San Miguel Arcángel, Príncipe de la Milicia celestial

San Miguel Arcángel, Príncipe de la Milicia celestial
"San Miguel Arcángel, defiéndenos en la batalla, sé nuestro amparo contra la perversidad y acechanzas del demonio; reprímale, Dios, pedimos suplicantes, y tú, Príncipe de la Milicia celestial, arroja al infierno, con el divino poder, a Satanás y a los demás espíritus malignos, que andan dispersos por el mundo para la perdición de las almas. Amén".

miércoles, 5 de diciembre de 2018

La fe de Santa Lucía la llevó a dar su vida por Cristo



         Como todos sabemos, Santa Lucía murió mártir por causa de su fe en Jesucristo. Precisamente, lo que la define como “mártir”, es el hecho de dar su vida en testimonio de Jesucristo. Ahora bien, esto nos lleva a considerar dos cosas: por un lado, qué es lo que entendemos por “fe” y qué es lo que entendemos por “Jesucristo”. Porque un evangelista, o un miembro de una secta, también pueden tener “fe en Jesucristo” y eso no los convierte en mártires ni en santos como Santa Lucía. ¿Por qué? Porque la fe y el Jesucristo de Santa Lucía son la fe y el Jesucristo de la Iglesia Católica, los cuales son muy distintos a los de los protestantes y a los de cualquier secta. “Fe”, dice la Escritura, es “creer en lo que no se ve”. Es decir, es algo invisible a los ojos del cuerpo, es algo en lo que creemos, pero que no lo vemos con los ojos del cuerpo, pero sí lo vemos con los ojos del alma, iluminados por la luz de la gracia. ¿Y qué es eso en lo que “creemos sin ver”? Es Jesucristo, pero no el Jesucristo de los evangelistas; no el Jesucristo de los integrantes de las sectas. Nosotros, los católicos –y por lo tanto, Santa Lucía- creemos en un Jesucristo muy distinto al Jesucristo en el que creen los evangelistas y los sectarios. Para nosotros, Jesucristo no es un hombre común, no es un hombre santo, no es una persona humana: es el Hombre-Dios, es la Segunda Persona de la Trinidad, es Dios hecho hombre sin dejar de ser Dios y para nosotros, está en la Cruz, representado y está en Persona en la Eucaristía. Ni los evangelistas, ni los sectarios, creen en estas verdades, que son propiamente católicas. Los evangelistas no veneran la Cruz, porque no veneran imágenes y no adoran la Eucaristía, porque no creen en la Presencia real, verdadera y substancial de Jesucristo en la Eucaristía, como sí lo creemos los católicos. Santa Lucía dio su vida por esta fe, la Santa Fe Católica, la fe que se nos infundió en el Bautismo, que se nos fortaleció con la Confirmación, que se nos infunde en cada Eucaristía, la fe católica en Cristo, el Hombre-Dios, que está representado en la Cruz y está en Persona en la Eucaristía. Hay un dicho que dice: “Católico ignorante, futuro protestante”. Si nosotros ignoramos nuestra Fe católica en Jesucristo, vamos a pensar que da lo mismo venir a la Iglesia Católica, que a la evangelista o a las sectas, pero nuestra Fe católica no tiene absolutamente nada que ver con la fe de estas iglesias y sectas que no son católicas. Por eso nosotros veneramos y adoramos la Cruz, el Viernes Santo, y por eso adoramos la Eucaristía y nos arrodillamos delante de la Eucaristía y hacemos adoración eucarística, porque nuestra Fe católica nos dice que allí está Jesucristo.
         Al recordar a Santa Lucía, le pidamos que interceda desde el Cielo para que no caigamos en la confusión de pensar que todas las religiones son iguales y le pidamos también que encienda en nosotros el mismo amor que tuvo ella por el Cristo de la Iglesia Católica, el Cristo de la Cruz y el Cristo de la Eucaristía, ese mismo Amor que la llevó a dar su vida por el Hombre-Dios Jesucristo.

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