Vida de santidad[1].
San
Andrés Dung-Lac fue un sacerdote católico vietnamita ejecutado por decapitación
debido a su fe católica, en el reinado de Minh Mung. Durante la persecución de
los cristianos, San Andrés Dung cambió su nombre a Lac para evitar la captura,
y de este modo es conmemorado como Andrés Dung-Lac. Su martirio se conmemora
junto al de los mártires vietnamitas de los siglos XVII, XVIII y XIX
(1625-1886)[2].
Nació
en la provincia de Bac-Ninch, en territorio de la actual Vietnam, hijo de
padres paganos y tan pobres que voluntariamente lo vendieron a un catequista,
el cual lo llevó a la misión Vinh-Tri, donde fue bautizado, educado, y después
de ocho años, nombrado catequista. Ingresó muy joven en la vida religiosa y fue
ordenado sacerdote el 15 de marzo de 1823. Fue párroco en diversas parroquias,
la última fue en Ke-Dam, la cual fue destruida por paganos, obligando a San
Andrés a retirarse a Ke-Sui, desde donde continuaba administrando los sacramentos
a distintas comunidades cristianas[3]. Allí
fue detenido una primera vez, pero luego fue liberado al ser pagado un rescate;
entonces, con el fin de continuar con sus ministerios -en las peligrosas
provincias de Hanoi y Nam Dinh-, cambió el nombre del Dung por el de Lac. Ante la
persecución, el santo solía decir: “Los que mueren por la fe, ascienden al
cielo; sin embargo, nosotros nos escondemos todo el tiempo, gastamos dinero
para escapar de los perseguidores. ¡Sería mejor parar y morir!”.
Cuatro
años más tarde, el 10 de noviembre de 1839, su deseo fue escuchado: mientras
estaba en Ke-Song, fue descubierto y apresado por segunda vez, siendo también
rescatado a cambio de doscientas monedas de plata. Sin embargo, su libertad no
duró mucho, porque fue apresado por tercera vez, al intentar escapar en una
barca por el río. Su captor exclamó: “¡He capturado un maestro de la religión!”.
Fue llevado a la prisión de Hanói, en donde fue sometido a diversos
interrogatorios e invitado a apostatar y pisotear la Cruz; sin embargo, el
santo permaneció firme profesando su fe, por lo que fue condenado a la
decapitación, sentencia que fue llevada a cabo el 21 de diciembre de 1839.
Mensaje
de santidad.
Los
mártires de Vietnam –representados en San Andrés Dung-Lac- ofrendaron sus vidas
por Cristo y sufrieron una muerte cruel, no a causa de bienes terrenales, sino para
conservar y dar a los demás el tesoro más grande que poseían: su fe católica[4]. Lo
que resalta en los mártires es que fueron capaces de soportar la tortura a la
que fueron sometidos porque en todo momento fueron asistidos por el Espíritu
Santo; sólo así se explica tanto la firmeza en la fe, como la fortaleza para
soportar las torturas inhumanas, además de la alegría sobrenatural con la cual
ofrendaban sus vidas mortales, sabiendo que les esperaba una vida de eterna
felicidad, al dar sus vidas por el Cordero de Dios, Cristo Jesús. San Andrés
fue decapitado porque se negó a renegar de su fe en Cristo Dios y por eso es
ejemplo para nuestros días, en los que existen movimientos en los que se
reniega voluntaria y explícitamente de la fe en Cristo Dios, como los
movimientos ateístas que incitan a la apostasía masiva, a borrar los nombres de
las actas bautismales. Pero si alguien borra su nombre del acta bautismal, Dios
borra su nombre del Libro de la Vida y por eso, la apostasía no es un simple
acto sin consecuencias, sino que tiene un costo altísimo y es el perder la vida
eterna. Para que no sólo no caigamos en la apostasía, sino para que profesemos
nuestra fe hasta perder la vida, si fuera necesario, es que nos encomendamos a
San Andrés Dung-Lac y a todos los mártires vietnamitas.
[1] Memoria de los santos Andrés
Dung Lac, presbítero, y sus compañeros, mártires. En una común celebración se
venera a los ciento diecisiete mártires de las regiones asiáticas de Tonkin,
Annam y Cochinchina, ocho de ellos obispos, otros muchos presbíteros, amén de
ingente número de fieles de ambos sexos y de toda condición y edad, todos los
cuales prefirieron el destierro, las cárceles, los tormentos y finalmente los
extremos suplicios, antes que pisotear la cruz y desviarse de la fe cristiana. Esta
memoria obligatoria de los ciento diecisiete mártires vietnamitas de los siglos
XVIII y XIX, proclamados santos por Juan Pablo II en la plaza de San Pedro el
19 de junio de 1988, celebra a mártires que ya habían sido beatificados
anteriormente en cuatro ocasiones distintas: sesenta (64) y cuatro, en 1900,
por León XIII; ocho (8), por Pío X, en 1906; veinte (20), en 1909, por el mismo
Pío X y veinticinco (25) por Pío XII, en 1951. Cfr. http://es.catholic.net/op/articulos/35461/cat/1239/andres-dung-lac-y-116-companeros-santos.html
; La
historia religiosa de la Iglesia vietnamita señala que durante más de dos siglos –entre los años 1625 y 1886-,
los distintos reyes han decretado contra los cristianos crueles persecuciones que
dejaron como saldo alrededor de 130.000 víctimas. A lo largo de los siglos,
estos mártires de la Fe ha sido enterrados en forma anónima, aunque su recuerdo
permanece vivo en el espíritu de la comunidad católica. Desde el inicio del
siglo XX, 117 de este gran grupo de mártires han sido elegidos y elevados al
honor de los altares por la Santa Sede en cuatro Beatificaciones. Cfr. https://www.corazones.org/liturgia/santos/andres_dunglac.htm
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