Vida
de santidad[1].
Nació
en Toscana, Italia; recibió una esmerada educación y hablaba correctamente el
latín. Llegó a ser Secretario del Papa San Celestino y de Sixto III, y fue
enviado por éste como embajador a Francia a tratar de evitar una guerra civil
que iba a estallar por la pelea entre dos generales. Estando por allá le llegó
la noticia de que había sido nombrado Sumo Pontífice, en el año 440. Desde el
principio de su pontificado dio muestra de poseer grandes cualidades para ese
oficio. Predicaba al pueblo en todas las fiestas y de él se conservan noventa y
seis sermones, que son verdaderas joyas de doctrina. A los que estaban lejos
los instruía por medio de cartas de las cuales se conservan ciento cuarenta y
cuatro. Su fama de sabio era tan grande que cuando en el Concilio de Calcedonia
los enviados del Papa leyeron la carta que enviaba San León Magno, los seiscientos
obispos se pusieron de pie y exclamaron: “San Pedro ha hablado por boca de León”.
En el Concilio de Calcedonia, en el que defendió la doctrina ortodoxa sobre la
encarnación de Dios[2].
Mensaje de santidad.
El
mensaje de santidad de San León Magno nos recuerda al libro de Job: “Milicia es
la vida del hombre sobre la tierra” (Job 7, 1). En efecto, no por ser Papa, estuvo exento
de luchar contra los enemigos de la Iglesia. El santo luchó contra dos tipos de
enemigos: los externos, que querían invadir y destruir a Roma, y los internos,
que trataban de engañar a los católicos con errores y herejías. Los externos
fueron Atila, quien en el año 452 quiso invadir Roma con su ejército de hunos,
pero el Papa León le salió a su encuentro, desarmado con armas de hierro pero
armado con el arma espiritual de la Palabra de Dios y logró milagrosamente que no
entrara en Roma y regresara a su tierra. Luego, en el año llegó 455 llegó otro
enemigo feroz, Genserico, jefe de los vándalos, al cual no pudo impedir que
entrara en Roma y la saqueara, aunque sí obtuvo de éste que no incendiara la
ciudad ni matara a sus habitantes.
Pero
los enemigos más importantes con los que se tuvo que enfrentar el Papa San León
Magno provenían del interior de la Iglesia: en efecto, un grupo de herejes,
entre los cuales se encontraban muchos sacerdotes, comenzaron a negar el dogma
de la Encarnación del Verbo: estos enemigos fueron combatidos y derrotados por
el Papa en el Concilio de Calcedonia, en donde el Papa defendió la verdadera
doctrina, es decir, que Quien se encarnó por obra del Espíritu Santo en el seno
purísimo de María era el Verbo Eterno de Dios, consubstancial al Padre. Esto quiere
decir que Jesús de Nazareth es Dios y no un hombre más entre tantos. La doctrina
de la Encarnación del Verbo es importantísima para la fe católica, porque si el
que se encarnó en la Virgen es el Hijo de Dios, entonces la Eucaristía es ese
mismo Hijo de Dios oculto en apariencia de pan, porque la Eucaristía es la
prolongación de la Encarnación del Verbo. Es por esto que la Eucaristía se debe
adorar, porque no es un pan bendecido, sino Dios Hijo en Persona, oculto en las
apariencias de pan. El mensaje de santidad de San León Magno es entonces el
siguiente: el católico no puede cruzarse de brazos frente a los enemigos, tanto
externos como internos, de la Iglesia de Cristo y debe salirles a su encuentro,
seguros de la victoria, pues la victoria sobre los enemigos de la Iglesia ya la
obtuvo Nuestro Señor Jesucristo, por medio de su Sacrificio en la Cruz.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario