San Miguel Arcángel, Príncipe de la Milicia celestial

San Miguel Arcángel, Príncipe de la Milicia celestial
"San Miguel Arcángel, defiéndenos en la batalla, sé nuestro amparo contra la perversidad y acechanzas del demonio; reprímale, Dios, pedimos suplicantes, y tú, Príncipe de la Milicia celestial, arroja al infierno, con el divino poder, a Satanás y a los demás espíritus malignos, que andan dispersos por el mundo para la perdición de las almas. Amén".

lunes, 7 de agosto de 2023

Santa Teresa Benedicta de la Cruz

 



        Santa Edith Stein

         Vida de santidad[1].

         Edith Stein, la última de once hermanos de una familia judía, nació en Breslau el 12 de octubre de1891, durante la fiesta del Yom Kippur, día de la expiación. Caracterizada por una inteligencia sobresaliente, en 1913 fue a Gottinga para asistir a las clases universitarias de Edmund Husserl, de quien llegó a ser discípula y asistente, consiguiendo con él el doctorado. Hay que decir que la fenomenología de Husserl no sirve como sustrato filosófico para la fe católica, precedida por la filosofía y la metafísica aristotélica-platónica y actualizada por Santo Tomás de Aquino. Es conveniente tener esto en cuenta, para llegar a la conversión de Edith Stein, conversión que no fue facilitada por la filosofía fenomenológica que ella estudiaba. Husserl define la conciencia como un conjunto de actos que se conocen con el nombre de vivencias. Esta conciencia tiene la peculiaridad de eliminar toda referencia a una existencia real de las cosas, es decir la conciencia no percibe objetos reales sino que aprehende objetos, que se denominan fenómenos[2]. La ambición de Husserl era triple: 1ª, encontrar fenómenos puros de conciencia, a salvo de los malvados conceptos; 2ª, liberar esos fenómenos de conciencia de las interferencias del entendimiento, y experimentar su inobjetividad y 3ª, comprender esos fenómenos de conciencia a partir del encuentro, la liberación, la experimentación previamente realizada. Para ello, en conclusión, era preciso poner entre paréntesis los saberes heredados, y situarse ante el hecho de la conciencia sin conocimientos previos, esto es, sin tradición[3]. En consecuencia, de la triple ambición fenomenológica, que el personalismo introdujo en la pastoral de la Iglesia, nos quedan tres frentes de crisis que confrontar: el subjetivismo experiencialista, que ha deformado el sentido de la fe; los prejuicios contra la doctrina, la razón práctica, la metafísica y el derecho; y una concepción nominalista de la autoridad, que entiende que es la potestad del que manda un poder omnipotente que está por encima de la verdad. En el año 1921, se encontraba en la finca de un matrimonio convertido al Catolicismo; en la biblioteca, encontró la autobiografía de Santa Teresa de Ávila. La leyó durante toda la noche y refiriéndose a esta lectura de Santa Teresa, escribe: “Cuando cerré el libro, me dije: ‘Ésta es la verdad’”. Además, considerando en retrospectiva su vida, escribía más tarde: “Mi anhelo por la verdad era ya una oración”. En Gottinga Edith Stein se encontró también con el filósofo Max Scheler y este encuentro la condujo todavía más a la conversión al Catolicismo. Edith Stein se bautizó en enero de 1922, relatando así este momento crucial en su conversión al Catolicismo: “Había dejado de practicar mi religión hebrea y me sentía nuevamente hebrea solamente tras mi retorno a Dios”. Con la invasión nazi, en la noche de fin de año de 1938 cruza la frontera de los Países Bajos y la llevan al monasterio de Carmelitas de Echt, en Holanda. Allí redacta su testamento el 9 de junio de 1939. “Ya desde ahora acepto con gozo, en completa sumisión y según su santísima voluntad, la muerte que Dios me haya destinado. Ruego al Señor que acepte mi vida y muerte... de manera que el Señor sea reconocido por los suyos y que su Reino venga con toda su magnificencia para la salvación de Alemania y la paz del mundo”. 

Por insistencia del Archiabad Raphael Walzer, del convento de Beuron, hace largos viajes para dar conferencias. Dice la santa: “Durante el período inmediatamente precedente y también bastante después de mi conversión... creía que llevar una vida religiosa significaba renunciar a todas las cosas terrenas y vivir solamente con el pensamiento puesto en Dios. Gradualmente, sin embargo, me he dado cuenta de que este mundo exige de nosotros, además de esto, otras muchas cosas..., creo, incluso, que cuanto más se siente uno atraído por Dios, más debe “salir de sí mismo”, en el sentido de dirigirse al mundo para llevar allí una razón divina para vivir”. Su programa de trabajo es enorme. Traduce las cartas y los diarios del período precatólico de Newmann y la obra Quaestiones disputatae de veritate de Tomás de Aquino, en una versión muy libre por amor al diálogo con la filosofia moderna. El Padre Erich Przywara, S.J., la incitó a escribir también obras filosóficas propias. Aprendió que es posible “practicar la ciencia al servicio de Dios... sólo por tal motivo he podido decidirme a comenzar una serie de obras científicas”. Con gran sorpresa encontró una creyente y dice así: “Este ha sido mi primer encuentro con la cruz y con la fuerza divina que transmite a sus portadores... Fue el momento en que se desmoronó mi irreligiosidad y brilló Cristo”. Más tarde escribirá: “Lo que no estaba en mis planes estaba en los planes de Dios. Arraiga en mí la convicción profunda de que -visto desde el lado de Dios- no existe la casualidad; toda mi vida, hasta los más mínimos detalles, está ya trazada en los planes de la Providencia divina y, ante los ojos absolutamente clarividentes de Dios, presenta una coherencia perfectamente ensamblada.

 

En Echt, Edith Stein escribe su ensayo sobre Juan de la Cruz, el místico doctor de la Iglesia, con ocasión del cuatrocientos aniversario de su nacimiento, 1542-1942. En 1941 escribía a una religiosa con quien tenía amistad: “Una scientia crucis (la ciencia de la cruz) solamente puede ser entendida si se lleva todo el peso de la cruz. De ello estaba convencida ya desde el primer instante y de todo corazón he pronunciado: Ave, Crux, Spes unica (Te saludo, Cruz, única esperanza nuestra)”. Su estudio sobre San Juan de la Cruz lleva como subtítulo: “La ciencia de la Cruz”. El 2 de agosto de 1942 llega la Gestapo. En cinco minutos debe presentarse, junto con su hermana Rosa, que se había bautizado en la Iglesia Católica y prestaba servicio en las Carmelitas de Echt. Las últimas palabras de Edith Stein que se oyen en Echt están dirigidas a Rosa: “Ven, vayamos, por nuestro pueblo”. El 9 de agosto Sor Teresa Benedicta de la Cruz, junto con su hermana Rosa y muchos otros de su pueblo, murió en las cámaras de gas de Auschwitz.

Con su beatificación en Colonia el 1 de mayo de 1987, la Iglesia rindió honores, por decirlo con palabras del Sumo Pontífice Juan Pablo II, a "una hija de Israel, que durante la persecución de los nazis ha permanecido, como católica, unida con fe y amor al Señor Crucificado, Jesucristo, y, como judía, a su pueblo ".

Mensaje de santidad.

Un mensaje central que nos deja Santa Edith Stein es su amor apasionado por la Verdad: a pesar de obtener un doctorado en fenomenología, puesto que este sistema filosófico es un obstáculo para precisamente encontrar la verdad ontológica y substancial del ser, Edith Stein investiga por sí misma y finalmente encuentra la Verdad, que es Cristo: encuentra la Verdad en el plano espiritual, puesto que de judía -e incluso atea en un momento- que era, se convierte al Catolicismo, en donde la Verdad resplandece con todo su esplendor, sin mancha de error alguno; encuentra la Verdad también en el plano filosófico y metafísico, al dejar de lado la fenomenología existencialista y abrazando la metafísica, la filosofía y la teología católica, basada en Aristóteles, Platón y Santo Tomás de Aquino. Un último ejemplo de santidad es que, por amor a la Verdad, que es Cristo -Cristo es la Verdad Increada, es la Sabiduría del Padre-, no duda un instante en dar su vida, uniéndola a Cristo en la cruz, para la salvación de los hombres. Amor a la Verdad Increada, Encarnada en la Humanidad Santísima de Jesús de Nazareth, que prolonga su Encarnación en la Eucaristía para la salvación del Pueblo Elegido, los hebreos y del Nuevo Pueblo Elegido, los bautizados en la Iglesia Católica, es el legado de santidad que nos deja Santa Edith Stein.

 

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