Vida
de santidad[1].
San
Andrés nació en Betsaida, población de Galilea, situada a orillas del lago
Genesaret. Andrés tiene el honor de haber sido el primer discípulo que tuvo
Jesús, junto con San Juan el evangelista. Los dos eran discípulos de Juan
Bautista, y este al ver pasar a Jesús (cuando volvía el desierto después de su
ayuno y sus tentaciones) exclamó: “He ahí el cordero de Dios”. Andrés se sorprendió
al oír semejante elogio y se fue detrás de Jesús (junto con Juan Evangelista),
Jesús se volvió y les dijo: “¿Qué buscan?”. Ellos le dijeron: “Señor: ¿dónde
vives?”. Jesús les respondió: “Venga y verán”. Y se fueron y pasaron con Él
aquella tarde. Nuca jamás habría de olvidar Andrés el momento y la hora y el
sitio donde estaban cuando Jesús les dijo: “Vengan y verán”. Esa llamada cambió
su vida para siempre. Andrés se fue luego donde su hermano Simón y le dijo: “Hemos
encontrado al Salvador del mundo” y lo llevó a donde Jesús.
El
día del milagro de la multiplicación de los panes, fue Andrés el que llevó a
Jesús el muchacho que tenía los cinco panes, además, Andrés presenció la
mayoría de los milagros que hizo Jesús y escuchó todos sus maravillosos
sermones, viviendo junto a Él por tres años. En Pentecostés, Andrés recibió
junto con la Virgen María y los demás Apóstoles, al Espíritu Santo en forma de
lenguas de fuego, y en adelante se dedicó a predicar el evangelio con gran
valentía y obrando milagros y prodigios.
Una
tradición muy antigua cuenta que el apóstol Andrés fue crucificado en la
provincia de Acaya, en Grecia: se afirma que lo amarraron a una cruz en forma
de X y que allí estuvo padeciendo durante tres días, los cuales aprovechó para
predicar e instruir en la religión a todos los que se le acercaban. Dicen que
cuando vio que le llevaban la cruz para martirizarlo, exclamó: “Yo te venero,
oh cruz santa, porque me recuerdas la cruz donde murió mi Divino Maestro. Mucho
había deseado imitarlo a Él en este martirio. Dichosa hora en que tú al
recibirme en tus brazos, me llevarán junto a mi Maestro en el cielo”. La
tradición coloca su martirio en el 30 de noviembre del año 63, bajo el imperio de
Nerón.
Mensaje de santidad.
Tal vez el episodio más significativo en la vida de Andrés
Apóstol sea su encuentro personal con Jesús, cuando después de preguntarle a
Jesús dónde vivía, Jesús les dice: “Vengan y verán” y van detrás de Él. Después
de este encuentro personal con Jesús, comienza para Andrés una nueva etapa de
su vida, que culminará en los cielos, puesto que dará su vida por Jesús,
muriendo crucificado como Él. El encuentro con Jesús enciende en Andrés el
deseo de comunicar a los demás la gran noticia de Jesús y es por eso que va a
decírselo a su hermano Simón: “Hemos encontrado al Salvador”.
En todo esto, Andrés es nuestro ejemplo de vida y de
apostolado: como Andrés, nosotros preguntamos a la Iglesia: “¿Dónde vive Jesús?”
y la Iglesia nos responde: “Vayan al sagrario y verán”. Al ir al sagrario,
encontraremos a Jesús en Persona, oculto en las apariencias de pan y de vino y
desde la Eucaristía, Jesús nos infundirá su Espíritu Santo, que hará que
deseemos comunicar a los demás la alegre noticia de haber encontrado al
Salvador del mundo en la Eucaristía. Entonces, parafraseando a Andrés, luego de
ir adonde se encuentra Jesús Eucaristía y luego de hacer adoración eucarística,
saldremos en busca de nuestros hermanos para decirles, igual que Andrés: “Hemos
encontrado al Salvador del mundo, Cristo Dios, y está en la Eucaristía”. Por último,
no sabemos si hemos de morir mártires como Andrés, porque eso es una gracia
particular que Dios da a cada uno, pero sí debemos, como Andrés, abrazar la
Santa Cruz de Jesús cada día y decirle a la Cruz: “Yo te adoro, oh Cruz Santa,
porque me recuerdas donde murió mi Divino Maestro. Recíbeme en tus brazos,
amada Cruz, para que seas tú la que me lleves al cielo”. Entonces, éste es el
mensaje de santidad que nos deja Andrés: amor a Cristo Dios en la Eucaristía y
amor a la Santa Cruz, camino seguro que conduce al cielo.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario