Cuando un santo nos concede un favor que hemos solicitado,
lo hace por permisión divina y con el poder divino. Ahora bien, cuando Dios
obra de esta manera, a través de sus santos, esto es, concediéndonos los
favores que pedimos, no lo hace para que solamente obtengamos favores de este
santo particular –en este caso, San Expedito-. La intención de Dios, al
concedernos favores por medio de sus santos, es que conozcamos al santo y lo
imitemos en sus virtudes, para que también nosotros alcancemos la santidad. Es decir,
lo que Dios busca, al darnos lo que le pedimos, no es simplemente “dar” lo que
hemos pedido, sino que quiere sepamos de la vida del santo, para imitarlo y
alcanzar la santidad y la vida eterna.
¿Qué mensaje de santidad nos transmite San Expedito?
Para saberlo, debemos contemplar, con los ojos de la fe, la
imagen de San Expedito, que lo retrata en el momento más importante de su vida:
la conversión del corazón a Jesucristo. En efecto, San Expedito era un soldado
romano, pagano, y como tal, tenía su corazón alejado de Dios y apegado a las
cosas de la tierra, como todos los paganos. Sin embargo, un día, recibió una
gracia extraordinaria de parte de Jesucristo: era la gracia de la conversión y
esa gracia provenía de la Santa Cruz de Nuestro Señor Jesús, y esa es la razón por la
cual San Expedito aparece con una cruz blanca en su mano derecha. Por esta
gracia, Jesucristo le concedía a San Expedito la posibilidad de abandonar su
vida anterior, oscura y tenebrosa, vivida a la sombra del paganismo, para
comenzar a vivir bajo la luz radiante de la gracia divina, que brota del
Corazón traspasado de Jesús en la cruz. Para ser fiel a la gracia concedida,
San Expedito debía responder de modo inmediato, sin dilaciones: por ese motivo,
la cruz blanca de San Expedito tiene la inscripción en latín “Hodie, que
traducido al español significa “hoy”. San Expedito debía aceptar la gracia de
la conversión en el acto.
Pero
sucedió que en el mismo momento en que le fue concedida esta gracia, a San
Expedito se le apareció el demonio en forma de cuervo –y ésa es la razón por la
cual se lo retrata con un cuervo bajo su pie derecho-, el cual, sobrevolando en
círculos concéntricos, cada vez más cerca del santo, le repetía con su voz
gutural: “Cras, cras, cras”, que traducido del latín significa: “Mañana,
mañana, mañana”. Es decir, el demonio trataba de seducir a San Expedito, con la
tentación de postergar su conversión del paganismo al cristianismo, para “mañana”;
hoy podía seguir siendo pagano, podía continuar con su vida alejada de Dios,
con sus pecados habituales: ya habría tiempo de convertirse “mañana”. Mientras decía
esto, el demonio, que es muy inteligente debido a su naturaleza angélica y la
conserva a su inteligencia, a pesar de ser un ángel caído -pero que comparado
con la Sabiduría divina no pasa de ser un tonto solemne-, había dejado de volar
en círculos alrededor de San Expedito, y se acercó, desprevenido –todavía en
forma de cuervo-, hasta San Expedito, quedando al alcance de sus pies.
A
San Expedito, entonces, se le presentaban dos opciones: o la conversión
inmediata, urgente, a Jesucristo, abandonando su vida de pagano, para comenzar
a vivir bajo la luz de la cruz de Jesús, o seguir con su oscura vida de pagano,
postergando la conversión para un incierto “mañana” -que no sabemos si llegará,
porque podemos morir esta noche- y quedando bajo las garras y las oscuras alas
del Ángel caído. San Expedito, al ver estas dos posibilidades, no dudó ni un
instante, y de las dos posibilidades, eligió a Jesucristo; entonces, animado
por una fuerza sobrenatural que provenía del crucifijo que sostenía en su mano
derecha, y con un movimiento rapidísimo de su pie, aplastó al demonio en forma
de cuervo, con la fuerza de Jesucristo, al tiempo que decía: “Hodie! ¡Hoy! ¡Hoy,
ahora, y no mañana, me convierto a Jesucristo y abandono la vida de pagano,
vida de pecados, de mentiras, de violencias, de avaricia, de satisfacción de
los placeres terrenos! ¡Hoy, ahora, comienzo a vivir la vida nueva de los hijos
de Dios, la vida de la gracia, la vida que brota del Corazón traspasado de
Jesús y me comunica su Amor, el Espíritu Santo, que me conduce al Padre!”.
Es
esto, entonces, lo que tenemos que pedirle a San Expedito, como devotos suyos:
la gracia de la conversión urgente, sin dilaciones, en el ahora inmediato, en
el “ya” que estamos viviendo, a Jesucristo, y abandonar para siempre a nuestro
hombre viejo. Para eso nos concede Dios los favores a través de sus santos, en
este caso, San Expedito.
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