Cuando
se enfrentan con una enfermedad grave o crónica, que provoca mucho sufrimiento
corporal, muchos católicos, haciendo caso omiso de las enseñanzas de la
Iglesia, se quejan de dichas enfermedades, dolores y sufrimientos,
desaprovechando el tesoro espiritual que esto implica. Ahora bien, los santos
son los que nos enseñan cómo aprovechar estos tesoros espirituales que el Cielo
nos envía. Es el caso de Santa Liduvina (1380-1433), Patrona de los enfermos
crónicos, quien tuvo la siguiente experiencia mística.
Según
se narra en su biografía, la santa recién había comenzado con una enfermedad que
le provocaría una parálisis, la cual la mantendría postrada hasta el fin de sus
días; fue entonces que, una noche, la santa soñó que Nuestro Señor le proponía
este negocio: “Para pago de tus pecados y conversión de los pecadores, ¿qué
prefieres, 38 años tullida en una cama o 38 horas en el purgatorio?”. Y que
ella respondió: “Prefiero 38 horas en el purgatorio”. Y sintió que moría que
iba al purgatorio y empezaba a sufrir. Y fue así que pasaron 38 horas y 380
horas y 3.800 horas y su martirio no terminaba, y al fin preguntó a un ángel
que pasaba por allí: “¿Por qué Nuestro Señor no me habrá cumplido el contrato
que hicimos? Me dijo que me viniera 38 horas al purgatorio y ya llevo 3.800
horas”. El ángel fue y averiguó y volvió con esta respuesta: “¿Qué cuántas
horas cree que ha estado en el Purgatorio?”. La santa le contestó: “¡Pues 3.800!”.
El ángel le replicó: “¿Sabe cuánto hace que usted se murió? No hace todavía ni cinco
minutos que se murió. Su cadáver todavía está caliente y no se ha enfriado. Sus
familiares todavía no saben que usted se ha muerto. ¿No han pasado cinco minutos
y ya se imagina que van 3.800?”. Al oír semejante respuesta, Liduvina se asustó
y gritó: “¡Dios mío, prefiero entonces estarme 38 años tullida en la tierra!”.
Y despertó. Y desde ese momento estuvo en verdad 38 años paralizada y a quienes
la compadecían les respondía: “Tengan cuidado porque la Justicia Divina en la
otra vida es muy severa. No ofendan a Dios, porque el castigo que espera a los
pecadores en la eternidad es algo terrible, que no podemos ni imaginar”. Y
seguía sufriendo contenta su parálisis para pagar sus propios pecados y para
conseguir la salvación de muchos pecadores.
Por
último, que los enfermos deban unir sus sufrimientos a la Pasión del Señor, es
un premio que Dios concede a los que más aman y esto está en una de las Preces
de la Liturgia de las Horas: “Señor, que los enfermos unan sus dolores a la
Pasión de Cristo, para que así merezcan luego participar de su gloria en la
vida eterna”.
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