Muchas veces se piensa que la devoción al Sagrado Corazón es
algo que “ha pasado de moda”, o que está reservada para personas mayores,
generalmente mujeres, cuyo pasatiempo piadoso es acudir a la Iglesia y formar
parte de una cofradía, además de hacer unas cuantas oraciones. Esta forma de
pensar corresponde a una mentalidad y a una espiritualidad infantiles, con el
perdón de los infantes. No se corresponde, en absoluto, con la realidad. Una de
las claves para poder apreciar la inmensidad de la riqueza de la devoción al Sagrado
Corazón, está en una de las frases dichas por Jesús a Santa Margarita: “Busco
una víctima para Mi Corazón, que quiera sacrificarse como hostia de inmolación
en el cumplimiento de Mis Designios”[1]. Jesús
busca “víctimas” que quieran “sacrificarse como hostias de inmolación”, para “cumplir
sus Designios”.
¿Qué
significan estas palabras de Jesús? ¿Qué quiere decir “víctimas”? ¿Qué quiere
decir “sacrificarse alguien como víctima de inmolación”? ¿Cuáles son sus
designios?
Podremos
responder a estas preguntas, si contemplamos a Jesucristo crucificado, ya que
Él es la Víctima Inmolada por excelencia, que cumple el designio divino de la
salvación de los hombres, por medio del sacrificio de la cruz. Jesús es Víctima
Inocente, puesto que siendo Dios Hijo encarnado, no solo no hay en Él ni la más
mínima sombra de malicia y ni siquiera de imperfección, sino que en Él
resplandece la santidad divina, puesto que Él es la Santidad Increada en sí
misma. Jesús es “Víctima de inmolación”, porque siendo Inocente, se ofrece a sí
mismo, con su Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, para aplacar la Ira divina,
ofreciendo al Padre el don Preciosísimo de su Sangre derramada en el Calvario,
como también se inmola para, una vez perdonados los pecados de los hombres a
causa de esta Sangre Preciosísima, donarles a ellos la gracia de la filiación divina.
Por último, los designios de Jesús son los designios de Dios Padre, y los
designios de Dios Padre se resumen en uno solo: que toda la humanidad se salve
de la eterna condenación y alcance la feliz bienaventuranza en el Reino de los
cielos. Lo que desea Jesús es que los cristianos, en vez de afanarse
inútilmente por las riquezas del mundo terreno, que “pasa como un soplo”, se
unan a Él en la cruz y se conviertan, por participación, en víctimas en la
Víctima, para la salvación de sus hermanos.
“Busco
una víctima para Mi Corazón, que quiera sacrificarse como hostia de inmolación
en el cumplimiento de Mis Designios”. Si a alguien le falta el Amor Divino
necesario para cumplir el deseo de Jesús, de conseguir víctimas de amor que se unan a
Él para la salvación de la humanidad, lo único que debe hacer es, primero,
contemplar al Sagrado Corazón, tal como se le apareció a Santa Margarita, con
el Corazón en la mano, y luego, con el alma en gracia después de recibir el
Sacramento de la Confesión, recibir sacramentalmente a ese mismo Corazón que
late, vivo, glorioso, resucitado, envuelto en las llamas del Divino Amor, en la
Sagrada Eucaristía. Si algún alma hace esto, estará colmando el deseo más
profundo del Sagrado Corazón de Jesús, y así sí, no solo habrá comprendido la
esencia de la devoción, sino que se convertirá, más que en un devoto, en una imitación
viviente del Sagrado Corazón de Jesús.
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