Cuando Jesús murió en la cruz, estaba coronado de espinas. Al
resucitar, esa corona había desaparecido. Sólo quedaba, como recuerdo de su
Pasión, las llagas de sus manos y de sus pies y la llaga abierta de su
costado, de las cuales ya no manaba Sangre, sino Luz gloriosa.
Sin embargo, cuando Jesús se le apareció a Santa Margarita María
de Alacquoque, al mostrarle su Corazón, este se encontraba, además de abierto
por la lanza y envuelto en las llamas del Espíritu Santo y con la Cruz en su
base, rodeado de una corona de espinas, con lo cual, la corona de espinas con
la cual Él murió en la cruz, nunca le fue quitada con la Resurrección, sino que le
fue quitada de la Cabeza y de la Cabeza le fue trasladada al Corazón.
¿Por qué? ¿Cuál es el significado?
El significado es que, si bien Jesús murió y resucitó y ascendió a los
cielos y está glorioso y resucitado en los cielos y en la Eucaristía y ya no
muere más y ya no sufre más, es verdad también que la Pasión de Cristo
continúa, misteriosamente, en su Cuerpo Místico y continuará hasta el fin
de los tiempos. La corona de espinas en la cabeza -que es la materialización de
nuestros pecados, desde el pecado más insignificante, hasta el pecado mortal
más abominable-, que estaba en la cabeza de Jesús crucificado aparece luego rodeando al Sagrado Corazón para representar
precisamente este hecho: que así como los hombres continuarán pecando hasta el
fin de los tiempos, así también la Pasión redentora de Jesús continuará hasta
el fin de los tiempos. Hasta el Último Día, el Sagrado Corazón de Jesús
continuará latiendo y redimiendo con sus latidos de Amor el pecado y la malicia
de los hombres, representado y materializado en la corona de espinas que lo
rodea y lo estrecha fuertemente. Es por esto que el que vive en gracia, alivia y repara los
terribles dolores del Sagrado Corazón; el que vive en pecado, provoca lacerantes
y desgarradoras heridas al Corazón de Jesús.
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