Vida de santidad[1].
San
Ireneo, educado en Esmirna; fue discípulo de la San Policarpo, obispo de
aquella ciudad, quién a su vez fue discípulo del Apóstol San Juan. En el año
177 era presbítero en Lyon (Francia), y poco después ocupó la sede
episcopal de dicha ciudad.
Las
obras literarias de San Ireneo le han valido la dignidad de figurar
prominentemente entre los Padres de la Iglesia, ya que sus escritos no sólo
sirvieron para poner los cimientos de la teología cristiana, sino también para
exponer y refutar los errores de los gnósticos y salvar así a la fe católica
del grave peligro que corrió de contaminarse y corromperse por las insidiosas
doctrinas de aquellos herejes. Recibió la palma del martirio, según las
Actas de los Mártires, alrededor del año 200.
Mensaje
de santidad.
San
Ireneo se caracterizó por su lucha intelectual contra el gnosticismo,
una doctrina religiosa esotérica -ocultista- y herética -niega las verdades
fundamentales de la fe católica- según la cual la salvación no la concede
Cristo -a quien consideran solo como un hombre y no como al Verbo de Dios Encarnado-,
sino que se consigue por medio de la adquisición de un conocimiento intuitivo, misterioso y
secreto -reservado solo para los iniciados y no para los “profanos”- de las
cosas divinas. Por ejemplo, el gnosticismo no solo niega a Jesús como al
Hombre-Dios, sino que niega además la necesidad de la gracia santificante para
el perdón de los pecados y para participar de la vida divina de la Trinidad:
para el gnosticismo, el hombre no necesita participar de la vida divina, porque
el hombre mismo es su propio dios y cuando alcanza este conocimiento, ahí es
donde se da la salvación. Esta doctrina ocultista y herética, el gnosticismo,
se infiltra incluso en la Iglesia católica misma y San Ireneo, dándose cuenta
del enorme peligro del gnosticismo, se dedicó a combatirlo intelectual y
espiritualmente y aunque el santo derrotó al gnosticismo en su época, esta doctrina
ocultista ha resurgido con fuerza en nuestros días, en el seno mismo de la
Iglesia Católica. El gnosticismo ocultista tergiversa y falsifica la Verdad Revelada
contenida en las Sagradas Escrituras[2] y por eso mismo es
necesario combatirlo, en nuestros días, como en los días de San Ireneo. Al recordar
al santo en su día, le pidamos la gracia de poder detectar al gnosticismo para
combatirlo intelectualmente y así permanecer fieles a las enseñanzas del
Hombre-Dios Jesucristo.
[2] Hay un buen
ejemplo sobre el método de combate que siguió San Ireneo: cuando trata sobre la
creencia gnóstica de que el mundo visible fue creado, conservado y gobernado
por seres angelicales y no por Dios, quien sin participación seguirá
eternamente desligado del mundo, superior, indiferente, Ireneo expone la
teoría, la desarrolla hasta llegar a su conclusión lógica y, por medio de una
eficaz reductio ad absurdum, procede a demostrar su falsedad.
Ireneo expresa la verdadera doctrina cristiana sobre la estrecha relación entre
Dios y el mundo que El creó los siguientes términos: “El Padre está por encima
de todo y Él es la cabeza de Cristo; pero a través del Verbo se hicieron todas
las cosas y El mismo es el jefe de la Iglesia, en tanto que Su Espíritu se
halla en todos nosotros; es El esa agua viva que el Señor da a los que creen en
El y le aman porque saben que hay un Padre por encima de todas las cosas, a
través de todas las cosas y en todas las cosas”.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario