Nacimiento de Juan el Bautista
(ícono)
San Juan Bautista es uno de los más grandes santos de la
Iglesia, pues así lo llamó nuestro Señor: “no hay más grande entre los nacidos
de mujer” (Mt 11, 11), y su grandeza
y gloria fue la de anunciar, desde su nacimiento, hasta su muerte, con sus
palabras, sus obras y su martirio, la Llegada del Mesías.
Juan el Bautista anuncia la llegada del Mesías desde el
vientre materno, cuando, antes de nacer, “salta de alegría” ante la Presencia
de Jesús que viene, a su vez, en el seno materno de la Virgen, al visitar a su prima
Santa Isabel: “Apenas oí tu saludo, el niño saltó de alegría en mi seno” (Lc 1, 39-56), y así el cristiano, está
llamado a testimoniar, con la alegría de su vida, aun en medio de las
tribulaciones, que Cristo en la Eucaristía, es el Mesías venido en carne, para
la salvación del mundo.
Juan el Bautista anuncia la llegada del Mesías al señalar
con el dedo al Cordero de Dios, viendo en Jesús al Hijo de Dios encarnado,
mientras otros veían solo a un hombre más: “Éste es el Cordero de Dios, que
quita el pecado del mundo” (Jn 1, 29),
y así el cristiano, está llamado a señalar en la Eucaristía al Cordero de Dios,
y no a un pan bendecido, diciendo, cuando contempla la Eucaristía, las mismas
palabras que pronuncia el sacerdote ministerial luego de la transubustanciación:
“Éste es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo” (cfr. Misal Romano).
Juan el Bautista anuncia la llegada del Mesías con su
testimonio de vida, yendo al desierto, predicando la austeridad, vistiendo con
piel de camello y alimentándose con miel y langostas (cfr. Mt 3, 4ss); de la misma manera, el cristiano está llamado a
anunciar que la Eucaristía es el verdadera manjar del cielo, y no los manjares
terrenos y que como hijo de Dios que es, debe procurar alimentarse, más que con
los manjares terrenos, con el banquete celestial, la Carne del Cordero de Dios;
el Pan Vivo bajado del cielo y el Vino de la Alianza Nueva y Eterna, la
Eucaristía.
Juan el Bautista anuncia la llegada del Mesías denunciando
la inmoralidad de Herodes y pagando con el martirio de su vida la del misterio
del Cordero de Dios (Mt 14 1, ss):
del mismo modo, el cristiano está llamado a defender, aun al precio de su vida,
tanto la santidad del matrimonio, que es reflejo, imitación y prolongación de
la santidad y de la unión esponsal mística entre Cristo Esposo y la Iglesia Esposa,
así como también la fidelidad en todo amor verdaderamente cristiano, puesto que
tanto el matrimonio, como todo amor verdaderamente cristiano, deben ser castos,
puros, fieles, únicos, indisolubles, santos y puros, por fundarse en el Amor
Santo y Puro de Cristo, el Esposo Fiel y Santo de la Iglesia Santa y Fiel, de
manera tal que el cristiano debe renunciar a todo amor impuro, con tal de poder
mantenerse fiel al Amor de los amores, Cristo en la Eucaristía.
Es importante entonces conocer la figura del Bautista,
porque todo cristiano está llamado a imitar al Bautista, en su proclamación del
Advenimiento de Cristo, el Mesías, en su reinado eucarístico.
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