Sufrió
el martirio en Catania (Sicilia), probablemente en la persecución de Decio. Ya
desde la antigüedad se propagó su culto por toda la Iglesia y se introdujo su
nombre en el Canon romano.
Mensaje de santidad.
Para conocer el mensaje de santidad de Santa Águeda, nada
mejor que el pensamiento de otro santo, en este caso, San Metodio.
Comienza alabando su martirio, afirmando que Santa Águeda
“murió mártir en el pasado”, pero su martirio “se hace actual debido a los
milagros que obra por su intercesión”: “(Nos reunimos en el) aniversario de una
santa mártir; su combate por la fe, tan conocido y venerado, es algo que
históricamente pertenece al pasado, pero que, en cierto modo, se nos hace actual
a través de los divinos milagros que un día tras otro van formando su corona y
su ornato”[2].
Luego, San Metodio elogia la virginidad de Santa Águeda,
afirmando que ella es virgen porque “nació del Verbo de Dios”, que es “Espíritu
Purísimo”, recibiendo de Él su filiación divina, puesto que Santa Águeda creyó
en Él: “Es virgen porque nació del Verbo inmortal de Dios, Hijo invisible del
Padre (este Hijo que también por mí experimentó la muerte en su carne), según
aquellas palabras del evangelista Juan: A cuantos lo recibieron dio poder de
llegar a ser hijos de Dios”[3].
Santa Águeda, dice San Metodio, es virgen, y lo es, aun
cuando está “desposada con Cristo”, porque se trata de un desposorio místico,
celestial, sobrenatural, en el que brilla la virginidad de los esposos, unidos
en el Amor Purísimo de Dios: “Esta mujer virgen, la que hoy os ha invitado a
nuestro convite sagrado, es la mujer desposada con un solo esposo, Cristo, para
decirlo con el mismo simbolismo nupcial que emplea el apóstol Pablo”[4].
La santa, que por su fe en Cristo era también una de las
vírgenes prudentes, bebía del Cáliz de la Nueva Alianza, Cáliz que contiene la
Sangre Preciosísima del Cordero, y por esta Sangre recibía al Divino Amor,
quien encendía cada vez más su corazón en el amor al Cordero y la llevaba a
meditar en su Pasión, día y noche: “Una virgen que, con la lámpara siempre
encendida, enrojecía y embellecía sus labios, mejillas y lengua con la púrpura
de la sangre del verdadero y divino Cordero, y que no dejaba de recordar y meditar
continuamente la muerte de su ardiente enamorado, como si la tuviera presente
ante sus ojos”[5].
Al beber la Sangre del Cordero, su alma quedaba impregnada
por la gracia santificante, la cual se convertía en ella en el traje nupcial y
la hacía resplandecer en su amor virginal: “De este modo, su mística vestidura
es un testimonio que habla por sí mismo a todas las generaciones futuras, ya
que lleva en sí la marca indeleble de la sangre de Cristo, de la que está
impregnada, como también la blancura resplandeciente de su virginidad”[6].
San Metodio analiza luego el nombre de la santa, que
significa “buena”, y afirma que “hizo honor a su nombre”, pero no porque fuera
buena por sí misma, sino porque por la gracia se hizo partícipe de la misma
bondad divina: “Águeda hizo honor a su nombre, que significa «buena»; ella fue
en verdad buena por su identificación con el mismo Dios; fue buena para su
divino Esposo y lo es también para nosotros, ya que su bondad provenía del
mismo Dios, fuente de todo bien. En efecto, ¿cuál es la causa suprema de toda
bondad, sino aquel que es el sumo bien? Por esto, difícilmente hallaríamos algo
que mereciera, como Águeda, nuestros elogios y alabanzas”[7].
Por último, San Metodio elogia a Águeda en su bondad, que
proviene, como hemos visto, por participación a la divina bondad, y espera que,
por su intercesión, también nosotros seamos capaces de no solo imitarla en su
bondad, sino de alcanzar el Reino de los cielos, como felizmente lo hizo Santa
Águeda, por el doble camino virtuoso de la Cruz y de la virginidad: “Águeda,
buena de nombre y por sus hechos; Águeda, cuyo nombre indica de antemano la
bondad de sus obras maravillosas, y cuyas obras corresponden a la bondad de su
nombre; Águeda, cuyo solo nombre es un estímulo para que todos acudan a ella, y
que nos enseña también con su ejemplo a que todos pongamos el máximo empeño en
llegar sin demora al bien verdadero, que es sólo Dios”.
[1]
http://www.liturgiadelashoras.com.ar/
[2] De la Disertación de San Metodio de Sicilia, sobre santa Águeda, Analecta
Bollandiana 68, 76-78.
[3] Cfr. ibidem.
[4] Cfr. ibidem.
[5] Cfr. ibidem.
[6] Cfr. ibidem.
[7] Cfr. ibidem.
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