Nació en Mayorga, Valladolid, el 16 de noviembre de
1538, y murió en 1606 en Saña, Perú. Fue beatificado en 1679 y canonizado
en 1726. Es uno de los más grandes ejemplos de obispos evangelizadores.
El concilio plenario americano del 1900 lo llamó “Totius episcopatus americani
luminare maius”, que quiere decir “la lumbrera mayor de todo el episcopado
americano”, a pesar de cumplirse en él la paradoja de no haberse formado en
seminarios ni en colegios exclusivamente eclesiásticos, como era frecuente
entonces, ya que obtuvo una licenciatura en Derecho Canónico en Santiago de
Compostela, para continuar luego sus estudios de doctorado en la universidad de
Salamanca, residiendo y enseñando además por dos años en Coimbra.
En Diciembre de 1573 fue nombrado por Felipe II para
el cargo de presidente de la
Inquisición en Granada, y allí continuó hasta 1579; pero ya
en agosto de 1578 fue presentado a la sede de Lima y nombrado para ese arzobispado
por Gregorio XIII el 16 de marzo de 1579, siendo todavía un brillante jurista,
un laico, o sólo clérigo de tonsura, cosa tampoco infrecuente en aquella época.
Recibió las órdenes menores y mayores en Granada; la
consagración episcopal fue en Sevilla, en agosto de 1579.
Llegó al Perú en el 1581, en mayo. Se distinguió por
su celo pastoral con españoles e indios, dando ejemplo de pastor santo y
sacrificado, atento al cumplimiento de todos sus deberes. La tarea no era
fácil. Se encontraba con una diócesis tan grande como un reino de Europa, con
una población nativa india indócil y con unos españoles muy habituados a vivir
según sus caprichos y conveniencias.
Celebró tres concilios provinciales limenses: el III
(1583), el IV (1591) y el V (1601). Sobresalió por su importancia el III
limense, que señaló pautas para el mexicano de 1585 y que en algunas cosas
siguió vigente hasta el año 1900.
Fue de los pocos que intentaron poner al pie de la
letra las disposiciones del concilio de Trento; pero se vio imposibilitado para
cumplirlas todas, como la de los sínodos anuales, en aquellas circunstancias
por la imposibilidad de las comunicaciones.
Aprendió el quechua, la lengua nativa, para poder
entenderse con los indios. Se mostró como un perfecto organizador de la diócesis.
Reunió trece sínodos diocesanos.
Ayudó a su clero dando normas precisas para que no se
convirtieran en servidores comisionados de los civiles. Visitó tres veces todo
su territorio, confirmando a sus fieles y consolidando la vida cristiana en
todas partes. Alguna de sus visitas a la diócesis duró siete años.
Prestó muy pacientemente atención especial a la
formación de los ya bautizados que vivían como paganos. Llevado de su celo
pastoral, publicó el Catecismo en quechua y en castellano; fundó colegios en
los que compartían enseñanzas los hijos de los caciques y los de los españoles;
levantó hospitales y escuelas de música para facilitar el aprendizaje de la
doctrina cristiana, cantando.
No se vio libre de los inevitables roces con las
autoridades civiles en puntos de aplicación del Patronato Real en lo
eclesiástico; es verdad que siempre se comportó con una dignidad y con unas
cualidades humanas y cristianas extraordinarias; pero tuvo que poner en su
sitio a los encomenderos, proteger los derechos de los indios y defender los
privilegios eclesiásticos.
Atendido por uno de sus misioneros, murió en Saña,
mientras hacía uno de sus viajes apostólicos, en 1606. Fue beatificado en 1679
y canonizado en 1726.
Mensaje de santidad de Santo Toribio de
Mogrovejo
Este santo obispo nos deja un ejemplo
inigualable de amor por Cristo, por la Iglesia y por las almas, y proclama con su vida
de santidad, más que con palabras, la esencia de la Evangelización del
continente americano, llevada a cabo por misioneros santos como Santo Toribio,
y por España toda, elegida por Dios Trinidad para plantar la Cruz y la Iglesia en suelo
americano. La vida de santidad de Santo Toribio es un rotundo “mentís” a los
propagadores de la “leyenda negra”, que distorsionan la realidad llamando
erróneamente “colonización” a una de las más grandes empresas de la Iglesia , llevada a cabo
por España, la
Evangelización del Continente Americano. Gloria eterna a
Cristo, a la Santa Iglesia
Católica, a la Madre Patria
España, y a santos como Santo Toribio de Mogrovejo, por haber traído la
Santa Fe católica a nuestras tierras.
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