Vida de
santidad[1].
San Lucas
es el autor
del tercer Evangelio y también de los Hechos de los Apóstoles, en el que se
narran los orígenes de la vida de la Iglesia hasta la primera prisión de Pablo
en Roma. Se cree que posiblemente escribió entre los años 70 y 80 d. C., período
que coincide con los dos años en los que San Pablo estuvo preso en Cesarea
(Hch 20, 21). Se destaca como evangelista y como historiador y su
conversión se piensa que se produjo alrededor del año 40. Conoció a Pablo en
Antioquía y si bien ninguno de los dos conoció a Jesús durante su vida en la
tierra, guiado por el Espíritu Santo, Lucas escribió cuidadosamente todo lo que
escuchó de los testigos oculares -Lucas nos advierte que hizo muchas
investigaciones y que buscó informaciones respecto de la vida de Jesús investigando
a quienes fueron testigos de los hechos de Jesús- y a partir de allí, narra la
infancia de Jesús y además es el que trata con más frecuencia sobre la Virgen
María y esto porque tal vez fue la Virgen misma le instruyó en Éfeso.
Lucas
se caracteriza porque en su Evangelio escribe para el mundo gentil, es decir,
para quienes no pertenecen al Pueblo Elegido, por lo cual se destaca el aspecto
universal de la Redención de Jesucristo, significando que esta no se limita
solo a una raza determinada, sino a toda la humanidad, comenzando la
predicación de la salvación a todas las naciones, comenzando por Jerusalén (cfr.
Lc 24, 46-47). San Lucas es consciente de los peligrosos desvíos que
para la verdadera fe supone la legalidad y la casuística judía, así como las
herejías y la frivolidad pagana que surgen entre quienes se dejan guiar por sus
razonamientos humanos. Además de la Redención universal, su Evangelio muestra
una atención especial hacia los pobres, los pecadores arrepentidos y hacia la
oración. Un escrito del siglo II, el Prólogo antimarcionista del Evangelio
de Lucas, sintetiza el perfil biográfico del modo siguiente: “Lucas, un sirio
de Antioquía, de profesión médico, discípulo de los apóstoles, más tarde siguió
a San Pablo hasta su confesión (martirio). Sirvió incondicionalmente al Señor,
no se casó ni tuvo hijos. Murió a la edad de 84 años en Beocia, lleno de
Espíritu Santo”[2].
Recientes estudios concuerdan con esta versión.
Mensaje de santidad.
La
profesión médica nos hace suponer que poseía una cultura superior a la media en
su tiempo, habiendo dedicado mucho tiempo al estudio y esta formación cultural
se nota también por el estilo de sus libros: su Evangelio está escrito en un
griego sencillo, limpio y bello, rico en términos que los otros tres
evangelistas no tienen, lo cual es signo precisamente de un estado cultural
diverso al de los otros evangelistas. Sin embargo, al igual que sucede con los
otros evangelistas, en San Lucas existe una luz intelectual que no proviene de
la propia razón humana, sino del Espíritu Santo y esto no puede ser de otra manera
porque San Lucas no describe a un profeta más entre tantos ni a un hombre
santo, ni siquiera el más santo entre los santos: describe a Dios Tres veces
Santo, encarnado en la Persona Segunda de la Trinidad, la cual une a Sí a la
humanidad santísima de Jesús de Nazareth. Es verdad que, según los análisis
estilísticos e historiográficos San Lucas es el que mejor retrata, de entre los
evangelistas, la humana fisonomía del Redentor, como por ejemplo su
mansedumbre, sus atenciones para con los pobres y los marginados, las mujeres y
los pecadores arrepentidos, pero esta descripción de la humanidad de Jesús de
Nazareth no oculta la divinidad que le es propia al Hombre-Dios, divinidad que
se trasluce en el Evangelio de Lucas. Se puede decir también que San Lucas es
el biógrafo de la Virgen y de la infancia de Jesús, él es el que es nombrado
como “el evangelista de la Navidad”, describiendo con suma sencillez, pero a la
vez insondable profundidad, el misterio del Nacimiento virginal del Niño Dios. Un
elemento a tener en cuenta es que, si bien San Lucas puede considerarse como un
hombre conciliador, dueño de sí mismo, que suaviza o calla expresiones que
hubieran podido herir a algún lector, en ningún momento este rasgo conciliador
de su personalidad, atenta contra la verdad histórica de los hechos relativos
al Hombre-Dios Jesucristo y a su Madre, la Virgen, por él retratados.
Por
último, al revelarnos los secretos íntimos de la Anunciación, de la Visitación,
de la Navidad, San Lucas nos da a entender que conoció personalmente a la
Virgen, un privilegio concedido a muy pocos y por lo que algún exégeta avanza
la hipótesis de que fue la Virgen María misma, en persona, quien le transcribió
el himno del “Magnificat”, que Ella, la Madre de Dios, elevó al Señor inspirada
por el Espíritu Santo, al encontrarse con su prima Isabel. Al recordarlo en su
día, le pidamos a San Lucas que interceda por nosotros para que nunca caigamos
en el error de interpretar su Evangelio con la pobre y débil luz de nuestra
razón, sino que recurramos siempre al Espíritu Santo, para que sea el Santo
Espíritu de Dios quien nos revele todo lo que escribió San Lucas Evangelista.
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