Es muy conocido, en la vida de Santa Rita, uno de los
milagros más asombrosos recibidos por esta santa a lo largo de su vida terrena.
Santa Rita, que amaba mucho y era muy devota de la Pasión de Nuestro Señor
Jesucristo, solía pasar largas horas, en su celda, arrodillada frente a un
crucifijo, meditando acerca de los sufrimientos de Jesús. Fue en el transcurso
de esas meditaciones, que sucedió el milagro que todos conocen: desde la corona
de espinas de Nuestro Señor, una de las espinas de la corona se materializó,
por así decirlo y fue a dar, con fuerza, en la frente de Santa Rita, la cual
experimentó, como es obvio, un gran dolor, además de que su frente comenzó a
sangrar.
Desde ese momento, y durante toda su vida, Santa Rita llevó
la espina de la corona de Jesús incrustada en su frente; sólo desapareció en
una oportunidad, por unos días, en los que la santa y sus hermanas de religión
peregrinaron al Vaticano para hacer una visita al Santo Padre y recibir su
bendición; luego desapareció, sin dejar rastros, en el momento de su muerte y
además de desaparecer, el olor repugnante que desprendía la herida se convirtió
en un intenso aroma a perfume de rosas. Hay que decir que la espina no solo era
una fuente de dolor permanente, puesto que era una espina verdadera, de madera
de acacia, fuerte, punzante, extremadamente dolorosa, sino que también era
causa de vergüenza para Santa Rita, porque la herida, con el tiempo, se infectó
y se llenó de pus sanguinolenta, lo que hacía que despidiera un penetrante olor
nauseabundo. Este olor, que desprendía la herida, era tan fuerte y tan
desagradable, que provocaba náuseas a quien se le acercara, por lo que Santa
Rita tuvo que vivir aislada de sus hermanas de religión por el resto de su vida
terrena.
Esto nos lleva a considerar lo siguiente: por un lado, la
santa nos da ejemplo de oración y de amor a la Pasión de Nuestro Señor, puesto que
la espina la recibió mientras meditaba en la Pasión. Esto significa que la
Pasión es el camino para llegar al cielo, ya que Jesús así lo dice: “Quien
quiera seguirme, que cargue su cruz y me siga” y como Jesús va camino del
Calvario, el Calvario es el lugar en donde toda alma que ame a Jesús debe
anhelar estar.
Otra enseñanza que nos deja es que en la herida infectada y
maloliente, están representados nuestros pecados, tal como Dios los ve: si para
nosotros el pecado es insensible, en el sentido de que no puede ser captado por
los sentidos, para Dios nuestros pecados son como la herida maloliente que la
santa llevó en su frente. De forma contraria, la desaparición de la herida y su
reemplazo por la piel sana y un intenso aroma a perfume de rosas, simboliza al
alma que se encuentra en estado de gracia, porque el alma en gracia posee “el
buen perfume de Cristo” (2 Cor 2, 15).
Por otro lado, el milagro recibido por la santa nos muestra
cuán inútiles son los atractivos del mundo y cuánto ama Jesús a quien más se
aparta del mundo para acercarse a Él en la cruz. También nos enseña que no
debemos buscar el favor y el aplauso de los hombres, sino el Amor de Dios,
mediante el recogimiento, la oración y la adoración. El hecho de que la herida
de la frente fuera tan maloliente, le ayudó a Santa Rita a apartarse de los
vanos aplausos y glorificaciones que dan los hombres, para vivir estrechamente
unida al Señor Jesús, crucificado por nuestro amor y para nuestra salvación.
Este episodio de la vida de Santa Rita debe conducirnos a
desear meditar en la Pasión del Señor, en su Amor infinito por nosotros y en el
desprecio que debemos tener del mundo y sus atractivos. De esta manera, cuanto
más nos alejemos de los falsos placeres terrenos, tanto más el Corazón de Jesús
nos acercará hacia Sí con la fuerza de su Amor, el Amor de Dios, el Espíritu
Santo.
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