San Miguel Arcángel, Príncipe de la Milicia celestial

San Miguel Arcángel, Príncipe de la Milicia celestial
"San Miguel Arcángel, defiéndenos en la batalla, sé nuestro amparo contra la perversidad y acechanzas del demonio; reprímale, Dios, pedimos suplicantes, y tú, Príncipe de la Milicia celestial, arroja al infierno, con el divino poder, a Satanás y a los demás espíritus malignos, que andan dispersos por el mundo para la perdición de las almas. Amén".

jueves, 3 de marzo de 2022

Los favores de San José para con sus devotos

 



         San Isidoro nos enseña la grandeza del amor de San José para con sus devotos, por medio de la siguiente historia, sucedida realmente. El santo relata que en Venecia vivía un buen hombre que era muy devoto de San José y que en honor de San José, daba gran cantidad de limosna a los más necesitados, además, acudía a los templos en donde se encontraba la imagen de San José, ayudaba a preparar los altares y hacía muchas otras demostraciones en honor de su Santo Patrono. Poco tiempo después, este señor, devoto de San José, se enfermó con cierta gravedad y al encontrarse en ese estado, enfermo, se preocupó mucho por su salud corporal y no tanto por la salud de su alma. Su enfermedad comenzó a agravarse cada vez más, por lo que hacía todo lo posible para curar su cuerpo y de tal manera se agravaba, que estaba ya a punto de morir, pero no pensaba ni por un instante en confesarse, porque los amigos del cuerpo y enemigos del alma, para no afligirlo, no le advertían que estaba a punto de morir.

Es aquí en donde interviene San José, demostrando cuánto amor tiene el Padre adoptivo de Jesús para con sus devotos: San José se le apareció en sueños y le hizo ver en el estado en el que se encontraba su alma –tenía muchos pecados ocultos y nunca confesados- y le ordenó que se confesara para que su alma quedara limpia de pecado, llena de la gracia de Dios y en estado de ir al Cielo. El devoto de San José, apenas despertó, pidió la asistencia de un sacerdote para confesarse, lo cual hizo con verdadera contrición, es decir, con dolor sincero por sus pecados, porque San José le había hecho tomar conciencia de que con sus pecados, había crucificado a Jesús. Luego de confesar todos sus pecados con verdadero arrepentimiento, entregó su espíritu al Señor Jesús por medio de las manos de su Abogado San José, ingresando así en el Cielo.

Con esta historia real, vemos cómo la devoción a San José le valió nada menos que la vida eterna en el Reino de Dios y vemos también cómo San José ama tanto a sus devotos, que no permite que ninguno se condene eternamente. Por último, vemos cómo San José no le obtuvo la salud del cuerpo, porque finalmente el devoto murió, pero sí le obtuvo lo más importante en esta vida, que es la salud del alma, porque a través de San José, que le avisó en qué estado estaba su alma, pudo confesarse y así obtener la salvación eterna.  

Como devotos de San José, preocupémonos de la salud del alma, más que por la salud del cuerpo: si cuidamos el cuerpo tomando medicinas, cuidemos todavía más el alma, recibiendo la gracia santificante por medio del Sacramento de la Penitencia. Si hacemos así, luego de nuestra partida de esta vida terrena, nos encontraremos con nuestro Santo Patrono San José en el Reino de los cielos y adoraremos con él y con la Madre de Dios, al Hijo adoptivo de San José, Nuestro Señor Jesucristo.

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