoramos nuestra Fe católica en Jesucristo, vamos a pensar que da
lo mismo venir a la Iglesia Católica, que a la evangelista o a las sectas, pero
nuestra Fe católica no tiene absolutamente nada que ver con la fe de estas
iglesias y sectas que no son católicas. Por eso nosotros veneramos y adoramos
la Cruz, el Viernes Santo, y por eso adoramos la Eucaristía y nos arrodillamos
delante de la Eucaristía y hacemos adoración eucarística, porque nuestra Fe
católica nos dice que allí está Jesucristo.
Al recordar a Santa Lucía, le
pidamos que interceda desde el Cielo para que no caigamos en la confusión de
pensar que todas las religiones son iguales y le pidamos también que encienda
en nosotros el mismo amor que tuvo ella por el Cristo de la Iglesia Católica,
el Cristo de la Cruz y el Cristo de la Eucaristía, ese mismo Amor que la llevó a dar su vida por el Hombre-Dios Jesucristo.
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