San Miguel Arcángel, Príncipe de la Milicia celestial

San Miguel Arcángel, Príncipe de la Milicia celestial
"San Miguel Arcángel, defiéndenos en la batalla, sé nuestro amparo contra la perversidad y acechanzas del demonio; reprímale, Dios, pedimos suplicantes, y tú, Príncipe de la Milicia celestial, arroja al infierno, con el divino poder, a Satanás y a los demás espíritus malignos, que andan dispersos por el mundo para la perdición de las almas. Amén".

miércoles, 1 de noviembre de 2023

Solemnidad de Todos los Santos

 



         La Santa Iglesia Católica, la Esposa Mística del Cordero de Dios, celebra en un solo día a todos los habitantes del Cielo, más específicamente, a todos los habitantes humanos del Cielo, a todos los humanos que, por haber lavado sus almas en la Sangre del Cordero, por haberlo amado hasta el fin de sus días terrenos, por haber seguido al Cordero por el Via Crucis, por el Camino Real de la Cruz, hasta el fin de sus días, fueron considerados dignos de ingresar en el Reino de Dios y de permanecer, en postración de amor y adoración ante el Cordero y la Trinidad, por toda la eternidad.

         Estos habitantes humanos que así ganaron el ingreso en el Reino de Dios y que por toda la eternidad viven en la contemplación de la gloria de la Santísima Trinidad, siendo iluminados por la Luz Eterna de la Jerusalén celestial, el Cordero de Dios, siendo acompañados en esta eterna adoración, dicha y júbilo, por la Madre de Dios y por los Ángeles de Dios que se mantuvieron fieles a la Trinidad al mando de San Miguel Arcángel, son llamados “santos” por la Iglesia Católica, porque participan de la vida, de la luz, de la gloria y de la Santidad Increada del Ser divino trinitario, por toda la eternidad, por los siglos sin fin.

         Por este motivo, los Santos son los seres más alegres, dichosos y afortunados que existen desde la Creación del mundo y lo serán así por la eternidad sin fin.

         Algo que debemos tener en cuenta es que todo bautizado en la Iglesia Católica está llamado a participar de la alegría de los Santos, por este motivo, en este día, la Iglesia no solo los recuerda, los conmemora, sino que los presenta como modelos de santidad, como modelos de vida virtuosa y santa, como modelos de seguimiento a Jesús por el Camino de la Cruz, el Único Camino que conduce al Cielo. Si bien cada santo tuvo su vida particular y personal en el tiempo en el que vivió en su vida terrena, hay sin embargo algo que los unifica, algo que todos tuvieron en común en esta vida terrena y que fue lo que los condujo al Cielo: todos los Santos se santificaron -y por eso están en el Cielo- por haber amado al Hombre-Dios Jesucristo por encima de todas las cosas y de todos los seres, sean hombres o ángeles, al punto de dar la vida por Jesucristo; todos los Santos se caracterizaron por amar a Jesucristo en su Presencia Real, Verdadera y Substancial, en la Sagrada Eucaristía, de manera que es inconcebible un Santo sin amor incondicional a la Sagrada Eucaristía; todos los Santos amaron, como a una verdadera Madre celestial, a la Virgen y Madre de Dios, María Santísima, de manera que es también inconcebible un Santo que no haya tenido por Madre a la Virgen y no la haya amado más que a su propia vida; todos los Santos tuvieron clara conciencia del valor inestimable de la gracia santificante, que se comunica por los Sacramentos y que hace partícipe al alma de la Vida de la Santísima Trinidad, de manera que es inconcebible un Santo que no haya dado su vida por la gracia; todos los Santos eran conscientes de la gravedad siniestra del pecado y sobre todo del pecado mortal, que aniquila la vida de la gracia en el alma y la separa de la Trinidad, sea temporalmente, si el alma puede confesar el pecado mortal, sea por toda la eternidad, si el alma no confiesa sus pecados mortales y por eso es inconcebible un Santo que no haya considerado al pecado como la verdadera peste mortal, la peste que quitando la vida de la gracia en el alma, la hace merecedora de un lugar en el Infierno.

         Todos estamos llamados a la santidad, todos estamos llamados a ser Santos, por eso los Santos son nuestros modelos de santidad, nuestros modelos de cómo amar la gracia y detestar el pecado, para así ingresar al Reino de los Cielos y adorar, junto con la Virgen y los Ángeles, al Cordero de Dios por toda la eternidad.

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