San Miguel Arcángel, Príncipe de la Milicia celestial

San Miguel Arcángel, Príncipe de la Milicia celestial
"San Miguel Arcángel, defiéndenos en la batalla, sé nuestro amparo contra la perversidad y acechanzas del demonio; reprímale, Dios, pedimos suplicantes, y tú, Príncipe de la Milicia celestial, arroja al infierno, con el divino poder, a Satanás y a los demás espíritus malignos, que andan dispersos por el mundo para la perdición de las almas. Amén".

miércoles, 20 de abril de 2022

San Expedito vence a la tentación con la Cruz de Cristo

 



         San Expedito era un soldado romano, pagano, que en un determinado momento, recibió una gracia especial, la de conocer al Salvador, Jesucristo. Es decir, San Expedito era pagano, lo cual quiere decir que adoraba a falsos dioses, a ídolos de piedra y barro, que no son otra cosa que demonios que se ocultan detrás de esos ídolos; sería el equivalente al Gauchito Gil, a la Difunta Correa, a San La Muerte y a tantos otros ídolos demoníacos más de nuestros días. Como Dios lo amaba mucho a San Expedito, no quería que siguiera viviendo su vida de pagano, una vida de ocultismo, de esoterismo y de prácticas oscuras y por eso le envió la gracia a su alma para que conociera a Jesucristo.

         En ese mismo instante se apareció el Diablo, en forma de cuervo negro, para hacerlo caer en la tentación, para que San Expedito desperdiciara la gracia de conocer a Jesús y siguiera su vida de pagano, de idolatría a falsos dioses. El Diablo revoloteaba alrededor de San Expedito diciendo: “Cras, cras”, que significa “mañana, mañana”, incitando a San Expedito a que postergara para mañana su conversión a Jesucristo. Pero esto es un error, porque no sabemos si vamos a vivir mañana, es decir, no sabemos si Dios nos llamará ante su Presencia esta misma noche, por lo que sería temerario de nuestra parte dejar pasar una gracia actual, como la que recibió San Expedito.

         El santo se encontraba en una encrucijada: por un lado, había recibido la luz de Dios que le concedía el conocimiento de Jesucristo como Salvador de los hombres; por otro lado, estaba la tentación del Demonio, por la cual no era que rechazaba totalmente a Jesucristo, pero lo postergaba para “mañana”, lo cual significaba el gran peligro de no llegar a conocer nunca a Jesucristo, si rechazaba la gracia y Dios lo llamaba al Juicio Particular.

         Estando en ese dilema, el santo, que tenía la Santa Cruz de Jesús en sus manos, elevó la Cruz en lo alto y dijo, ayudado por la gracia: “Hodie”, que significa “hoy” y después dijo: “Hoy y no mañana dejaré la oscuridad del paganismo para abrazar el cristianismo; hoy y no mañana abandonaré a los ídolos demoníacos para amar y servir a Jesucristo; hoy y no mañana dejaré de ser esclavo del Demonio para ser libre con la libertad de los hijos de Dios; hoy y no mañana dejaré de cumplir los mandamientos del Demonio, para cumplir y vivir los Mandamientos de Dios”. Y fue así que, ayudado por la Santa Cruz de Jesús, San Expedito venció a la tentación. Como devotos del santo, hagamos el propósito de imitarlo en su lucha contra la tentación, abrazando la Santa Cruz de Jesús.

Dos horas en el Purgatorio, ochenta años en la tierra

 


DOS HORAS EN EL PURGATORIO SON MÁS LARGAS QUE 80 AÑOS DE VIDA EN LA TIERRA

Testimonio de la madre Esperanza:

El Señor me dijo: "Te voy a mostrar con cuánta gloria el obispo entra al Cielo porque dio la aprobación al primer Santuario del mundo del Amor Misericordioso".

Entonces, el Señor desapareció y llegó el obispo con su cuerpo glorioso.

El Obispo le dijo: "Madre Esperanza, el Señor me envió a ti para agradecerte porque me llamaste para dar la aprobación al santuario... El Señor estaba muy contento.

Ahora tendré la gloria del Cielo toda la Eternidad, pero debo decirte que yo, antes de ir al Cielo, he sufrido tanto en el Purgatorio...

La madre respondió: "Excelencia, murió ayer en Roma, por qué me dice que ha sufrido durante mucho tiempo si sólo han pasado dos días?"...

El Obispo le respondió: "Madre Esperanza, el tiempo del más allá no es igual a lo que se vive en la tierra, he sufrido mucho más en éstos dos días de purgatorio que en 80 años de mi vida en la tierra...

Porque cuando se muere el alma; se presenta ante Dios y en presencia de Dios, el alma se avergüenza del comportamiento que ha tenido en vida descuidando al Señor.

Tiene que decirle a todos que el más allá existe y que en la tierra lo más importante es Amar al Señor... TODO LO DEMÁS NO SIRVE DE NADA".

 

lunes, 4 de abril de 2022

Santa Liduvina, Patrona de los enfermos crónicos, nos hace ver el valor del sufrimiento unido a Jesucristo

 



Cuando se enfrentan con una enfermedad grave o crónica, que provoca mucho sufrimiento corporal, muchos católicos, haciendo caso omiso de las enseñanzas de la Iglesia, se quejan de dichas enfermedades, dolores y sufrimientos, desaprovechando el tesoro espiritual que esto implica. Ahora bien, los santos son los que nos enseñan cómo aprovechar estos tesoros espirituales que el Cielo nos envía. Es el caso de Santa Liduvina (1380-1433), Patrona de los enfermos crónicos, quien tuvo la siguiente experiencia mística.

Según se narra en su biografía, la santa recién había comenzado con una enfermedad que le provocaría una parálisis, la cual la mantendría postrada hasta el fin de sus días; fue entonces que, una noche, la santa soñó que Nuestro Señor le proponía este negocio: “Para pago de tus pecados y conversión de los pecadores, ¿qué prefieres, 38 años tullida en una cama o 38 horas en el purgatorio?”. Y que ella respondió: “Prefiero 38 horas en el purgatorio”. Y sintió que moría que iba al purgatorio y empezaba a sufrir. Y fue así que pasaron 38 horas y 380 horas y 3.800 horas y su martirio no terminaba, y al fin preguntó a un ángel que pasaba por allí: “¿Por qué Nuestro Señor no me habrá cumplido el contrato que hicimos? Me dijo que me viniera 38 horas al purgatorio y ya llevo 3.800 horas”. El ángel fue y averiguó y volvió con esta respuesta: “¿Qué cuántas horas cree que ha estado en el Purgatorio?”. La santa le contestó: “¡Pues 3.800!”. El ángel le replicó: “¿Sabe cuánto hace que usted se murió? No hace todavía ni cinco minutos que se murió. Su cadáver todavía está caliente y no se ha enfriado. Sus familiares todavía no saben que usted se ha muerto. ¿No han pasado cinco minutos y ya se imagina que van 3.800?”. Al oír semejante respuesta, Liduvina se asustó y gritó: “¡Dios mío, prefiero entonces estarme 38 años tullida en la tierra!”. Y despertó. Y desde ese momento estuvo en verdad 38 años paralizada y a quienes la compadecían les respondía: “Tengan cuidado porque la Justicia Divina en la otra vida es muy severa. No ofendan a Dios, porque el castigo que espera a los pecadores en la eternidad es algo terrible, que no podemos ni imaginar”. Y seguía sufriendo contenta su parálisis para pagar sus propios pecados y para conseguir la salvación de muchos pecadores.

Por último, que los enfermos deban unir sus sufrimientos a la Pasión del Señor, es un premio que Dios concede a los que más aman y esto está en una de las Preces de la Liturgia de las Horas: “Señor, que los enfermos unan sus dolores a la Pasión de Cristo, para que así merezcan luego participar de su gloria en la vida eterna”.