Mucho
antes de que se apareciera a Santa Margarita para pedirle que su solemnidad se
celebrara en toda la Iglesia,
el Sagrado Corazón se le apareció a Santa Brígida de Suecia y, al igual que con
Santa Margarita, los destinatarios principales de sus amargas quejas no eran
los paganos, sino los cristianos católicos, los bautizados en la Iglesia Católica.
Debido a
la náusea y al disgusto que los católicos tibios le producen, en una ocasión Jesucristo
amenaza con abandonar a los malos cristianos y llamar en su lugar a los
gentiles[1].
Dice así el Sagrado Corazón
a Santa Brígida: “Yo soy como el escultor, dice Jesucristo a la Santa, que de la arcilla
hace una hermosa imagen, para dorarla con lucimiento. Después de algún tiempo, examinando
el escultor la imagen, la vió húmeda y como desfigurada con el agua; perdida
todo su hermosura, la boca había quedado como la de un perro, las orejas
colgando, arrancados los ojos, y hundidas las mejillas y la frente. Entonces
dijo el artista: No eres digna de que te cubra con mi oro, Y tomándola, la
destrozó, e hizo otra digna de ser cubierta con él.
Yo soy el Divino escultor,
que de tierra hice al hombre, para realzarlo con el oro de mi divinidad. Mas
ahora el amor del placer y de la codicia lo han afeado de tal manera, que es
indigno de mi oro; porque la boca, que fue creada para mi alabanza, no habla
más que de lo que le agrada y es perjudicial al prójimo; sus oídos no oyen sino
cosas de la tierra; sus ojos no ven sino lo deleitable; de su frente ha
desaparecido la humildad, y se halla erguida con la soberbia.
Por consiguiente, escogeré
para mí los pobres, esto es, los paganos menospreciados, a quienes diré: Entrad
a descansar en el brazo de mi amor. Pero a vosotros que deberíais ser míos y lo
menospreciasteis, vivid ahora según vuestra voluntad, y cuando llegare mi
tiempo, que es el del juicio, os diré: Se os darán tantos tormentos, cuanto fue
vuestro amor en querer el placer más que a vuestro Dios. Este, pues, vino a mí
como el cachorro que presenta su cabeza y cuello para que le pongan el collar,
y se tiene por un siervo; por tanto se le han perdonado sus culpas”.
Cuando se piensa que son
cristianos la inmensa mayoría de los que domingo a domingo llenan paseos
comerciales, estadios de fútbol, salas de cine, de espectáculos; cuando se
piensa que son jóvenes cristianos los que los fines de semana se embriagan en
bailes con músicas indecentes; cuando se piensa que son cristianos católicos
los que consumen programas televisivos y de Internet inmorales e indecentes;
cuando se piensa que son cristianos católicos los que protagonizan delitos de
todo tipo todos los días, se puede comprobar cuánta razón tiene el Sagrado
Corazón.
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