Santa
Edith Stein
Vida de santidad.
Edith Stein, la última de once hermanos de una familia
judía, nació en Breslau el 12 de octubre de1891, durante la fiesta del Yom
Kippur, día de la expiación. Caracterizada por una inteligencia
sobresaliente, en 1913 fue a Gottinga para asistir a las clases
universitarias de Edmund Husserl, de quien llegó a ser discípula y asistente,
consiguiendo con él el doctorado. Hay que decir que la fenomenología
de Husserl no sirve como sustrato filosófico para la fe católica,
precedida por la filosofía y la metafísica aristotélica-platónica y
actualizada por Santo Tomás de Aquino. Es conveniente tener esto en cuenta,
para llegar a la conversión de Edith Stein, conversión que no fue facilitada
por la filosofía fenomenológica que ella estudiaba. Husserl define la
conciencia como un conjunto de actos que se conocen con el nombre de vivencias.
Esta conciencia tiene la peculiaridad de eliminar toda referencia a una
existencia real de las cosas, es decir la conciencia no percibe
objetos reales sino que aprehende objetos, que se denominan fenómenos.
La ambición de Husserl era triple: 1ª, encontrar fenómenos
puros de conciencia, a salvo de los malvados conceptos; 2ª, liberar esos
fenómenos de conciencia de las interferencias del entendimiento, y experimentar su
inobjetividad y 3ª, comprender esos fenómenos de conciencia
a partir del encuentro, la liberación, la experimentación previamente
realizada. Para ello, en conclusión, era preciso poner entre paréntesis los
saberes heredados, y situarse ante el hecho de la conciencia sin conocimientos
previos, esto es, sin tradición.
En consecuencia, de la triple ambición fenomenológica, que el personalismo
introdujo en la pastoral de la Iglesia, nos quedan tres frentes de crisis que
confrontar: el subjetivismo experiencialista, que ha deformado el sentido de
la fe; los prejuicios contra la doctrina, la razón práctica, la metafísica y
el derecho; y una concepción nominalista de la autoridad, que entiende que es
la potestad del que manda un poder omnipotente que está por encima de la
verdad. En el año 1921, se encontraba en la finca de un matrimonio convertido
al Catolicismo; en la biblioteca, encontró la autobiografía de Santa Teresa
de Ávila. La leyó durante toda la noche y refiriéndose a esta lectura de
Santa Teresa, escribe: “Cuando cerré el libro, me dije: ‘Ésta es la verdad’”.
Además, considerando en retrospectiva su vida, escribía más tarde: “Mi anhelo
por la verdad era ya una oración”. En Gottinga Edith Stein se encontró
también con el filósofo Max Scheler y este encuentro la condujo todavía más a
la conversión al Catolicismo. Edith Stein se bautizó en enero de 1922,
relatando así este momento crucial en su conversión al Catolicismo: “Había
dejado de practicar mi religión hebrea y me sentía nuevamente hebrea
solamente tras mi retorno a Dios”. Con la invasión nazi, en la noche de fin
de año de 1938 cruza la frontera de los Países Bajos y la llevan al
monasterio de Carmelitas de Echt, en Holanda. Allí redacta su testamento el 9
de junio de 1939. “Ya desde ahora acepto con gozo, en completa sumisión y
según su santísima voluntad, la muerte que Dios me haya destinado. Ruego al
Señor que acepte mi vida y muerte... de manera que el Señor sea reconocido
por los suyos y que su Reino venga con toda su magnificencia para la
salvación de Alemania y la paz del mundo”.
Por insistencia del
Archiabad Raphael Walzer, del convento de Beuron, hace largos viajes para dar
conferencias. Dice la santa: “Durante el período inmediatamente precedente y
también bastante después de mi conversión... creía que llevar una vida
religiosa significaba renunciar a todas las cosas terrenas y vivir solamente
con el pensamiento puesto en Dios. Gradualmente, sin embargo, me he dado
cuenta de que este mundo exige de nosotros, además de esto, otras muchas
cosas..., creo, incluso, que cuanto más se siente uno atraído por Dios, más
debe “salir de sí mismo”, en el sentido de dirigirse al mundo para llevar
allí una razón divina para vivir”. Su programa de trabajo es enorme. Traduce
las cartas y los diarios del período precatólico de Newmann y la obra Quaestiones
disputatae de veritate de Tomás de Aquino, en una versión muy libre
por amor al diálogo con la filosofia moderna. El Padre Erich Przywara, S.J.,
la incitó a escribir también obras filosóficas propias. Aprendió que es
posible “practicar la ciencia al servicio de Dios... sólo por tal motivo he
podido decidirme a comenzar una serie de obras científicas”. Con gran
sorpresa encontró una creyente y dice así: “Este ha sido mi primer encuentro
con la cruz y con la fuerza divina que transmite a sus portadores... Fue el
momento en que se desmoronó mi irreligiosidad y brilló Cristo”. Más tarde
escribirá: “Lo que no estaba en mis planes estaba en los planes de Dios.
Arraiga en mí la convicción profunda de que -visto desde el lado de Dios- no
existe la casualidad; toda mi vida, hasta los más mínimos detalles, está ya
trazada en los planes de la Providencia divina y, ante los ojos absolutamente
clarividentes de Dios, presenta una coherencia perfectamente ensamblada.
|
|
En Echt, Edith Stein
escribe su ensayo sobre Juan de la Cruz, el místico doctor de la
Iglesia, con ocasión del cuatrocientos aniversario de su nacimiento, 1542-1942.
En 1941 escribía a una religiosa con quien tenía amistad: “Una scientia
crucis (la ciencia de la cruz) solamente puede ser entendida si se
lleva todo el peso de la cruz. De ello estaba convencida ya desde el primer
instante y de todo corazón he pronunciado: Ave, Crux, Spes unica (Te
saludo, Cruz, única esperanza nuestra)”. Su estudio sobre San Juan de la Cruz
lleva como subtítulo: “La ciencia de la Cruz”. El 2 de agosto de 1942
llega la Gestapo. En cinco minutos debe presentarse, junto con su hermana
Rosa, que se había bautizado en la Iglesia Católica y prestaba servicio en las
Carmelitas de Echt. Las últimas palabras de Edith Stein que se oyen en Echt
están dirigidas a Rosa: “Ven, vayamos, por nuestro pueblo”. El 9 de agosto Sor
Teresa Benedicta de la Cruz, junto con su hermana Rosa y muchos otros de su
pueblo, murió en las cámaras de gas de Auschwitz.
Con su beatificación en
Colonia el 1 de mayo de 1987, la Iglesia rindió honores, por decirlo con
palabras del Sumo Pontífice Juan Pablo II, a "una hija de Israel, que
durante la persecución de los nazis ha permanecido, como católica, unida con fe
y amor al Señor Crucificado, Jesucristo, y, como judía, a su pueblo ".
Mensaje
de santidad.
Un
mensaje central que nos deja Santa Edith Stein es su amor apasionado por la
Verdad: a pesar de obtener un doctorado en fenomenología, puesto que este
sistema filosófico es un obstáculo para precisamente encontrar la verdad
ontológica y substancial del ser, Edith Stein investiga por sí misma y
finalmente encuentra la Verdad, que es Cristo: encuentra la Verdad en el plano
espiritual, puesto que de judía -e incluso atea en un momento- que era, se
convierte al Catolicismo, en donde la Verdad resplandece con todo su esplendor,
sin mancha de error alguno; encuentra la Verdad también en el plano filosófico
y metafísico, al dejar de lado la fenomenología existencialista y abrazando la
metafísica, la filosofía y la teología católica, basada en Aristóteles, Platón
y Santo Tomás de Aquino. Un último ejemplo de santidad es que, por amor a la
Verdad, que es Cristo -Cristo es la Verdad Increada, es la Sabiduría del
Padre-, no duda un instante en dar su vida, uniéndola a Cristo en la cruz, para
la salvación de los hombres. Amor a la Verdad Increada, Encarnada en la
Humanidad Santísima de Jesús de Nazareth, que prolonga su Encarnación en la
Eucaristía para la salvación del Pueblo Elegido, los hebreos y del Nuevo Pueblo
Elegido, los bautizados en la Iglesia Católica, es el legado de santidad que
nos deja Santa Edith Stein.
|
No hay comentarios.:
Publicar un comentario