Vida
de santidad[1].
Santa Águeda provenía de una familia noble de Catania,
Sicilia; además, poseía una gracia y belleza naturales. Sin embargo, nada de
esto le importaba a Santa Águeda: para la santa, su tesoro más valioso y el
objeto de todo su amor no estaba en la tierra, porque la santa sólo amaba a
Jesucristo y deseaba con ansias que se acercara el momento en que podría
encontrarse con Él, en la vida eterna. esta oportunidad se presentaría con
ocasión de la perversión de un senador romano llamado Quintianus quien, con el
pretexto de la persecución del emperador Decio (250-253) contra los cristianos,
la tomó prisionera, pretendiendo poseerla para él, con la intención de
satisfacer sus bajos instintos. Pero todos los esfuerzos del senador por
seducir a Santa Águeda fueron inútiles, puesto que la santa ya había consagrado
su amor y su virginidad al Hombre-Dios Jesucristo, al unirse esponsal, mística
y sobrenaturalmente a Jesús y su decisión era tan firme, que estaba dispuesta a
dar su vida terrena antes que renegar de Jesucristo, algo que efectivamente se
cumplió poco tiempo después. Al verse rechazado en su intento de seducir a la
santa, el senador Quintianus no se dio por vencido y la entregó en manos de
Afrodisia, una mujer malvada, con la idea de que esta la hiciera caer en el
pecado carnal y en la apostasía a Jesucristo, por medio de las tentaciones del
mundo, aunque esto también fracasó, debido a la firme decisión de permanecer fiel
a Jesucristo que demostraba Santa Águeda. Entonces el senador, dejándose llevar
por la ira, cambió de estrategia y en vez de intentar seducirla, ordenó que la
santa fuera cruelmente torturada, llegando a ordenar que le amputaran los
senos. Es famosa respuesta de Santa Águeda: “Cruel tirano, ¿no te da vergüenza
torturar en una mujer el mismo seno con el que de niño te alimentaste?”. La
santa fue consolada con una visión de San Pedro quien, milagrosamente, la curó.
Pero las torturas continuaron y al fin la santa murió, al ser arrojada sobre
una gran cantidad de carbones encendidos[2].
Mensaje de santidad.
Por su amor y su fidelidad a Jesucristo, Santa Águeda obtuvo
una doble corona: la corona del martirio y la corona de la virginidad y esto es
un gran ejemplo para los jóvenes de nuestros días, quienes son sometidos, por
todos los medios de comunicación, tanto al abandono de la fe en Jesucristo –apostasía-,
como al desprecio de la virtud de la virginidad y de la castidad, a través de
la ideología de género y la Educación Sexual Integral. En efecto, el abandono de
la fe católica en el Hombre-Dios Jesucristo se promueve a través de la secta
luciferina de la Nueva Era, en donde Jesucristo es presentado como un profeta,
o como un hombre santo, o incluso hasta como un extra-terrestre al mando de una
flota intergaláctica, pero jamás es presentado como quien Es verdaderamente, el
Hijo de Dios encarnado, la Segunda Persona de la Trinidad inhabitando la
Humanidad Santísima de Jesús de Nazareth. Por otra parte, el desprecio de las
virtudes de la castidad y de la virginidad –virtudes que deben ser vividas en
la imitación de Cristo, quien es casto y puro al ser la Pureza Increada en sí
misma-, se introduce en las mentes y corazones de jóvenes y no tan jóvenes, por
medio de la promoción de la ideología de género y de la Educación Sexual
Integral, para las cuales no existe pecado alguno en el uso de la sexualidad
fuera del matrimonio, cuando es esto lo que enseña la Fe católica.
En síntesis, en un mundo en el que la secta Nueva Era y la
ideología de género parecen apropiarse de un número cada vez mayor de almas,
los santos como Santa Águeda resplandecen como estrellas luminosas en medio de
densas tinieblas espirituales.
[1] https://www.corazones.org/santos/agueda.htm
; Fuentes antiguas: su oficio en el Breviario Romano se toma, en parte de las
Actas de latinas de su martirio. (Acta SS., I, Feb., 595 sqq.). De la carta del
Papa Gelasius (492-496) a un tal Obispo Victor (Thiel. Epist. Roman. Pont.,
495) conocemos de una Basílica de Santa Águeda. Gregorio I (590-604) menciona
que está en Roma (Epp., IV, 19; P.L., LXXVII, 688) y parece que fue este Papa
quien incluyó su nombre en el Canon de
la Misa. Aparece en el Martyrologium Hieronymianum (ed. De Rossi y Duchesne, en
el Acta SS., Nov. II, 17) y en el Martyrologium Carthaginiense que data del
quinto o sexto siglo (Ruinart, Acta Sincera, Ratisbon, 1859, 634). En el siglo
VI, Venantius Fortunatus la menciona en su poema sobre la virginidad como una
de las celebradas vírgenes y mártires cristianas (Carm., VIII, 4, De
Virginitate: Illic Euphemia pariter quoque plaudit Agathe Et Justina simul
consociante Thecla. etc.).
[2] Según la
tradición, en una erupción del volcán Etna, ocurrida un año después del
martirio de Santa Águeda (c.250), la
lava se detuvo milagrosamente al pedir los pobladores del área la intercesión
de la santa mártir. Por eso la ciudad de Catania la tiene como patrona y las
regiones aledañas al Etna la invocan como patrona y protectora contra fuego,
rayos y volcanes. Además de estos elementos, la iconografía de Santa Águeda
suele presentar la palma (victoria del martirio), y algún símbolo o gesto que
recuerde las torturas que padeció.
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