Vida de
santidad[1].
Nació
en Montfort, Francia, en 1673. Era el mayor de una familia de ocho hijos. Desde
muy joven fue un gran devoto de la Santísima Virgen. A los doce años ya pasaba
largos ratos arrodillado ante la estatua de la Madre de Dios. Antes de ir al colegio
por la mañana y al salir de clase por la tarde, iba a arrodillarse ante la
imagen de Nuestra Señora y allí se quedaba como extasiado. El papá de Luis
María era sumamente colérico, un hombre muy violento y cuando su padre
estallaba en arrebatos de mal humor, el santo se refugiaba en sitios solitarios
y allí rezaba a la Virgen amable, a la Madre del Señor; este recurso a la
Virgen lo hará durante toda su vida. En sus 43 años de vida, cuando sea
incomprendido, perseguido, insultado con el mayor desprecio, encontrará siempre
la paz orando a la Reina Celestial, confiando en su auxilio poderoso y desahogando
en su corazón de Madre, las penas que invaden su corazón de hijo. Con grandes
sacrificios logró estudiar en el seminario de San Suplicio en París, sobresaliendo
como un seminarista totalmente mariano; entre otras delicadezas para con la
Madre del cielo, se encargaba de mantener el altar de la Virgen siempre
adornado de flores. Siendo ya sacerdote, San Luis María Grignon de Montfort
será un gran misionero y peregrino. Celebró su primera Misa en un altar de la
Virgen y durante muchos años la Catedral de Nuestra Señora de París fue su
templo preferido y su refugio.
A
pie y de limosna se fue hasta Roma, pidiendo a Dios la eficacia de la palabra,
y la obtuvo de tal manera que al oír sus sermones se convertían hasta los más
endurecidos pecadores. El Papa Clemente XI lo recibió muy amablemente y le
concedió el título de “Misionero Apostólico”, con permiso de predicar por todas
partes. Montfort dedicó todas sus grandes cualidades de predicador y de
conductor de multitudes a predicar misiones para convertir pecadores.
San
Luis de Montfort fundó dos Comunidades religiosas: los Padres Montfortianos (a
cuya comunidad le puso por nombre “Compañía de María”) y las Hermanas de la
Sabiduría. Murió San Luis el 28 de abril de 1716, a la edad de 43 años, agotado
de tanto trabajar y predicar.
Mensaje
de santidad.
Un
mensaje de santidad que nos deja San Luis María es el hecho de permanecer
siempre fieles a la Verdad de la Iglesia Católica y de hacer frente a los
herejes, es decir, a los que quieren cambiar los dogmas en los que se basa la
Santa Fe Católica. Concretamente, en tiempos de San Luis María, estaba
extendida una herejía llamada “jansenismo”; según decían los herejes
jansenistas, no había que recibir casi nunca los sacramentos porque no somos
dignos de recibirlos, con lo cual lograban enfriar la fe y la devoción. Sin embargo,
si bien es verdad que somos indignos de recibir cualquier don venido de Dios y
sobre todo los Sacramentos, lo que nos hace dignos no es nuestra naturaleza,
sino la naturaleza divina, de la cual participamos por medio de la gracia
santificante, la cual se nos concede, precisamente, por los Sacramentos. En consecuencia,
como forma de combatir esta herejía, San Luis Montfort se esforzaba por
propagar la confesión sacramental frecuente, para así recibir dignamente la
Sagrada Comunión; además, predicaba una gran devoción a Nuestra Señora, la
Madre de Dios.
Otro
mensaje de santidad que nos deja el santo es el recurrir a la Madre de Dios: antes
de ir a regiones peligrosas o a sitios donde mucho se pecaba, rezaba con fervor
a la Santísima Virgen, puesto que estaba convencido, como decía, de que “donde
la Madre de Dios llega, no hay diablo que se resista”. Las personas que habían
sido víctimas de la perdición se quedaban admiradas de la manera tan franca
como les hablaba este hombre de Dios. Y la Virgen María se encargaba de conseguir
la eficacia para sus predicaciones. En cada pueblo o vereda donde predicaba
procuraba dejar una cruz, construida en sitio que fuera visible para los
caminantes y dejaba en todos un gran amor por los sacramentos y por el rezo del
Santo Rosario. Así el santo nos recuerda que al cielo solo vamos por la Cruz y por
la gracia santificante, gracia que nos es concedida por los Sacramentos.
Sin
embargo, el principal mensaje de santidad lo encontramos en su escrito mariano
llamado “Tratado de la verdadera devoción a la Santísima Virgen María”, un
método que consiste en rezar a la Virgen durante treinta días seguidos, para
luego consagrarse al Inmaculado Corazón de María en una festividad mariana. Esta
consagración a la Virgen no es, como pretenden los luteranos, un menosprecio de
Jesucristo, puesto que el Inmaculado Corazón de María es la antesala y la
Puerta que conduce directamente al Sagrado Corazón de Jesús. Por esta razón,
quien se consagra a la Virgen a través del método de San Luis María, se
consagra también al Sagrado Corazón de Jesús.
Al recordar
a San Luis María Grignon de Monfort en su día, hagamos el propósito de
consagrarnos a los Sagrados Corazones de Jesús y María siguiendo el método
enseñado por el santo en el “Tratado de la verdadera devoción a la Santísima
Virgen María”.
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