San Miguel Arcángel, Príncipe de la Milicia celestial

San Miguel Arcángel, Príncipe de la Milicia celestial
"San Miguel Arcángel, defiéndenos en la batalla, sé nuestro amparo contra la perversidad y acechanzas del demonio; reprímale, Dios, pedimos suplicantes, y tú, Príncipe de la Milicia celestial, arroja al infierno, con el divino poder, a Satanás y a los demás espíritus malignos, que andan dispersos por el mundo para la perdición de las almas. Amén".

sábado, 7 de octubre de 2023

Santa Faustina Kowalska

 



         Vida de santidad[1].

     Llamada “el Apóstol de la Divina Misericordia”, Sor Faustina nació en el año 1905 en la aldea de Glogowiec, cerca de Lodz, como la tercera de diez hermanos en la familia de Kowalski. Desde pequeña se destacó por el amor a la oración, laboriosidad, obediencia y sensibilidad ante la pobreza humana. Su educación escolar duró apenas tres años. Al cumplir 16 años abandonó la casa familiar para trabajar de empleada doméstica en casas de familias acomodadas. A los 20 años entró en la Congregación de las Hermanas de la Madre de Dios de la Misericordia, donde ­ como Sor María Faustina ­ vivió 13 años cumpliendo los deberes de cocinera, jardinera y portera. Su vida, aparentemente ordinaria, monótona y gris, se caracterizó por la extraordinaria profundidad de su unión con Dios. Desde niña había deseado ser una gran santa y, en consecuencia, caminó hacia este fin colaborando con Jesús en la obra de salvar a las almas perdidas, hasta ofrecerse como sacrificio por los pecadores. Los años de su vida conventual estuvieron marcados, pues, por el estigma del sufrimiento y las extraordinarias gracias místicas. Sor María Faustina manifestó su misión en el Diario que escribió por mandato del Señor Jesús y de los confesores. Registró en él con fidelidad todo lo que Jesús le pidió y describió todos los encuentros de su alma con Él. “Secretaria de mi más profundo misterio” -dijo el Señor Jesús a sor María Faustina- “tu misión es la de escribir todo lo que te hago conocer sobre mi misericordia para el provecho de aquellos que, leyendo estos escritos, encontrarán en sus almas consuelo y adquirirán valor para acercarse a Mí”[2]. Fue beatificada por San Juan Pablo II el 18 de abril de 1993 y fue canonizada el 30 de abril de 2000 también por San Juan Pablo II.

Mensaje de santidad.

Podemos decir que el mensaje de santidad de Santa Faustina comprende varias tareas: una tarea es la de proclamar al mundo la verdad revelada en la Sagrada Escritura sobre el Amor Misericordioso de Dios a cada persona, manifestada en el Sacramento de la Penitencia, ya que allí Dios perdona cualquier pecado, por grande que sea, con tal de que éste sea confesado con verdadero arrepentimiento.

Fue llevada al Infierno, para que diera testimonio de su existencia y para avisar al mundo que no está vacío, sino ocupado por demonios y por almas de condenadas, de seres humanos que en la vida terrena no creyeron en la existencia del Infierno y al mismo tiempo despreciaron a la Divina Misericordia, que los alentaba a convertirse de sus malas vidas y a encaminarse por la vía de la gracia, el Camino de la Cruz.

Otra tarea es alcanzar la misericordia de Dios para el mundo entero, según un modo específico deseado por el mismo Jesús en Persona, como la imagen de la Divina Misericordia con la inscripción: “Jesús, en ti confío”; además de la imagen, propagar la fiesta de la Divina Misericordia para toda la Iglesia Universal, el primer domingo después de la Pascua de Resurrección; el rezo de la coronilla a la Divina Misericordia y la oración a la hora de la Misericordia (a las tres de la tarde), como forma de implorar la Divina Misericordia para el mundo entero y en especial para los más pecadores, para los más necesitados de la Misericordia de Dios. A estas formas de la devoción y a la propagación del culto a la Divina Misericordia el Señor Jesús vinculó grandes promesas bajo la condición de confiar en Dios y practicar el amor activo hacia el prójimo.

Una de las tareas más importante de Santa Faustina es la de “preparar al mundo para la Segunda Venida” de Nuestro Señor Jesucristo, tal como Él mismo se lo dice: “Prepararás al mundo para mi Segunda Venida”. También es su deber anunciar que la humanidad, que se aleja cada vez más de Dios, no encontrará la paz, hasta que no se vuelva con confianza a la Divina Misericordia. De nada valdrán los acuerdos realizados entre los hombres, para detener las guerras que precederán a su Segunda Venida, si estos esfuerzos no están centrados en la Divina Misericordia y es esto lo que Jesús le dice: “La humanidad no encontrará la paz hasta que no se vuelva con confianza a mi Divina Misericordia”.

Por último, al recordarla en su día, si no podemos alcanzar su grado de heroicidad en las virtudes, como lo hizo Santa Faustina, al menos nos empeñemos en vivir como ella vivió además de anunciar con nuestras vidas, que ningún hombre encontrará la paz si no la recibe de parte de Jesús Misericordioso y que la Segunda Venida de Cristo está cerca.

 

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