Los lineamientos centrales para la santidad, presentados por
el fundador del Opus Dei, San Josemaría Escrivá de Balaguer, tienen fundamento
escriturístico. En efecto, para San Josemaría, el hombre podía y debía
santificarse en el trabajo, haciendo de su trabajo diario –su deber de estado,
porque aquí está comprendido el que estudia- de cara a Dios, es decir, con el
crucifijo enfrente, de manera de ofrecer el trabajo realizado a Dios Padre, por
Jesucristo, en el Espíritu Santo. Este elemento de la santificación del trabajo
diario tiene su fundamento escriturístico, como hemos dicho y se encuentra en
el Génesis, en donde Dios manda al hombre a que “guardara y cultivara” la
Creación, es decir, que trabajara. El trabajo, entonces, es un encargo divino y
para hacerlo agradable a Dios, se necesitan dos cosas: entregarlo a Dios por
medio de Jesucristo –por eso lo del crucifijo- y hacerlo lo mejor posible,
porque así como en la Antigüedad no se podía ofrecer a Dios en sacrificio un
animal defectuoso, sino el mejor de ellos y el más sano, así de la misma
manera, no se puede ofrecer a Dios un trabajo hecho de mala gana, con pereza,
con falta de intención de hacernos santos por el trabajo.
El segundo lineamiento para la santidad se encuentra también
en las Escrituras y es central en el Opus Dei, pues se trata de vivir la
filiación divina recibida en el bautismo sacramental. Aquí también es central
la Cruz, porque el que vive la filiación divina, la vive en la imitación de
Cristo y en la participación de la Pasión y Muerte en Cruz de Cristo. No se
puede vivir la filiación divina sino es en estrecha e íntima unión de amor con
Cristo crucificado, puesto que ahí, en la Cruz, es en donde Cristo revela los
planes de salvación que Dios tiene para sus hijos, a los que adopta al pie de
la Cruz. Entonces, en la filiación divina, elemento central en la santificación
según el espíritu de la Obra, la Cruz tiene un lugar central, porque es en la
Cruz en donde Jesús, en cuanto Hijo de Dios, lleva a cabo la salvación de los
hombres y es en la Cruz en donde Dios adopta a los hombres como hijos suyos.
Por último, el tercer lineamiento de santidad dado por San
Josemaría es el cumplir la Voluntad de Dios, hecho que se refleja en la pesca
milagrosa: en efecto, Pedro y los demás tenían motivos de sobra para decirle a
Jesús que no habrían de pescar más y tampoco en el lugar donde Él decía, porque
se habían pasado la noche pescando, sin resultados y además ya era de día y la
pesca con fruto se hace de noche. Sin embargo, Pedro, dejando de lado sus
razonamientos humanos, obedece a la Voluntad de Dios y, confiando en Dios, en
su Poder, en su Sabiduría y en su Amor, arroja las redes al mar y lo que
obtiene, en premio a su conformidad con la Voluntad de Dios, es la pesca
milagrosa. De la misma manera, en el Opus Dei el alma se santifica cumpliendo
la Voluntad de Dios y dejando de lado lo que nuestra débil razón no comprende,
cuando se trata de los misterios insondables de la Voluntad Divina.
El que se esfuerce por cumplir estos tres lineamientos –santificación
del trabajo, vivir la divina filiación, cumplir la Voluntad divina-, tiene el
Cielo asegurado, según San Josemaría Escrivá de Balaguer.
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