La Solemnidad
del Sagrado Corazón de Jesús se celebra en toda la Iglesia por pedido expreso
de Jesús, porque si bien hasta las apariciones a Santa Margarita había ya
distintas devociones al Sagrado Corazón, estas estaban circunscriptas a algunos
lugares determinados o a algunos santos a los cuales Jesús se les había aparecido
como el Sagrado Corazón. Sin embargo, en el año 1673, Jesús comienza a
aparecerse a una monja, Santa Margarita María de Alacquoque y será en estas
apariciones en las que el mismo Jesús pedirá que la devoción se extienda a toda
la Iglesia: en 1675, Jesús le dijo a Santa Margarita María que
quería que la Fiesta del Sagrado Corazón se celebrara el viernes después de la
octava del Corpus Christi; en 1856, la Fiesta del Sagrado Corazón se convirtió
en fiesta universal[1].
Con respecto a la aparición, nos podemos preguntar la razón
por la cual Jesús quiere que sea honrado y adorado como el Sagrado Corazón. La respuesta
la tenemos ya en la primera
aparición, ocurrida el 27 de diciembre de 1673. En esa aparición,
Jesús le dijo así a Santa Margarita María Alacoque: “Mi Divino Corazón está tan
inflamado de amor por los hombres, y por ti en particular, que, no pudiendo más
contener en Sí mismo las llamas de Su ardiente Caridad, debe esparcirlas por
tus medios y manifestarse a ellos (la humanidad) para enriquecerlos con las
preciosas gracias de la santificación y la salvación necesarias para sacarlos del
abismo de la perdición”[2].
De las palabras de Jesús podemos sacar tres elementos
esenciales de la devoción: la inmensidad del Amor de Dios por los hombres; la
donación de gracias que los hombres necesitan para ser santos y así entrar al
Cielo; evitar, por medio de la devoción al Sagrado Corazón, la eterna
condenación en el Infierno.
El primer elemento, el Amor Misericordioso de Dios por los
hombres, está representado en el mismo Corazón de Jesús, puesto que el corazón
es símbolo del amor: en este caso, es el símbolo del Amor de Dios a los
hombres. Este Amor Misericordioso es infinito y eterno y esto lo deducimos
porque el Corazón de Jesús está envuelto en llamas de fuego: son las llamas del
Divino Amor, la Tercera Persona de la Trinidad, el Espíritu Santo, cuyo amor,
por ser el Divino Amor, es infinito y eterno.
El
segundo elemento, las gracias necesarias para la santificación, están contenidas
estas gracias en la misma devoción: Jesús promete la eterna salvación para aquel
que, adorando al Sagrado Corazón de Jesús, Presente en la Sagrada Eucaristía,
confiese y comulgue nueve primeros viernes. Por estas gracias, entonces, el
alma obtiene el Reino de los cielos.
El
tercer elemento, el evitar la eterna condenación en el Infierno, se deduce explícitamente
de las palabras de Jesús en la Primera Aparición: “Mi Divino Corazón quiere
esparcir las gracias que necesitan los hombres para evitar el abismo de
perdición”. El “abismo de perdición” no es otra cosa que el Infierno eterno, el
Infierno de los condenados, adonde van a parar los ángeles rebeldes y los
hombres que mueren en estado de pecado mortal por propia voluntad, por esto es
que, quien se condena en el Infierno, lo hace por propia voluntad y no porque sea
Dios quien lo condena. Quien se condena, lo hace porque libremente decidió
rechazar a Dios y elegir el pecado y puesto que Dios respeta nuestro libre
albedrío, no fuerza a nadie a entrar en su Reino, pero quien no quiera entrar
en el Reino de los cielos, por medio de la devoción al Sagrado Corazón, entrará
al reino de las tinieblas, donde reina Satanás, donde no hay redención, el Infierno
y esto por toda la eternidad. Muchos se equivocan y piensan que la devoción al
Sagrado Corazón es una devoción sentimentalista, sensiblera, que no tiene mayor
trascendencia; sin embargo, la devoción al Sagrado Corazón Eucarístico de Jesús
es esencial para nuestra eterna salvación y de tal manera que, podemos decir,
quien no tiene devoción al Sagrado Corazón de Jesús, está muy lejos del Amor de
Dios y su alma corre el riesgo de la eterna perdición. Adoremos al Sagrado
Corazón Eucarístico de Jesús, que late con el ritmo del Divino Amor en la
Sagrada Eucaristía y que esta adoración en el tiempo se continúe con la eterna
adoración al Sagrado Corazón en el Reino de los cielos.
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